Este artículo se publicó hace 16 años.
El penúltimo pulso entre Gallardón y Aguirre
El alcalde lucha para que la presidenta no le arruine el proyecto "determinante" por el que sigue en política
Ya no hay debate sobre las listas electorales. Carece de sentido. Pero Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón han decidido continuar con sus disputas en su arena política, la madrileña, mirando de reojo la política nacional. Como siempre. Y como siempre, la presidenta regional tiene en sus manos la llave que abre la puerta de la felicidad del alcalde de la capital: permitir la remodelación del eje Prado-Recoletos.
Para Gallardón, estas nuevas obras suponen una continuidad de su proyecto más faraónico, el de la M-30. Y el factor “determinante” por el que ha continuado como alcalde tras el 9-M. Así se lo adelantó al diario ABC el 25 de febrero, en plena campaña electoral.
La Comunidad pone trabas a la parte de las obras que comprende el denominado Bien de Interés Cultural (BIC), el área protegida que rodea al museo del Prado. Vistas las pegas, Gallardón lanzó el jueves un órdago a Aguirre. Pondrá en marcha, ya, la reforma de dos obras previstas en el plan, en las plazas de Atocha y de las Cortes a la espera del informe de impacto ambiental que exige la presidenta. Pero, ¿puede fraccionarse un proyecto que se presentó conjunto? Ésa es la baza que juega ahora Aguirre.
Duelo de competencias
El Ayuntamiento asegura que seguirá adelante con su idea. Desgajar la remodelación de las dos plazas porque no son área BIC y se rigen por el plan urbanístico de 1997. “Fuera del ámbito protegido, la competencia es nuestra, en movilidad y en tráfico, y la Comunidad no puede interferir”, insiste a Público Pilar Martínez, edil de Urbanismo. “No es razonable que se nos impida ensanchar las aceras o peatonalizar el área próxima al Congreso”.
El Consistorio “respetará” el plazo de nueve meses de que dispone el Ejecutivo regional para emitir la evaluación ambiental del BIC. Aunque estará vigilante. Fuentes próximas al alcalde prefieren no aventurar si Aguirre retrasará voluntariamente la entrega del informe. “No tendría sentido. Pero ella quiere montar bulla. Pretende que el alcalde entre al trapo. Alberto no es así. Pasa”.
El regidor no tolerará, en ningún caso, cualquier maniobra que altere el proyecto –la Comunidad siempre quiso trazar un túnel en el eje– porque éste ha concitado el consenso del Gobierno central, la Fundación Thyssen, y los grupos municipales de PP, PSOE e IU. “Nuestra opción es la más equilibrada. Las demás, no. Los expertos descartaron el túnel hace años. El plan idea un espacio de oportunidades necesario para todos los madrileños”, recalca Martínez.
El Gobierno regional insiste en que la reforma se presentó en bloque. “No por trocearlo se elimina el impacto. No entendemos sus prisas. Él fue quien en 1999 convirtió en BIC la zona. Nos resistimos a creer que el alcalde vaya a empezar las obras. Él sabe los trámites”, deslizan en el círculo de Aguirre. Pero para Gallardón el eje no es sólo una obra. Es su sueño. Y su órdago contra Aguirre.
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