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Una guerra en la que pierden los dos bandos

Las luchas de poder desangran al PSOE andaluz ante su cita electoral más decisiva

ANTONIO AVENDAÑO

No se cumplieron las previsiones de un dirigente socialista sevillano que, al terminar el Congreso Federal que dio la victoria a Alfredo Pérez Ru-balcaba frente a Carme Chacón, sostenía con cierta sorna que lo bueno de que las elecciones andaluzas estuvieran tan cerca era que los socialistas tendrían que hacer las listas a toda prisa y prácticamente no iban a tener tiempo de matarse. Pues bien, se equivocaba: sí que han tenido tiempo de matarse. En el PSOE de Sevilla siempre hay tiempo para eso. De hecho, quienes conocen bien la organización hispalense no discuten la tradición cainita que anida en ella: lo único que discuten es cada cuánto tiempo exactamente deciden liquidarse unos a otros. Pero esta vez se han superado a sí mismos, pues la guerra tiene lugar no sólo en la agrupación socialista más importante de España, sino en la agrupación socialista cuya candidatura está encabezada nada menos que por el secretario general del partido y candidato a la Presidencia de la Junta, José Antonio Griñán.

Los ganadores en esta pugna también son víctimas de su propia victoria

Si al líder del partido Popular de Andalucía, Javier Arenas, le hubieran dado a elegir una provincia en la cual le gustaría que los socialistas tuvieran problemas, sin duda habría elegido Sevilla, aunque ni siquiera la viva imaginación de Arenas para estas cosas se habría atrevido a soñar un escenario tan diabólicamente favorable a sus intereses como el ofrecido ayer por el PSOE de Sevilla, cuyo secretario general, José Antonio Viera, dio un histórico portazo al presentar su dimisión por discrepancias en la confección de la lista electoral con la dirección regional del partido, que lidera Susana Díaz como número dos y persona de total confianza del secretario general.

Es el segundo portazo que le da a Griñán un dirigente socialista de relevancia. El anterior se lo dio en abril del año pasado Luis Pizarro, su consejero de Gobernación y mano derecha de Manuel Chaves en la dirección del partido durante cerca de 20 años. Demasiados portazos por parte de gente demasiado importante orgánicamente. Tanto en el caso de Pizarro como en el caso de Viera no es demasiado importante saber cómo se distribuyen las culpas y responsabilidades: lo importante de verdad es a quién perjudican más, y ese quién es sin duda el candidato Griñán.

La dimisión de Viera erosiona aún más a un Griñán que salió tocado del congreso

Con su bronco adiós de ayer, José Antonio Viera entierra definitivamente una carrera política cuyo último pero estéril triunfo ha sido la victoria en el congreso de Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien Viera apoyaba. El ya ex secretario general de Sevilla no desconoce que su supervivencia política está en manos de la jueza Mercedes Alaya, que investiga el escándalo de los ERE fraudulentos: al igual que el ya imputado Antonio Fernández, Viera fue también consejero de Empleo cuando se cometieron los desmanes, de manera que si la jueza no lo ha imputado todavía es seguramente porque al hacerlo perdería el caso, dado que Viera es aforado al ocupar escaño en el Congreso.

Lo relevante de la crisis de Sevilla no es sólo que se haya producido a mes y medio de las elecciones, lo cual ya es grave de por sí, sino que se trate de una crisis en la que todos pierden, tanto los que nominalmente lo hacen (Viera y los suyos) como aquellos que creen haber ganado (Susana Díaz y los suyos). ¿Por qué? En primer lugar, porque los ganadores son las primeras víctimas de su propia victoria, dado que lo ocurrido ayer hace un terrible daño electoral al partido que ellos lideran. Y, en segundo lugar, porque se trata de una cruenta contienda para dirimir quién manda en el PSOE sevillano, cuando en realidad quién mande o deje de mandar en este momento es poco relevante hasta que no se sepa qué ocurre el 25 de marzo. Si, aun perdiendo las elecciones, el PSOE conserva el poder merced a un pacto con Izquierda Unida, Griñán y Díaz seguirán liderando el partido en Andalucía y podrán, pese a haber apoyado a Chacón, pactar con Rubalcaba desde una posición de fuerza. Si el PSOE pierde la Junta de Andalucía, el hecho de que haya un grupo parlamentario lleno de griñanistas o susanistas será irrelevante, porque el liderazgo de ambos se diluirá irremisiblemente en las turbias aguas de la derrota.

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