Este artículo se publicó hace 15 años.
"Hay que recuperar sus legados académicos"
Jaume Claret, autor de 'El atroz demoche'
Jaume Claret, profesor de la Pompeu Fabra, describe en El atroz desmoche (Crítica, 2006) la depuración franquista en la Universidad.
Existe una Ley de Memoria Histórica entre su libro y esta entrevista. ¿Qué ha cambiado?
El cambio principal es, sin duda, el reconocimiento parcial desde los poderes públicos de que algo no se hizo bien durante la Transición, pues todavía existen heridas abiertas. Sin embargo, la ley surge a raíz de la presión ejercida por particulares y asociaciones, pero tras 30 años de democracia. Ese retraso, las propias insuficiencias de la ley y los intereses enfrentados, la convierten en una iniciativa que no satisface a ninguna de las partes afectadas.
¿Es suficiente esa ley para reparar a los represaliados?
Depende de lo que entendamos por reparación. Para mucha gente, reparación significa simplemente poder hallar los restos de sus personas queridas para darles sepultura, para otros será la anulación de los procesos condenatorios y para los últimos una condena retrospectiva de los represores. Desde mi punto de vista, ya es tarde para esto último e incluso innecesario. Ahora, lo más urgente es, por un lado, facilitar la resolución de los casos particulares –desaparecidos, condenados, etc.—. Y, por el otro, establecer un relato consensuado sobre lo acaecido durante la guerra y la dictadura, sin esconder los excesos cometidos por cada bando, pero sin tampoco esconder que la responsabilidad máxima recayó sobre los que se alzaron en armas contra una democracia –por muchas deficiencias que tuviera— y se perpetuaron, a través de la violencia, durante 40 años en el poder.
¿Cuál es la mejor forma de reparar a los profesores?
De la misma manera que debe repararse la memoria de los represaliados en general. Es decir, con medidas particulares que limpien sus nombres, y con medidas colectivas que reescriban y fijen lo que realmente sucedió. Además, en el caso de los profesores como en el de los intelectuales y científicos, se añadiría la necesidad de recuperar sus legados académicos, pues muchas de sus aportaciones o bien fueron eliminadas, como si nunca hubieran existido, o bien fueron aprovechadas por terceros, asumiéndolas y presentándolas como propias.
¿Cuánto perdió la Universidad y la sociedad en general con esa purga?
No resulta sencillo aquilatar qué se perdió, pues es muy complicado elucubrar sobre qué hubieran aportado. Sin embargo, tenemos una posible aproximación a través de lo que muchos de estos profesores purgados hicieron en el exilio. En la empresa privada, en Europa y, sobre todo, en América continuaron sus carreras académicas y científicas, convirtiéndose en personalidades relevantes. Además, debe recordarse que la represión se cebó, con especial saña, en los docentes con mayores inquietudes sociales y políticas. Inquietudes que, a menudo, coincidían con inquietudes científicas y académicas, pues la mayoría se habían podido formar en el extranjero, mantenían redes de contacto internacionales y combinaban tanto la implicación universitaria como la política. Por tanto, se cercenó sobre todo a los miembros más jóvenes y aptos de un par de generaciones científicas de españoles. Por último, a esa pérdida se añadió el hecho de que los que se quedaron o sustituyeron a los represaliados, se vieron obligados –por fuerza o por convicción— a someter sus horizontes científicos a los apriorismos ideológicos del nacional-catolicismo. Es decir, fue mucho lo que se perdió para la ciencia española por la represión y el exilio, pero todavía se perdió más por los 40 años de universidades franquistas. Aunque, lógicamente, con el transcurso de los años y la masificación, fuese quebrándose ese monolitismo.
¿Por qué existe aún esa reticencia a mirar atrás?
En ese sentido, la Universidad no es diferente del resto de la sociedad. En España no se produjo ningún movimiento de desfranquización similar a los procesos vividos en Alemania o Francia tras la Segunda Guerra Mundial. Entre otras razones, ello no fue posible porque el franquismo tan sólo finalizó cuando el dictador murió. Nadie hizo caer al franquismo. Además, cabe recordar que una dictadura sólo puede aspirar a perpetuarse durante 40 años, si cuenta con el apoyo de parte de la sociedad. El franquismo no fue sólo Franco. El franquismo fueron todos aquellos individuos y colectivos que vincularon sus intereses particulares con los generales del franquismo, consolidando así al régimen. La represión, sobre todo, cohesionaba a los vencedores. Porque tras cada sanción había decenas de personas implicadas (jueces, testigos, legisladores, etc.) y uno u otro beneficiado. En la época se decía: “¿Quién es masón? El que va por delante del escalafón”. Para medrar era necesario colaborar con el régimen y mucha gente participó activamente para conseguir prebendas… aunque ello significara, por tanto, ayudar a consolidar el régimen. En parte, pues, la actual sociedad española es más hija del régimen franquista que del régimen democrático de la Segunda República. No estoy diciendo que España sea ahora franquista, sino que sus orígenes son en buena parte éstos. De ahí la reticencia de mirar atrás.
¿Qué opina de la exhumación de la fosa de Lorca?
Me parece que el simbolismo del poeta exacerba las posiciones y complica, de forma exagerada, un caso particular. Mientras, miles de personas anónimas siguen enterradas en fosas que merecerían algo más de atención.
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