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Josefina vuelve sobre los pasos de Marcelino

Un recorrido sentimental por el Madrid del fundador de CCOO

ELENA HERRERA

No podía comenzar en otro sitio. La ruta con la que ayer Josefina Samper, la viuda de Marcelino Camacho, y sus hijos, Yenia y Marcel, recorrieron algunos de los lugares que marcaron la vida del líder sindical y su familia tuvo en el barrio madrileño de Carabanchel su punto de partida.

Del brazo de Nativel Preciado, la escritora que ha condensado la vida de Marcelino y Josefina en el libro Nadie pudo con ellos (Espasa), la mujer avanza hacia la que durante más de 50 años fue su vivienda. En su regreso del exilio, los Camacho Samper pasaron una temporada en el piso de una prima de Marcelino hasta que se mudaron, en los sesenta, a este barrio del sur de la capital. La elección no fue casual, Josefina estaba empeñada en vivir cerca de la cárcel, aunque su marido todavía estaba en libertad. 'Estaba segura de tener que visitarla muchas veces', cuenta en la cocina de la vivienda que tuvieron que dejar en 2009, ante la imposibilidad de Marcelino de subir hasta el tercer piso. 'Compramos el tercero porque costaba 7.000 pesetas menos que el primero', cuenta Josefina.

La periodista Nativel Preciado condensa en un libro la vida del líder sindical

Con paciencia infinita, la viuda del fundador de CCOO, fallecido el 29 de octubre de 2010, enseña las estancias de la casa como quien muestra un palacio. 'Aquí dormían mis hijos, este es el estudio de Marcelino, con todos sus papeles. Los muebles nos los hicieron los camaradas, sólo pagamos los clavos'.

Es una mujer fuerte, pero sus ojos azules centellean al recordar a su compañero y cómo era la vida de la familia en el barrio. 'Nunca oculté que Marcelino estaba en la cárcel, los vecinos nos ayudábamos. Hasta que salió de prisión, cada mes me encontraba 20 duros en el buzón. Nunca supe quién nos los daba. Había mucho miedo, pero también compañerismo', recuerda.

Ante los escasos restos que quedan del edificio de la cárcel de Carabanchel, Josefina rememora las ollas de comida que le llevaba a su compañero y que no tardaron en hacerse famosas en las galerías de los presos políticos.

Josefina eligió vivir cerca de la prisión porque auguraba el destino de su pareja

'No sabes la de limas que gasté en lijar los paneles de plástico de los locutorios en los que tenían lugar las comunicaciones. Por ese agujero, a escondidas, le pasaba ejemplares de Mundo Obrero partidos en trocitos. Aparte le daba papel de celo para pegarlos. Los guardianes me preguntaban que para qué quería Marcelino tanto celo y yo les decía que era para pegar las guirnaldas de la fiesta del Carmen', cuenta Josefina. Su hijo Marcel también pasó por el penal de Carabanchel y durante tres meses compartió celda con su padre.

El edificio de la antigua Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, donde la Policía franquista torturaba a todo aquel que se atreviera a disentir con el régimen, fue el siguiente alto en el camino. 'Le tengo mucha rabia a la Puerta del Sol', reconoce Vicenta, la hermana de Marcelino, también presente en el recorrido. Cuando metieron en los calabozos de la DGS a su hijo Marcel, Josefina no dudó en cantarle las cuarenta a Saturnino Yagüe, el comisario jefe de la Brigada Político Social.

En el camino hacia la última parada, un tradicional restaurante del barrio de Chueca, Josefina sonríe al recordar una vida, la suya, marcada por el exilio, la cárcel y una eterna lucha por la libertad. A sus 85 años sólo le falta una cosa, su compañero. 'Lo echo tanto de menos'.

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