Este artículo se publicó hace 17 años.
La otra (micro) España en el norte de Marruecos
El Peñón de Vélez de la Gomera, el de Alhucemas, y las islas Chafarinas, también están comprendidas en las fronteras del Estado.
Existe otra España minúscula —apenas unos peñascos y un puñado de hectáreas— desperdigada entre Ceuta y la frontera de Marruecos con Argelia más o menos cerca de la costa marroquí.
Pocos podrían decir los nombres de estos lugares, pero el Peñón de Vélez de la Gomera, el de Alhucemas, y las islas Chafarinas, también están comprendidas en las fronteras del Estado. Y, en el caso de Vélez y Alhucemas, desde unos cuantos siglos. Pero son tan pequeñas y tienen tan poca importancia hoy que nunca han sido holladas por los Reyes en visita oficial.
Ceuta es española desde 1668, fecha en la que Portugal, que la había poseído antes, reconoce la soberanía de Madrid. Melilla fue tomada antes, en 1497. Éstas y el resto de plazas eran llamadas presidios, “pero entendidos como lugares de frontera donde hay una guarnición militar, aunque también hubo momentos en que eran fundamentalmente cárceles”, según explica Antonio Bravo, cronista oficial de Melilla.Castilla, plena de energía expansiva en 1492, tratará de proteger su flanco sur con este salto del mar para evitar que otros moros emularan a Tarik, el que derrotó a los visigodos en 711.
Fruto de este impulso, y para asegurar la navegación ante los piratas berberiscos, pasarán a dominio español los mini territoros que acompañan a Ceuta y Melilla. Como dice la historiadora María Rosa de Madariaga, la consecución de estas plazas fue “una prolongación de la Reconquista en el norte de África”. Así, en 1508, en concreto, el 23 de abril, una escuadra enviada por Cisneros tapa de velas el horizonte del peñón de Vélez de la Gomera. La roca es un Gibraltar mínimo de 85 metros de altura, 250 metros de largo y 100 de ancho.
En 1522, el monte que era isla y ahora península —unos 80 metros de arena la unen a tierra firme desde un temblor en 1934 —, vuelve bajo la égida musulmana. Los cristianos no cejan en el empeño y Vélez de la Gomera pasa definitivamente y hasta hoy a la corona en 1564 por la acción de una armada de 93 galeras. Han pasado 443 años de aquello.
Vélez se encuentra prácticamente equidistante de Ceuta y de Melilla y a 100 millas náuticas de Málaga. En la roca no viven más que los soldados que hacen turnos en la guarnición y van y vienen de Melilla. Son los Regulares, que defienden ésta y el resto de plazas.
Sorprende que en un sitio tan pequeño llegaran a vivir hasta 400 soldados e incluso más presos. En 1622 se les dejó libres para que pasasen al enemigo ante la escasez de víveres que sufrían. Porque la vida en estas plazas era “horrible”, según la describe De Madariaga: “En el XVIII, en los peñones había hambre, pestes y rebeliones”. Vélez es hoy un lugar ensoñador al que sólo se accede con permiso de Defensa. Su perfil recortado a lo isla de la Tortuga coloca al espectador ante una imagen de Salgari.
Cuentan por allí que la relación con los vecinos es buena y que el médico militar atiende las urgencias del pueblo marroquí vecino
La siguiente roca en caer del lado español fue el peñón de Alhucemas (de sólo 27 metros de altura), a 100 kilómetros al Oeste de Melilla. Una escuadra se hizo con este macizo mínimo rodeado de agua en 1673. El objetivo era de nuevo mantener a raya a los berberiscos que atosigaban la navegación en el mar de Alborán y se embarcaban en frecuentes razias contra las costas ibéricas.
Alhucemas, un barco fondeado
El peñón de Alhucemas semeja al atardecer un barco fondeado en la bahía homónima. Se alza, con las pocas casas que abrigan a los Regulares, a medio kilómetro de la playa, aunque dos islotes que surgen a 50 metros de la orilla, los de Mar y de Tierra, son igualmente de soberanía española (en Mar estuvo el cementerio del peñón). Tierra tiene una altura de 11 metros y Mar, menos de cuatro. De Madariaga asegura que “Marruecos nunca dejó de intentar la reconquista de Alhucemas, Vélez, Ceuta y Melilla, sobre todo desde la llegada de la dinastía actual, la alauí, con Mulay Ismail, en 1659”.
Si se exceptúa Perejil —el peñasco que el Gobierno Aznar recuperó con la fuerza de los legionarios en 2002 y cuya soberanía está en discusión—, los últimos territorios que Marruecos reclama como “presidios usurpados” son las islas Chafarinas. El archipiélago se sitúa frente al cabo del Agua y está formado por Isabel II, Congreso y Rey. Las ocupó, deshabitadas, el general Francisco Serrano en 1848. El cronista de Melilla, Antonio Bravo, lleva años excavando en Congreso —“la única topografía española dedicada a la Cámara”— un poblado neolítico. Además, las islas son muy ricas en naturaleza. Allí nadaba Peluso, “la última foca monje española” como se decía en los 90 cuando saltó a la fama y fue estudiada y protegida.
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