Este artículo se publicó hace 13 años.
"El fuego se llevó hasta el sabor de la miel"
La zona arrasada en Guadalajara tardará más de 50 años en recuperarse
La barbacoa que originó el gran incendio de 2005, junto a un trigal de Riba de Saelices (Guadalajara), ha sido desmontada y hecha añicos. El resto de las parrillas municipales que quedan en pie, a lo largo de las 12.700 hectáreas arrasadas, tienen ahora un precinto de la Guardia Civil y un anuncio de la Junta de Castilla-La Mancha, que prohibe su uso "al menos, del 1 de junio al 30 de septiembre".
Desde las torres de vigilancia antiincendios, en lo alto de los montes, la vista de los antiguos bosques de robles y pinares de los 13 municipios afectados se convirtió en un paisaje lunar. Seis años después, pequeños robles, matorrales y pinos con conos plásticos que los protegen de los roedores han crecido entre los escasos ejemplares que se salvaron de las llamas. Las colonias de jabalíes, ciervos y corzos, se recuperan poco a poco.
Sólo quedan imputados los excursionistas que descuidaron el fuego
"El sonido de los pájaros, el sabor especial de la miel que traían las abejas de los pinares, la tradicional recogida de níscalos al principio del otoño, los paseos por los frondosos pinares... el fuego se lo llevó todo. Los bosques tardarán entre 50 y 75 años en volver a ser como antes", recuerda David Moreno, concejal de Riba de Saelices.
En pequeñas parcelas, la Junta de Castilla-La Mancha dejó los troncos quemados para analizar, años después, si la regeneración del terreno se realiza mejor retirando toda la madera quemada posible (se vende en el mercado a un precio inferior) o dejando que la naturaleza actúe por si sola, a riesgo de que el material se pudra y aparezcan plagas.
Sobre las indemnizaciones, los vecinos no han planteado demasiadas quejas por dos motivos: el fuego apenas afectó a negocios o casas particulares (casi toda la superficie fue forestal) y "la Junta no racaneó ni tardó en pagar las indemnizaciones", asegura Juan, jubilado, en la plaza de Ciruelos del Pinar, de 42 habitantes. El suyo fue uno de los municipios que tuvo que ser desalojado y que tomaron temporalmente ciervos, jabalíes y corzos, en busca de alimento.
La Junta compensó económicamente a los pueblos y renovó las carreteras
A pesar de que la Junta cumplió económicamente, las envidias entre los municipios se dispararon por la diferencia de compensaciones con las que los políticos regaron la zona: el parador nacional, en Molina de Aragón; la central de biomasa, en Coruete... Sin embargo, la compra de madera, la renovación de calles y carreteras y la llegada del teléfono móvil contentaron a la mayoría. Lo que sí duró algo más fueron las miradas recelosas a quienes pudieron tener alguna responsabilidad. Poco a poco, la Justicia fue depurando responsabilidades y apenas quedan imputados una parte de los excursionistas.
Mientras descarga su tractor, el agricultor Roberto Atance, de 39 años, recuerda las continuas salidas que realizó los días del incendio para dibujar cortafuegos con la golondrina de arar de su tractor, con los que protegió su pueblo, Ciruelos del Pinar. Roberto no pudo evitar perder 15 hectáreas de trigo y cebada y maquinaria agrícola, pero la Junta le resarció con una "justa" indemnización.
Lo único bueno que le dejó el incendio a Roberto, explica, fue una enfermera a la que conoció en Jadraque. La mujer había pedido una excedencia en su trabajo y se trasladó a este pueblo para ayudar a sus padres a "poner camas y comidas". Hoy, está casada con Roberto y tienen dos hijos.
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