Este artículo se publicó hace 12 años.
Franco reconoció aguas jurisdiccionales a Gibraltar en plena guerra civil
La doctrina diplomática española niega tal supuesto y se remite al Tratado de Utrecht, suscrito hace 300 años y que fija los límites del contencioso hispano-británico sobre el Peñón
Juan José Téllez
El general Francisco Franco reconoció de hecho aguas jurisdiccionales a Gibraltar, aunque la doctrina diplomática española niega tal supuesto y se remite al Tratado de Utrecht, suscrito hace trescientos años y que fija los límites del contencioso hispano-británico sobre el Peñón.
Este litigio condiciona actualmente las relaciones en materia de pesca, medio ambiente y otros roces que suelen tener como escenario a la Bahía de Algeciras y las aguas próximas del Estrecho de Gibraltar. El historiador José Manuel Algarbani acaba de publicar un artículo en la revista campogibraltareña Apunta noticias y en cuyo texto concreta como "en diciembre de 1938, en plena guerra civil, el Estado Mayor del ejército franquista reconoce la existencia en torno a Gibraltar de aguas territoriales inglesas".
Algarbani se basa para ello en un documento reservado y secreto de la misma fecha que se conserva en el Archivo General Militar de Ávila: "Aunque el planteamiento político español era que Gibraltar no tenía más derecho de soberanía que los derivados del Tratado de Utrecht -prosigue Algarbani-, por lo que no tenía aguas jurisdiccionales, en 1876 se dispuso un límite para la persecución del contrabando, que consistía en una línea que partiendo de Punta Mala fuese tangente a la circunferencia trazada con centro en el faro de Punta Europa y radio de dos millas, y partiendo de ese punto de tangencia, por una recta (trazada de puntos en el documento) en dirección a Sierra Bullones, en Ceuta, hasta un punto situado a tres millas al sur de Punta Europa".
Ese sería presumiblemente el motivo principal por el que el Gobierno español nunca ha llevado esta deriva del contencioso hasta el Tribunal Internacional de La Haya, dado estos precedentes y la evidencia añadida de que el concepto de aguas territoriales se enunció mucho después de que se firmase el acuerdo de Utrecht.
El reconocimiento de esas aguas por parte de Franco tuvo una causa inmediata, la llegada al puerto del peñón de un buque de la Armada republicana al que las autoridades gibraltareñas se negaron a reparar pero que, según rememora el viejo sindicalista local José Netto, fue arreglado por los propios trabajadores del Peñón, en horas libres y utilizando sus herramientas particulares. Se trataba del José Luís Diez, cuya bandera fue entregada al museo de Gibraltar en 1985, junto con las monedas que aportaron los habitantes de la Roca a su tripulación y que su capitán guardó durante años: "Con motivo de la llegada al puerto de Gibraltar del destructor republicano José Luís Diez y ante los conflictos entre los buques franquistas y Gibraltar, ya que los buques de vigilancia se acercaban demasiado, según la opinión inglesa, las autoridades franquistas comunicaron al Almirante de Gibraltar que, para evitar daños mayores, en tanto durara la vigilancia del José Luís Diez, se podría determinar como límite la zona fijada en 1876, con el nombre de "aguas inglesas", sin que esto significara reconocimiento alguno de soberanía y que solamente era un convenio en tanto existía el temor de que pudiera escaparse el buque republicano".
"Recordemos que el José Luís Diez, en agosto de 1938, intentó volver a Cartagena rompiendo el bloqueo de la Armada sublevada haciéndose pasar por el destructor inglés HMS Grenville (H-03), siendo descubierto por el espionaje nacional en el Estrecho e interceptado. Tras la batalla terminó refugiándose en el puerto de Gibraltar".
Entrega de izquierdistas refugiadosA pesar de esos ejemplos de solidaridad obrera con la causa republicana, las autoridades gibraltareñas y británicas simpatizaron con los rebeldes franquistas a lo largo de la guerra civil, llegando a entregar incluso a algunos destacados izquierdistas que habían logrado refugiarse en el Peñón en los primeros días de la guerra. De hecho, el núcleo fascista de Gibraltar fue el que avisó, mediante bengalas, de la salida prevista del José Luís Diez, para que la Armada franquista lo torpedease de nuevo y le impidiera salir de la Roca.
Esa complicidad alcanzó hasta finales de 1938, cuando fueron más apreciables los intentos de Adolf Hitler por extender sus redes a lo largo de Europa, con la complicidad de gobiernos fascistas como los de Italia y el que habría de resulta finalmente de la victoria franquista en la España de 1939.
Hasta la entrevista de Hendaya entre Hitler, Mussolini y Franco, la Inglaterra de Winston Churchill receló abiertamente de la dictadura española. Las relaciones hispanobritánicas mejoraron, tras la negativa del autodenominado Caudillo a que se llevara a cabo la llamada Operación Félix, que pretendía que las tropas alemanas cruzaran la Península para conquistar Gibraltar como llave del Mediterráneo y del Norte de Africa.
A través de documentos recientemente desclasificados, ha podido descubrirse como Gran Bretaña y en especial su primer ministro Winston Churchill colaboró activamente a que la España franquista saliera de su aislamiento internacional tras la derrota del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió en 1953, con los primeros acuerdos con Estados Unidos y la Santa Sede. Nada más entrar España en Naciones Unidas, en 1954 se produjo la visita de Isabel II a Gibraltar, lo que provocó que el franquismo reclamara la soberanía de la Roca en dicho organismo, hasta llegar a 1969, cuando el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando María de Castiella, inició el último asedio a Gibraltar. En aquella fecha, no sólo se procedió a cerrar la frontera terrestre con el Peñón, sino también a clausurar las comunicaciones telefónicas e impedir la navegación directa a través de la Bahía, en esas aguas que aún hoy prosiguen en litigio.
LímitesEn la revista gibraltareña Panorama aparece otro texto, firmado por Emilio Peire, en el que se asegura que el reconocimiento legal de los derechos marítimos de Gibraltar se remonta a 1728. Para ello, alude a un memorándum que se encuentra desclafisicado, que fue firmado por el general Prim en 1844 y que figura en los archivos del ministerio español de Asuntos Exteriores, dentro de la Sección Política, bajo el epígrafe de Gibraltar y correspondiendo al legado 2483.
"En este documento se afirma que una Real Orden de 1728 establece los límites reconocidos por España entre Gibraltar y España tras el Tratado de Utrecht de la siguiente manera: "... por mar, el límite no superará las aguas apropiadas de la tierra que lindaba. En efecto, los límites deben ser: al Norte el paralelo más avanzada de la Roca, que incluye todas las aguas que pertenecen al Muelle Viejo, al oeste, la línea media de la Bahía, y fuera de ella, hacia el Sur y el Este, en los que no coinciden con las aguas españolas, las aguas de Gibraltar no debe llegar más allá de los límites normales de las armas".
Aunque Peire afirma que "este último punto era entonces muy discutible, pero, en la actualidad es universalmente aceptado como tres millas", sugiere que el Gobierno británico debería aportar dicho documento ante la Comisión Europea, con motivo del litigio actual en torno a la protección medioambiental del Estrecho.
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