Este artículo se publicó hace 17 años.
El Pazo de Meirás, un regalo demasiado caro para Galicia
Las suscripciones para comprar el histórico edificio y donárselo al dictador eran obligatorias. Quien no contribuyera era considerado rojo
"Ya no se trata de de un pazo más o menos señorial, sino de una suntuosa y adecuada residencia del jefe del Estado nuevo". El artículo de La Voz de Galicia daba fe en 1938 del regalo que el pueblo de Galicia hacía a la familia Franco: el pazo de Meirás.
Detrás de ese regalo se acumulaban, mientras, una serie de dramas personales. Los regalos al General no salían del aire. Decenas de familias fueron expropiadas bajo amenazas, algunos sin recibir nada a cambio.
Ocurrió por toda España.
La familia Franco cosechó en la dictadura una fortuna inmensa, incluidos edificios singulares e históricos. Después de casi setenta años, las instituciones empiezan a tratar de recuperarlos.
El empeño de la Xunta gallega por entrar en el Pazo de Meirás y declararlo Bien de Interés Cultural abrió un debate que empieza a amenazar el secretismo que la familia del dictador guarda sobre su fortuna.
Hace pocos días el Congreso aprobó un requerimiento al Gobierno para que haga inventario de los bienes que la jefatura de Estado dejó a los Franco. En Meirás, origen de la tormenta, también se dan pasos en los tribunales para conseguir entrar en la propiedad.
Desde el mismo día del golpe de Estado, Galicia estaba en posesión de los nacionales. Era un momento en el que demostrar la afección al régimen podía separar a los elegidos de los marginados en el nuevo régimen. Los gallegos más poderosos decidieron regalar la finca de Emilia Pardo Bazán al caudillo.
En el Ayuntamiento de Oleiros, próximo a Meirás, se conservan los papeles en los que se requería al ayuntamiento para recaudar el precio del pazo. Los gallegos, "tanto pudientes como sin caudal", iban a pagar la finca. Incluso a los funcionarios se les quitaba parte del sueldo para el "regalo".
Suscriptor o rojo
Los archivos municipales guardan la suma que se entregó. Fueron 9.000 pesetas, una fortuna en plena guerra y en una Galicia deprimida. Las aportaciones iban desde los 25 céntimos hasta las 400 pesetas.
Algunos, sin nada que dar, tuvieron que entregar joyas familiares. Un anillo y unos pendientes figuran entre las aportaciones hechas en el pueblo. "Si no estabas en esos listados eras rojo con todo lo que significaba", cuenta el alcalde de Oleiros, Ángel García Seoane.
El pazo duplicó su tamaño con las tierras anexas que los vecinos vendían bajo amenaza. La propietaria de la casa de baños, cercana a la finca, fue rapada al cero antes de acceder. Carlos Babío, sobrino de una afectada recuerda el miedo de su tía. "Nadie te avisaba. Cuando el muro que cercaba el Pazo avanzaba, te dabas cuenta de que pronto no tendrías casa", lamenta.
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