Este artículo se publicó hace 13 años.
La Ertzaintza usa el ADN para desactivar a la kale borroka
Tiene una veintena de sospechosos que dejaron su rastro biológico en ataques cometidos hace años
"Te acusan de querer incendiar un cajero en 2006", le gritó un amigo a Jordi Grau cuando este salía esposado de su casa en Carranza (Vizcaya). El sabotaje frustrado, según había informado ya a esa hora la Consejería de Interior, se había cometido en marzo de 2006 y, por eso, la aclaración no parecía gratuita. Probablemente, Grau quedó tan sorprendido de su arresto como el resto de los detenidos en los últimos meses por la Ertzaintza, fruto de un nuevo cotejo de muestras de ADN realizado por su Policía Científica.
Ha sido la adquisición en Estados Unidos de avanzado material en el análisis y concotomitancia de pruebas biológicas, sumado al impulso de la nueva División Antiterrorista, lo que ha permitido retomar líneas de investigación que llevaban años en vía muerta. Los nuevos procedimientos y el material adquirido arrojaron un resultado de 27 nuevos positivos, informaron a Público fuentes de la lucha antiterrorista. Las pesquisas abiertas por la División Antiterrorista han permitido ya detener al menos a seis sospechosos de delitos cometidos hace años. Sobre la veintena restante siguen las investigaciones.
La policía impulsa investigaciones paralizadas gracias a nuevas tecnologías
Desde los años noventa, la policía autonómica ha ido cebando una base de datos con cientos de huellas y restos de ADN recogidos en el lugar de atentados y ataques de kale borroka. Al tiempo, recogía muestras biológicas que los sospechosos dejaban en colillas de cigarros, vasos en los bares o incluso en el sudor de unas chancletas. En ocasiones, el cruce entre unas muestras y otras ofrecían un resultado indubitado que precedía a las detenciones.
Muestras de salivaPero el Tribunal Supremo echó por tierra estas investigaciones. En noviembre de 2001 un grupo de encapuchados incendió un autobús en Berango y uno de ellos abandonó una de las capuchas. La Ertzaintza recogió las muestras de saliva y cinco meses después detuvo a Orkatz Gallastegi. Un escupitajo de este en la celda sirvió a los agentes para obtener una muestra que cotejar. Y dio positivo.
Los agentes logran ADN y lo cruzan en la base de datos de sospechosos
La Audiencia lo condenó, pero en 2005 el Tribunal Supremo estimó que la muestra del ADN había sido recogida en la celda sin control judicial y absolvió al acusado. Sin embargo, el alto tribunal rectificó su propio criterio en 2006 y desde entonces se vienen dando fallos que avalan la recogida de muestras biológicas por los agentes, al considerar que actúan en funciones de policía judicial.
Las investigaciones emprendidas tras los nuevos positivos tuvieron su gran estreno el pasado agosto. El día 3 fue detenido Gurutz Agirresarobe, acusado de haber descerrajado cuatro disparos en la cabeza a Joseba Pagazaurtundua, el jefe de la Policía Local de Andoain, el 8 de febrero de 2003. En la barra del bar Daytona, la Policía Científica había recogido una muestra de ADN de la taza. Los sospechosos dejaron su rastro biológico en ataques cometidos hace años de café que tomó el presunto asesino, pero el cotejo con la base de datos siempre había dado negativo.
Meses antes del arresto, la División Antiterrorista retomó el caso. Volvió sobre las escasas pistas que tenía y fijó un grupo de sospechosos. La investigación llevó a los agentes, incluso, a recorrer el Camino de Santiago tras Agirresarobe. Había que cerrar el círculo. Cuando creía tener identificado al asesino de Pagazaurtundua, montó un control de alcoholemia e hizo soplar al sospechoso. La Ertzaintza ya tenía una muestra de ADN que cruzar con aquella dejada en la taza del bar Daytona siete años antes.
Pero aún quedaba obtener una nueva muestra de ADN que el juez Grande-Marlaska pudiera usar en el caso. Esta vez no hubo escupitajo en la celda y Aguirresarobe se negó a que los agentes introdujeran un bastoncillo en su boca para obtener el hisopo. No hizo falta. Pidió una botella de agua durante el interrogatorio. Bebió y Grande-Marlaska ordenó precintar la botella.
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