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Indignación: esa buena consejera

El poder no quiere saber nada de quejas

ALFONS CERVERA

Parece que las elecciones no se celebran el próximo domingo sino el año que viene. Los dos grandes partidos se empeñan en cambiar la fecha de la contienda electoral y sólo hablan de lo que apenas tiene que ver con los asuntos municipales y autonómicos. Lo decían ayer los líderes del PP valenciano: vamos a llenar más que Zapatero la plaza de toros de Valencia. Sólo eso les interesa y por eso la calle pasa de lo que dicen y pone fecha a su propia jornada electoral.

Las cifras seguidas de una letra mayúscula casi siempre señalan el horror. Pero el 15-M señala otra cosa bien distinta. Las miles de personas que salieron a la calle el pasado domingo no quieren que nadie hable por ellas. Lo mismo que hace unas semanas, en Valencia, otras tantas miles de insatisfacciones se echaron a la calle para protestar contra la corrupción que en estas tierrasprotagonizan con el cinismo acostumbrado las huestes de Camps con el presidente más imputado del mapamundi a la cabeza.

Los manifestantes indignados' no quieren que nadie hable por ellos

La calle va a su bola. Las consignas no le vienen impuestas por los intereses de esos mercados que no sé por qué se llaman mercados y no como los jefes de los bancos y de las grandes empresas planetarias. La calle es mayoritariamente joven. La precariedad es un pozo de humillación que aumenta las dimensiones trágicas del paro en una edad que no permite convidar al novio o a la novia a una puta cerveza en un rato de fiesta compartida. La calle también es esa fiesta compartida. La rebelión no tiene por qué tener el rostro abrupto de la gravedad, ni el del luto. No sé cuánto durará esa rebelión. Las elecciones son el domingo que viene aunque no lo parezca y estaría bien que la fuerza y las ganas de las manifestaciones no decayeran a partir del lunes.

La política ha de recuperar su punto de moral extraviada y las protestas en Valencia contra la corrupción y las que el 15-M sacaron a la calle miles de cabreos igual consiguen que esa política no se acueste impunemente con el dinero todas las noches de su vida.

A lo mejor no se logra romper esa impunidad a corto plazo. Pero la indignación es buena consejera para quienes el futuro es una broma de mal gusto. Y no sólo el futuro, sino el mismísimo presente. El poder no quiere saber nada de esa indignación. La apalea. Aun así, ese poder no lo tiene fácil. Así lo dice Tom Waits en su canción On the nickel: 'Piedras y palos me romperán los huesos / pero siempre seré auténtico'. Pues eso.

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