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Llamazares extiende las culpas del fracaso a los críticos de IU

El líder de la federación marca distancias con Zapatero y no le asegura su apoyo en la investidura

JUANMA ROMERO

Tres días después del 9-M, tres, Gaspar Llamazares tuvo que recurrir a su mejor semblante para aparentar calma y serenidad en medio de las turbulencias. Hasta se entregó al chascarrillo no exento de crítica mordaz a la prensa. “Quiero agradecer la inusitada atención que en estos momentos recibe IU, que espero que sea la que genere a lo largo de la legislatura”. En efecto, la habitualmente solitaria sala de prensa estaba ayer colmada, con una veintena de medios siguiendo la primera comparecencia pública del coordinador de IU tras la noche electoral.

Llamazares se disciplinó. Impuso un primer análisis de los resultados, un “fracaso sin paliativos”. Como siempre, incluyó como “determinantes” los factores exógenos: la “dinámica bipartidista feroz, agitada desde sectores políticos, mediáticos y económicos”, y una “ley electoral antidemocrática”. Todo ello “condimentado con el voto del miedo”, el que el PSOE ha espoleado en campaña para rebañar más sufragios y poder frenar así al PP.

En tercer lugar ubicó las “condiciones internas”. Es decir, las luchas fratricidas, que impiden a IU “rentabilizar” las conquistas sociales y proyectar una “mejor organización”. “No hemos logrado la necesaria cohesión. Ser plurales no debería ser igual a aparecer crispados o divididos”. Ése es el estrecho mea culpa. En la línea política o en la estrategia de campaña, Llamazares visualiza “más aciertos que errores”.

No consentirá “aquelarres”

Pero no habrá haraquiri de la dirección federal. No. “Asumimos la responsabilidad, no la culpa. Estoy dispuesto a colaborar en el relanzamiento de IU, pero no en un aquelarre que proyecte a la organización una imagen de debilidad”.

El mensaje, implícito, estaba claro. Los críticos con él, el aparato del PCE que ha pedido su cabeza en estos años, también son culpables del 9-M por haber hurgado en las heridas, y por eso no consentirá que se le pasen “facturas” o “cheques”. “Los otros no quedan liberados de la carga, claro que no”, expresó ayer un dirigente gasparista. Y otro añadió: “Era un aviso al PCE. Le queríamos decir que así no puede seguir. Debe definir cuál es su papel”. La colectivización de la culpa se entiende como una catarsis previa a la constitución de la comisión encargada de preparar la asamblea de junio.

Y también para salvaguardar el papel del coordinador. Llamazares prometió tomar decisiones “con prudencia”, como un líder “en funciones”. Pero mantendrá “en principio” su acta en el Congreso estos cuatro años, porque es un “mandato de los electores”.

Desde su escaño dirigirá una oposición “claramente de izquierdas”. Eso no predispone el sentido de su voto en la investidura de Zapatero, que tendrá que decidir IU de forma “consensuada”. Aunque pareció adelantarle el no. “No preveo que el Gobierno se oriente a la izquierda”. Obvio. IU ha perdido fuerza. El presidente, dijo, lo siente también así. “Le felicité, y él se mostró apenado por los resultados”.

 

1. De 10-15 personas // La negociación de la comisión que preparará la IX Asamblea está muy en pañales, pero se barajauna composición de 10-15 personas, con “cierto equilibrio” entre la mayoría gasparista y el resto de sensibilidades y territorios. Los fieles al coordinador avisan de que no renunciarán a la “legitimidad” que les otorgó la anterior asamblea. “No pasamos los muebles a la minoría del PCE”.

2. Será 'el poder real de IU' // La comisión actuará, en la práctica, como una gestora. “A ella se desplazará el poder real de IU. Se pretende que la experiencia unitaria se traslade a la asamblea y al nuevo equipo”, afirman fuentes de IU. “Su éxito es el éxito del futuro”. 

 

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