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"Me daba vergüenza decirlo en el cuartel"

La guardia Raquel sufrió malos tratos y amenazas de muerte de su marido

RAMIRO VAREA

Raquel tenía 35 años cuando su marido la agredió por primera vez. Fue el principio del fin de su matrimonio, una pesadilla que aún hoy esta mujer recuerda con horror. Las agresiones, amenazas, empujones y bofetadas ocurrieron en el interior de una Casa Cuartel de la Guardia Civil en Guadalajara, donde residía la pareja con sus dos hijos.

El motivo: Raquel era agente del instituto armado. 'Nunca comenté en el cuartel el tema de los malos tratos porque me daba vergüenza. Sabía que no me creerían si lo contaba', relata ocho años después de aquel infierno.

Esta mujer ingresó en la Guardia Civil en 1989, dos años después de su boda. Fue a finales de 1999 cuando 'de las discusiones fuertes y las malas palabras' se pasó a la violencia y a la agresividad extrema. Su marido comenzó a ausentarse del trabajo. 'Llegaba a última hora de la noche a casa bebido, y lo pagaba conmigo y con los niños', explica. Raquel, una mujer de 'carácter fuerte', fue a la psicóloga, 'para ver si es que realmente la que fallaba en la relación era yo'.

La situación en casa fue empeorando hasta que a partir del 2000, se hizo completamente insoportable. El hombre pegó en alguna ocasión a su hijo, de 12 años, y también a la niña. Pero era su mujer la principal víctima de estas agresiones. 'Tenía mucho miedo. Me pegaba y yo le esquivaba como podía. Me llegó a amenazar con un martillo, con un cuchillo... hasta que me intentó ahogar', cuenta la agente.

En ese momento decidió huir, con los niños, a casa de sus padres. Y finalmente denunció a su marido. 'Pero le retiré la denuncia. Sé que no tenía que haberlo hecho, que me equivoqué y hoy me arrepiento', asegura Raquel, que aún tiembla cuando habla sobre aquel calvario. Fue entonces cuando se enteraron en la Casa Cuartel.

Las reacciones fueron de todo tipo: 'Hubo gente que no se sorprendió, pero otros compañeros quisieron detenerle. Me negué'.

Una familia destrozada

Después llegarían los tratamientos psicológicos y las visitas al psiquiatra. 'Los niños y yo estábamos destrozados', indica. Más tarde, vino el divorcio. Pero entre medias, aún hubo más agresiones con los pequeños, con sus respectivas denuncias. 'Hay que endurecer las penas, son muy suaves', insiste Raquel, que respira más tranquila desde que, hace cinco meses, no tiene noticias de su agresor.

'Ante todo, somos mujeres. Da igual que seamos agentes de la autoridad. En casa me sentía anulada. Cualquiera puede ser víctima de malos tratos. Es una desgracia que te toque, pero puede suceder', reconoce. E insiste en que es 'necesario denunciar siempre' las agresiones. Hoy, Raquel tiene una nueva pareja, también guardia civil, y está a punto de abandonar el cuerpo, tras un accidente de coche hace cinco años.

'Me cuesta mucho recordar aquello, me parece increíble haberlo sufrido', concluye esta mujer.

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