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Musiquilla demócrata

Modula pasiones humanas y nunca falta en esa fiesta de lo emotivo que es la campaña

 

ANTONIO BAÑOS

Temístocles nació mientras se inventaba la democracia ateniense. No era noble, ni culto, ni guapo, pero tenía un talento innato para triunfar en ese extraño régimen de libertad y demagogia. Fue el primer 'candidato profesional' de la historia. A los 34 años, se presentó a sus primeras elecciones. Lo que hizo fue mudarse al barrio del Cerámico, cerca del Ágora, y durante la campaña invitó a los mejores músicos a ensayar en su casa. Pronto, los atenienses pasaban las tardes frente a la sede de Temístocles. Había nacido el jingle electoral. Y Temístocles fue elegido arconte.

Mengod compuso el himno coral del PSOE con aires bonapartistas La música modula las pasiones humanas y por eso no puede faltar en esas fiestas de lo emotivo que son las campañas. Pero viendo que la fiesta estaba muertita, Toni Cantó ha animado el cotarro con un rap. El pintoresco partido lerrouxista de Rosa Díez se adhiere así a esa extraña idea de lo enrollado que tienen los políticos y que sonroja a los que somos eternos hypsters (modernos en moderno) La pieza bebe de Delafé y las flores azules en el anuncio de la cerveza San Miguel de este verano. En aquel spot, cantaban aquello tan supercosmopol de: 'Cerveza de un lugar llamado mundo'. Pero Cantó no se ha arrugado y nos rapea con flow: 'Somos el mundó, porque nosotros lo formamos' Así, convirtiendo mundo en agudo. Como se entere el Nobel Vargas Llosa que andan sus amigos alterando la prosodia de la bella lengua de las visitadoras, tendremos lío.

La música de nuestra democracia ha tenido su interés. Para imitar el emotivo Grândola Vila morena de la Revolución de los Claveles portuguesa, la Transi se lanzó apresuradamente a buscar himnos y los encontró en Libertad sin ira de Jarcha y en una promo electoral titulada Habla pueblo habla, del grupo Vino Tinto.

'Mi pueblo'

El caso es que, durante los setenta, la canción domina y seduce. El PSOE de entonces saca un single. La cara B se llama Mi pueblo y arranca con los versos: 'Olvida tu pasado, pueblo valiente'. Toda una declaración de extraño amor a la memoria histórica, cuando aún no tocaba hablar de fosas y victimarios.

La música del PP es, en cambio, de aire liberal y se podría tocar con violín

Pero llega el 82, Naranjito y la madurez. La democracia de pana y patillas muta. Y pasamos de la canción al himno. Los partidos, en los setenta, necesitaban la conexión emocional y la pedagogía moral que daban la voz y la letra. Pero cuando esos mismos partidos devienen en instituciones, en mecanismos del Estado, buscan la pomposidad solemne de los himnos. Nuestra democracia se queda sin letra y, si me apuran, sin voz cantante. Y en su lugar, tenemos esta fanfarria enlatada que acerca significativamente la música del mitin a la del centro comercial.

Los paisanos de Temístocles creían que según qué escala musical se escogía para una melodía, se podía cambiar la visión política del público. En su República, Platón afirma: 'Cuando cambian los modos de la música, las leyes fundamentales del Estado cambian con ellos'.

Puede parecer exagerado, pero no lo es para los compositores de los himnos de los dos grandes partidos. Julio Mengod es el autor del himno de PSOE, que compuso en el 82 con aires bonapartistas. Como confirma él mismo en un Abc del 2008: 'Salvando las corcheas y semicorcheas, se aproxima al Himno de la Alegría de Beethoven', que es, no lo olviden, el himno de la UE. Europeísmo y sí a la OTAN, encriptadas en sus notas. Pero Manuel Pacho tiene una visión diferente de la música. El autor de Puleva, me va, me va, me va y compositor del himno del PP, ve a la derecha con otro tono: 'Es música liberal y con un progresismo diferente al de la izquierda, que es coral, de gran marcha. La música del PP se podría tocar con violín y la del PSOE necesita una orquesta sinfónica y coro'. Beethoven frente a Schubert, por decir algo.

El himno del PSOE sería pues un canto a la obra pública faraónica, un himno a la alegría presupuestaria. Una masa coral clamando por la subvención. Mientras que la modestia sonora del PP encajaría con la austeridad, los recortes y cierto calvinismo que, dicho sea de paso, la burguesía española no conoce ni en pintura. Total, para acabar cantando No te creo Alfredo.

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