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"Nunca he renunciado a Peter Pan"

Esteban González Pons. Ex niño repelente. Gafotas de pequeño y 'friqui' de los videojuegos después, ahora es padre de una familia que es como la de los 'Serrano'

JESÚS ROCAMORA

'¿Sabes por qué Zapatero tiene las cejas hacia arriba? Se le pusieron así después de ver a Chuck Norris', suelta Jorge, hijo de Piluca, la actual pareja de Esteban González Pons. Según Jorge, que tiene 13 años y no para de consultar Tuenti durante toda esta entrevista, Norris, entre otras superhabilidades, tiene la de contar hasta el infinito dos veces y ser el responsable de la extinción de los dinosaurios. Jorge es uno de los Serrano, que es como González Pons (Valencia, 1964) describe el familión que tiene con Piluca: ella aportó tres hijos de un matrimonio anterior, él dos, y juntos tienen una niña. Por exigencias de Rajoy, todos se han quedado sin el viaje en furgoneta de cada verano.

'Crecí comiendo turmas (que son testículos) y sesos de cordero, algo que a uno de estos chicos que se alimentan en Burguer King [dice mirando a Jorge] no se les podría acercar ni a 15 metros. Cuando yo iba al colegio, por aquella zona de Valencia pasaban hasta tres rebaños de ovejas con pastor y perros al día. No he visto tirar piedras como las tiraban los pastores', recuerda en el Congreso de los Diputados. Su retrato entonces era el de 'un empollón asqueroso, niño limitado por mis gafas, un cuatro ojos sabelotodo'. No sólo era un gafotas demasiado alto: su madre le cosió una goma a las patillas para que no las perdiera y, claro, los demás jugaban a tirar de ella y soltar con fuerza. Y así: 'Cuando jugábamos a guerra de caballos, yo sólo podía ser caballo'.

'Soy un loco individualista, un liberal de tomo y lomo'

Su infancia, 'aunque feliz, fue en blanco y negro. El color llegó a mi vida con Heidi y la proclamación de Juan Carlos'. Y aunque ha pasado crisis de fe, 'nunca he renunciado a Peter Pan'. Venga, no será para tanto, no me sea quejica: también fue delegado de clase, lo que le dio ventajas: 'No servía ni para conseguir entradas en discotecas ni para atraer a chicas ni contar chistes. Era útil porque los profesores se fiaban de mis gafas para aplazar un examen y las madres de las chicas para dejarlas salir conmigo'. Aclaración: 'Las dejaban salir conmigo porque tenía la seguridad de que no les iba a hacer nada. Todo lo que he tenido que hacer de malo lo he hecho después'.

Ya entonces, González Pons sabía qué debía ser de mayor: médico. Como su padre, su abuelo, su bisabuelo, sus tíos y hasta su madre, que era enfermera. 'Pero les fallé, porque me mareaba la sangre'. Se dio cuenta de una manera notoria, junto a todo el hospital clínico de Valencia, cuando quiso hacerse el machote donando sangre para un tío enfermo. 'Sólo vi la aguja. Cuando terminó la sesión, le habían sacado sangre a todos menos a mí. Yo era el que estaba siendo atendido'. Después de la humillación, no se tomaron mal que no hiciera Medicina. Ni Filosofía, ni Periodismo: su padre prefirió Derecho.

Así que Pons también fue delegado de clase en la facultad, lo que permitió entrar en contacto con la política (que considera 'una realización menor de la literatura') y con Alianza Popular. Pero no fue el primer partido al que se afilió. Y no es que, como Moragas, tonteara con la izquierda ('soy un enloquecido individualista, un liberal de tomo y lomo'), si no que junto a Gerardo Camps ('mi amigo del alma, mi hermano'), hoy vicepresidente del Gobierno valenciano, 'nos afiliamos a un partido porque nos enteramos de que ese verano tenía una plaza para Guinea y otra a Bolonia. Él fue a Guinea, yo a Bolonia, y en septiembre nos dimos de baja'. En Bolonia, 'ese verano fenomenal, conocí a otro joven que representaba a Alianza Popular: Paco Camps'.

'El color llegó a mi vida con 'Heidi' y la proclamación de Juan Carlos'

Pons tuvo algo de friqui: fanático del ajedrez, de Tol-kien y los videojuegos (un jugón: tuvo Spectrum, Amiga y PC), afirma que 'la novela contemporánea son los juegos de ordenador. Lo que yo sentí frente a Moby Dick o Ivanhoe, mis hijos lo están sintiendo ante Lara Croft o el Príncipe de Persia'. Considera el acceso a internet un derecho constitucional y a todos los de su generación 'inmigrantes analógicos en el mundo digital. La paradoja es que somos los que gobernamos este mundo digital'.

Hoy vive en Madrid mientras el resto de los Serrano se reparten en un piso en Valencia. 'Madrid es tan grande, que te permite por la mañana ser un político de la oposición conservadora y por la tarde, como dice Sabina, perderte por las venas de la ciudad. Convertirte en cinéfilo, drag queen, dandi, juerguista... lo que sea, mientras al día siguiente estés en tu trabajo'.

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