Este artículo se publicó hace 17 años.
Noventa minutos de sueño nacionalista
El partido de fútbol que enfrenta hoy a Euskadi y Catalunya reabre el debate del reconocimiento oficial de las selecciones autonómicas a nivel internacional
Euskal Herria y Catalunya juegan hoy su segundo amistoso en un año. Es en San Mamés, pero lo que pase en el campo es lo de menos. Lo importante son los actos paralelos para reivindicar la oficialidad de las selecciones de estos territorios, donde el desapego a los combinados españoles está al orden del día. Una desafección motivada por la identidad nacional y reforzada por los nulos éxitos de España en el deporte rey, el fútbol.
En octubre de 1975 España vivía acontecimientos excepcionales: los Grapo atentaban por primera vez, Juan Carlos I asumía la Jefatura de Estado de manos de un Franco moribundo y la selección jugaba su último partido oficial en Catalunya. Era día 12, el de la Fiesta Nacional, en el ya demolido Sarrià.
Desde entonces, algún amistoso –nunca en el Camp Nou– y la selección olímpica de 1992 son los únicos momentos en que la roja ha sido vista. Más de lo mismo en Euskadi. Allí, la selección no juega desde mayo de 1967. Lo hizo, también en Bilbao, ante Turquía. Esta situación no es fruto de la casualidad o el olvido.
Desde el nacionalismo se ha intentado –ya desde las Olimpíadas de 1992 con el intento de Comité Olímpico Catalán– competir en plano de igualdad con otras naciones a nivel deportivo como lo hacen, por ejemplo, Escocia o Gales en fútbol o rugby.
Pero el Comité Olímpico Internacional y las federaciones más importantes han ido modificando en los últimos años sus estatutos (en algún caso presionadas por España) para impermeabilizarse ante las naciones sin Estado.
Medio millón de firmas
Pese a lo difícil de la empresa sin Estado avalándola, en 1997 se fundó en Catalunya la Plataforma Pro Seleccions Esportives. Su primera actuación no pudo ser más exitosa: reunió en semanas 521.249 firmas para cambiar la Ley del Deporte y posibilitar que los combinados catalanes compitieran.
La petición se tumbó sin contemplaciones en Madrid, pero la selección catalana comenzó a disputar amistosos navideños con éxito: si en 1997 reunía a 35.000 espectadores, en 2002 llenaba los 98.000 asientos del Camp Nou ante Brasil. Entre 2001 y 2004 superó cada año los 60.000 aficionados.
Pero el globo del optimismo comenzó a deshincharse hace tres años ante el muro de hormigón construido por las federaciones españolas y el gobierno central para frustrar la oficialidad de las selecciones catalanas. El diálogo de sordos ha sido una constante. PSOE y PP han ido, en esto sí, a la una.
Argumentan que es “inconcebible” que una parte (Catalunya o Euskadi) se enfrente al todo (España). Por eso el ex president Maragall propuso con originalidad que España compitiera con otro nombre para que las “otras naciones” que la forman lo hicieran sin que a nadie se le viniera el mundo abajo. Carod lanzó la idea de Olimpíadas de Naciones sin Estado al estilo de las ya existentes de la Francofonía.
En 2005, el desánimo cundió y sólo 34.000 espectadores fueron al Catalunya-Paraguay. El celo de la Federación Española para evitar que Catalunya juegue ante rivales de entidad la llevó, este 2007, a usar todo tipo de artimañas para frustrar un amistoso ante EEUU.
Las selecciones propias generan debate en Euskadi y Catalunya y las opiniones tienen a menudo que con la tendencia política. Pero el panorama no es halagüeño para la selección española. Aun compitiendo oficialmente, se queda lejos de recoger en Bilbao o Barcelona el afecto mostrado a las selecciones vasca o catalana.
Pasotismo con la española
Pero tampoco en el resto del Estado la roja triunfa lo que desearía. Según el CIS sólo el 0,3% de españoles ve en la selección su primer equipo. El resto, opta por los clubes. El 49% dice no tener “ningún interés” por sus partidos.
Catalunya, Galicia y Euskadi piden poder competirLos gobiernos de Catalunya, Euskadi y Galicia suscribirán este mediodía en el mismo San Mamés una declaración conjunta de carácter político en que pedirán “la participación de sus federaciones propias al más alto nivel de competición y, si cabe, la plena implicación de las federaciones propias en las federaciones internacionales respectivas”. Lo harán con solemnidad el vicepresidente catalán, Josep-Lluís Carod-Rovira, y las consejeras de Cultura vasca y gallega, Miren Azkarate y Anxela Bugallo.
El pleno del Congreso aprobó en 2004 una moción de EA en este sentido. Pero el PSOE se desdijo días después, ya que el texto pactado entre nacionalistas y socialistas abría las puertas a facilitar que las selecciones autonómicas compitieran internacionalmente, en contra de lo que prevé la vigente Ley del Deporte.
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