Este artículo se publicó hace 12 años.
"Mientras haya fosas, habrá rencor"
Las víctimas llevan flores al TS para recordar a los represaliados por Franco
"No nos podemos marchar todavía, tenemos que seguir aquí luchando porque nuestros gritos se escuchan muy bien dentro de esa sala". Julián Rebollo, miembro de la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo, intentaba ayer megáfono en mano mantener vivo el ánimo de las alrededor de 50 personas que, desafiando las bajas temperaturas, se reunieron en las inmediaciones del Supremo para dar su apoyo a Baltasar Garzón y a los testigos de la defensa en la última jornada del juicio contra el magistrado por la causa del franquismo.
Aunque menos numeroso que en otras ocasiones, el grupo, formando por descendientes de víctimas y militantes del movimiento de la memoria histórica, coreó las ya conocidas consignas de "¡Fosas cerradas, heridas abiertas!", "¡Verdad, justicia, reparación!" o "¡Garzón, absolución!".
Muchos de los asistentes llevaban también claveles rojos en señal de homenaje a los represaliados. Sobre una lona de varios metros de largo, donde las fotografías de decenas de víctimas se mezclaban con signos de interrogación en señal de recuerdo a los desaparecidos, los concentrados arrojaron las flores y guardaron un minuto de silencio que acabó con vivas a la República.
Asesinado en 1936Gregorio Rodrigálvarez Plaza fue una de las personas que ayer se concentró frente a las puertas del Supremo. Sostenía una pancarta con una foto de su padre junto a varios datos de su triste historia. "Era republicano. Tenía una tienda de telas con otro señor, las cosas le iban bien y eso provocó envidias en Sigüenza (Guadalajara), donde vivíamos", cuenta Rodrigálvarez.
Él tenía algo menos de 3 años cuando, el 8 de octubre de 1936, los golpistas fueron a su casa y se llevaron a su padre. No lo volvió a ver.
Fue fusilado y, desde entonces, está enterrado en una fosa común, bajo una alameda. Como todas las víctimas del franquismo, guarda en su memoria un catálogo de anécdotas que reflejan bien la opresión ejercida sobre los defensores de la República. "Cuando se lo estaban llevando, un hermano mío, que era un poco más mayor que yo, se agarróa la pierna de mi padre. Le dijeron: ¡Quita esto de aquí si no quieres que sufra tu misma suerte!", recuerda.
Ha intentando rescatar los restos de su padre para darle un enterramiento digno, pero asegura que el obispo de Sigüenza se opuso. "Dijo que eso era para hacer rencores, pero yo no busco venganza, sino una reparación. Mientras haya fosas cerradas habrá rencor para siempre. Lo tendrán mis hijos, sus hijos... esto no se va a acabar", lamenta.
A otra generación, la de los nietos de represaliados, pertenece Mercedes. Su abuelo, afiliado a UGT, tuvo que huir a Francia escapando de una condena a pena de muerte. Desde allí, con los primeros ahorros que consiguió envió a sus hijos una enciclopedia, Petit Larousse Illustré, que ahora Mercedes guarda como un tesoro. "No podemos olvidar ni perdonar que un país democrático no quiera identificar a las víctimas de un régimen dictatorial", aseguró tras una de las pancartas.
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