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Kilómetros y cadenas por rescatar a su hijo

DANIEL AYLLÓN

Dos cadenas de hierro atan desde hace un año el cuello y las muñecas de Gustavo Moncayo, un profesor colombiano de 55 años cuyo hijo, Pablo Emilio, lleva una década secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Es su forma de gritar. De llamar la atención para impulsar el proceso de paz entre el Gobierno de su país y los grupos armados.

El 15 de septiembre, Moncayo y su hija llegaron a Francia con la invitación de una asociación para exponer su caso. Desde entonces, líderes políticos de más de 30 ciudades de Italia, Alemania, Bélgica y Francia les han recibido y dado muestras de apoyo. El Parlamento Europeo y el papa Benedicto XVI también les abrieron las puertas de sus despachos y ahora toca el turno de España, donde visitarán Madrid, Barcelona, Valencia y Burgos.

“Hace años sólo quería rescatar a mi hijo, ahora voy más allá y lucho por la paz en el país”, explicó ayer en la sede del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid, donde también recibió el apoyo de IU. Con lágrimas en los ojos, Moncayo relató el calvario que sufre y su Marcha por la paz en la que recorrió a pie 950 kilómetros desde su localidad, Sandona, hasta la capital de Colombia, Bogotá.

Al llegar fue aclamado por miles de personas y recibido por el presidente, Álvaro Uribe, al que entregó dos millones de firmas de apoyo al acuerdo humanitario para el intercambio de rehenes con las FARC. “Pero hace años que Uribe lo rechazó y sólo acepta rescatar por la fuerza a los soldados presos”, comenta dolido.

Respecto a su hijo, explica que no quiere que lo liberen con una acción militar porque tiene un “aspecto descuidado como el de los guerrilleros y si los militares los encuentran podrían matarlo por descuido”.

Moncayo es creyente y reza para que Dios proteja a su hijo y le dé noticias porque desde mayo no ha recibido ninguna comunicación sobre su estado de salud. “Lo último que nos dijeron es que estaba muy enfermo y que le administraban oxígeno. Me dijeron que lo tenían que liberar o llegaría en una bolsa de plástico”. Desde entonces, cada semana aumenta su preocupación, pero asegura que aunque no haya pruebas de que siga vivo, seguirá peleando por la paz en Colombia.

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