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Los etarras les robaron dos bolsas con material para espiar

Atentado de Capbreton: La mujer fue una de las que disparó a los guardias civiles desarmados. 

Ó. LÓPEZ-FONSECA/ F. GAREA

Lentamente, la confusión va dejando paso a las certezas. Los tres etarras que tirotearon el pasado sábado a dos guardias civiles en la localidad vascofrancesa de Capbretón no sólo asesinaron a uno de ellos y dejaron malherido al otro. También les robaron. En concreto, dos mochilas que los agentes llevaban en el maletero de su vehículo y que contenían pequeñas cámaras de espionaje y balizas para seguir a distancia los vehículos de los sospechosos. Así lo han confirmado a Público fuentes cercanas a la investigación, que destacan que, muy posiblemente, fue el hallazgo de este material el que confirmó a los terroristas que los dos jóvenes eran miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Este dato refuerza la hipótesis, defendida desde la misma tarde del atentado por el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, de que el asesinato no fue premeditado, sino fruto de un encuentro “fortuito”. De hecho, los dos agentes, encuadrados en los Grupos de Apoyo Operativo (GAO) de la Guardia Civil, habían llegado a Francia el día antes para instalar en esta zona del País Vasco francés varios sistema de vigilancia. Por ello, los investigadores descartan que hubieran sido mordidos (detectados) por miembros de la organización terrorista antes de su entrada en la cafetería donde se encontraron con los etarras.

Dos hombres y la mujer rubia

Según la reconstrucción realizada sobre los últimos pasos de los agentes, éstos acababan de terminar una misión nocturna. Les acompañaba un policía francés de enlace, pero en el último momento se despistaron de él. Fue entonces cuando dedicieron entrar a desayunar en una cafetería próxima al hipermercado de Capbreton. Allí ya estaban dos hombres y una mujer rubia, integrantes de un comando que supuestamente esperaba la llegada de otro terrorista que les iba a entregar un coche con explosivos o, incluso, la de un jefe de ETA con las últimas instrucciones antes de entrar en España.

Los dos guardias civiles se sentaron silla con silla con los etarras sin percatarse de quiénes eran. Y es aquí donde los investigadores aún no han sido capaces de concretar qué despertó la sospechas de los etarras. Tal vez una conversación sobre el futuro ascenso de uno de ellos. O una llamada a un superior para informarle de que ya habían terminado su trabajo. Lo único confirmado es que cuando los dos jóvenes abandonaron el local, les siguieron los tres terroristas.

Al entrar en su automóvil Peugeot 405, que llevaba matrículas francesas facilitadas por el Ministerio del Interior galo, la mujer y uno de los hombres del comando se colaron en el asiento trasero del vehículo y apuntaron con sus pistolas a los dos agentes identificándose en un primer momento como policías franceses. En el coche, según fuentes cercanas a la investigación, sonaba en ese momento la emisora policial, que los guardias civiles no habían apagado al bajar del automóvil. Mientras tanto, el tercer etarra registraba el maletero y encontraba las dos mochilas con el material para espiar. Al verlos, gritó: “Son txakurras”(perros, en euskera, sustantivo con el que suelen referirse a los policías españoles)y sus dos compañeros dispararon. Sólo hicieron falta tres disparos para matar en el acto a Raúl Centeno y dejar en coma profundo a su compañero Fernando Trapero. Los casquillos quedaron dentro del coche.

Inmediatamente después, los tres emprendieron la huida en el vehículo en el que habían llegado, un Peugeot 307 con matrículas falsas que había sido sustraído en julio en el centro de Francia. Con él recorrieron 90 kilómetros en poco más de una hora hasta la localidad de Haut-Mauco, donde secuestraron a una vecina para apoderarse de su coche. Durante las más de dos horas que viajaron con la mujer a bordo, fue precisamente la etarra que había disparado poco antes a los guardias civiles la que se encargó, tomándole la mano, de calmar a la rehén: “Tranquila, tranquila... esta tarde casa, marido, niños”. Finalmente, a pocos kilómetros de Burdeos, la abandonaron. El intento de robo el pasado lunes de otro automóvil cerca de esta ciudad es la última pista.

Aún sin identificar

La Policía intenta ahora identificar a los tres terroristas con los dos retratos robots realizados por sus colegas francesas gracias a las declaraciones del camarero que les atendió, la mujer secuestrada y dos personas que los vieron en el parking instantes antes del atentado. Según fuentes de la investigación, ni los dibujos ni las huellas dactilares analizadas hasta el momento han permitido poner nombre a los asesinos. Se han contrastado con las que se poseen de los dirigentes de la banda armada, ante el supuesto de que uno de ellos fuera Garikoitz Aspiazu, Txeroki, jefe de los comandos de la banda, pero en todos los casos el resultado ha sido negativo. En Interior no descartan que los asesinos sean, finalmente, etarras aún no fichados por la Policía.

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