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"Me horrorizaba la diálisis"

María José Lastra, de 43 años, recibió un riñón de su hermana

V .P.

María José Lastra espera volver a nadar 'en cuanto pase el frío'. El médico le ha dicho que vaya con cuidado de no resfriarse, explica esta madrileña de 43 años mientras muestra la docena de botes de pastillas que tiene que ingerir cada día para adecuar su nuevo riñón a su cuerpo.

El pasado noviembre su vida cambió por completo. Después de diez años medicándose para sobrellevar la disfunción renal que le descubrieron 'por casualidad', los médicos le dijeron que necesitaba un trasplante. 'Me horrorizaba pensar en la diálisis, hubiera sido una esclavitud', confiesa esta mujer alta y de complexión atlética.

Ante las negras expectativas, su hermana Esther, de 47 años, no se lo pensó dos veces. 'Por fuera no nos parecemos, pero cuando nos hicieron las pruebas, resultó que por dentro éramos idénticas', sonríe. Lastra confiesa que temía por si la salud de su hermana se resentía por darle un riñón, pero entendió que también para su hermana que ella estuviera bien era indispensable. 'Es lo mejor que me ha pasado nunca', asegura.

El riñón de Esther empezó a funcionar en el cuerpo de María José de forma casi instantánea, relata orgullosa la madre de ambas, que ha dejado atrás los meses de angustia e insomnio por la enfermedad de su hija menor. 'Es una sensación extraña, pienso en mi hermana a diario', explica María José.

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