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"España puede"

La campaña de Zapatero ha buscado crear una ilusión colectiva de futuro

GONZALO LÓPEZ ALBA

Felipe González sintetizó en una frase, pronunciada el jueves en Barcelona, gran parte de lo ocurrido  durante la campaña electoral desde la perspectiva del PSOE: “No me tenéis que agradecer nada. Ni siquiera convencí a Pizarro para que entrara en campaña”.

Le faltó añadir que tampoco convenció a Miguel Arias Cañete, ni a la Conferencia Episcopal, ni a Esperanza Aguirre, ni a “la niña” de Rajoy, ni a José María Aznar, y tampoco al propio Mariano Rajoy.

La contundencia con que San Pedro Solbes –en expresión acuñada por el ex presidente– se impuso en el primer debate televisivo a Manuel Pizarro, el fichaje estrella de Mariano Rajoy para echar tierra a la querella entre Doña Cuaresma Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, marcó la primera gran inflexión.

“Este debate rompió el eje estratégico de la campaña del PP, el del catastrofismo económico, al demostrar que no había alternativa, ni en la política ni en las personas”, según el coordinador de la campaña socialista, José Blanco.

Aunque la campaña oficial sólo dura quince días, la socialista arrancó de hecho hace varios meses y tuvo tres grandes fases: una primera, en el último trimestre del año pasado, dedicada a divulgar las realizaciones del Gobierno; la segunda, que enlazó con la anterior, para presentar las nuevas propuestas del programa electoral; y, finalmente, la campaña propiamente dicha, orientada a la bipolarización con el PP, el contraste de sus proyectos y formas de gobernar, y, en la recta final, a la movilización y la búsqueda del voto útil ante la posibilidad del regreso al poder de una derecha que ha sido incapaz de renovarse para presentar un proyecto y un plantel distinto al que fue derrotado en 2004.

En el marco de un diseño político cada vez más presidencialista, los cara a cara entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy  marcaron los picos de máxima expectación.

El candidato socialista, que partía con la ventaja de ser el presidente del Gobierno en ejercicio, acudió al primer debate rebajando las expectativas al declarar previamente a Público que se conformaba con “empatar”.

Los sondeos le otorgaron la victoria, sobre todo porque –según el análisis de su comité electoral– los errores de Rajoy desmontaron la imagen de moderación y de alternativa que había intentado labrarse para contrarrestar la estrategia de acoso y derribo mantenida a lo largo de toda la legislatura.

En el segundo y último cara a cara, con la ventaja que le dio poder marcar el tono y la agenda del debate al corresponderle el primer turno de palabra, Zapatero logró acentuar su “ambición de futuro” frente a “la crítica sin alternativas” del candidato conservador.

El bache

El mensaje de “ambición de país” contenido en su proclama de “España puede”, una versión española del “sí, podemos” del demócrata estadounidense Barak Obama, había sido, precisamente, la viga maestra del planteamiento de campaña de Zapatero, aunque no siempre resultó lo más visible.

Se desdibujó sobre todo cuando, durante la precampaña, el PP logró marcar la agenda con propuestas electorales de gran impacto mediático-emocional, como la rebaja del IRPF o el contrato de costumbres para los inmigrantes, que obligaron al PSOE a entrar en la dinámica de intentar contrarrestarlas con otras ofertas para las que, sin embargo, se ya había agotado el margen de gasto establecido por el vicepresidente económico.

Así, los errores del PP se convirtieron en el principal aliado del PSOE.

En contraste con las luchas internas en el PP y la alargada sombra de Aznar que volvió a proyectarse sobre Rajoy, el PSOE contó con un Felipe González más activo –ha hecho más mítines que en muchas de sus campañas– y más consciente que nunca de su papel de referente histórico, para trasladar la imagen de unidad y fortaleza interna sin que el liderazgo de Zapatero se viera mermado un ápice.

Tras una legislatura condicionada en su desarrollo por la necesidad del PSOE de contar con el apoyo de grupos minoritarios de tendencia inestable para completar su mayoría minoritaria, Zapatero ha marcado como objetivo lograr una “mayoría amplia”, eufemismo políticamente correcto para evitar las palabras tabú: mayoría absoluta.

La fuerza del optimismo Para alcanzarla, el candidato socialista ha dirigido fundamentalmente sus apelaciones a las mujeres y a los jóvenes, dos colectivos determinantes.

Pero, sobre todo, se ha presentado como el único líder capaz de ahormar “un proyecto común” de “convivencia” y de inventiva que haga a España dejar de mirarse al ombligo para mirar al mundo y a su futuro con optimismo, la actitud que históricamente llevó el país a los momentos más  brillantes de su historia.

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