Este artículo se publicó hace 14 años.
Griñán logra sortear su primera gran crisis interna
La dimisión de su número dos puso en apuros al presidente
Antonio Avendaño
"Ha sido una huida hacia adelante en toda regla". "Ha sido una solución rápida, limpia y sin daños colaterales". Son frases de dos relevantes dirigentes socialistas en las que resumen el muy distinto juicio que les merece el desenlace de la crisis que ha sacudido esta semana al PSOE andaluz que dirige José Antonio Griñán. En un corro de periodistas en el parlamento autonómico el pasado jueves, Griñán se expresaba en estos términos al preguntarle cómo se sentía ante la dimisión de su número dos, Rafael Velasco: "Muy jodido". El líder andaluz veía con gran preocupación el efecto que podía tener esta crisis para su imagen interna, y no sólo entre sus compañeros de partido en Andalucía, sino también y, sobre todo, en la dirección federal.
Con la designación de Susana Díaz como número dos y de la presidenta Rosa Torres como portavoz, el secretario general de los socialistas andaluces salvaba su semana más comprometida desde que accedió al cargo en la primavera de 2009. José Antonio Griñán no lo pasaba tan mal desde que su antecesor, Manuel Chaves, le propuso, en marzo de 2009, que lo sustituyera al frente de la Junta de Andalucía tras haber reclamado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la incorporación del propio Chaves a su nuevo Ejecutivo.
Las dudas sobresu liderazgo sólo se despejarán con un triunfo electoral
Pasados los primeros momentos de vértigo, Griñán asumió con brío la Presidencia de la Junta y forzó un año después, en contra del criterio de Chaves y de la guardia histórica del socialismo andaluz, el congreso que lo encumbraría como secretario general. Aunque la elección fue por unanimidad, aquella operación entrañaba un cierto riesgo, pues mientras que nadie había discutido su designación como presidente de la Junta un año antes, no ocurría lo mismo con su idea de asumir la secretaría general, que muchos veían innecesaria y precipitada porque Griñán nunca había sido un hombre de partido en el sentido fuerte del término y conocía mal las interioridades de la organización.
Afloran viejos reprochesQuienes, aun prefiriendo equivocarse, vieron con recelo aquel congreso se han apresurado a cargarse de razón cuando el número dos y hombre fuerte del partido, Rafael Velasco, desencadenaba esta semana una desconcertante crisis interna al dimitir como diputado y vicesecretario para sortear así la "insoportable" presión padecida por su familia en forma de ataques políticos y periodísticos porque la academia de formación de su esposa, Antonia Montilla, ha recibido 730.000 euros en subvenciones en los últimos cuatro años. El hecho de que las ayudas estuvieran escrupulosamente justificadas hacía aún más inexplicable una decisión personal de tan poderosa onda expansiva.
El líder andaluz admitió estar "muy jodido" por la situación creada
Griñán afrontaba su prueba de fuego para demostrar que las desconfianzas internas son injustificadas. Al ascender a Susana Díaz y a Rosa Torres, Griñán enviaba el mensaje de que no se equivocó al hacer su equipo siete meses atrás, dado que habría cosido el roto creado por Velasco con los mismos mimbres con que tejió el cesto congresual.
Formalmente, Griñán ha salvado esta crisis. Si algún secretario provincial tiene reservas, prefiere guardárselas. Las municipales están a la vuelta de la esquina y hay que proteger al presidente a toda costa. Internamente no habrá marejada, aunque la procesión vaya por dentro y Griñán no haya conseguido despejar completamente las dudas que pesan sobre él, derivadas sobre todo de la confusa gestión hecha por la dirección del partido de la crisis de Cajasur, la designación del candidato por Sevilla, Juan Espadas, la sustitución del alcalde de Algeciras o la fallida apuesta por Moratinos para Córdoba. Pero el propio presidente sabe que en política esas dudas sólo se despejan en las urnas. Sabe que hasta que no gane sus propias elecciones seguirá estando en la cuerda floja.
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