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La política envenena la literatura

Los autores catalanes temen que la campaña de imposición del castellano les aleje del mercado español

LIDIA PENELO

“Sólo con pensar que alguien en España cree que el castellano está en peligro de extinción me asombro, lo encuentro una locura. No perderé mi tiempo en leer el Manifiesto”. Así de tajante se muestra Ferran Torrent, finalista del Premio Planeta 2004 y uno de los autores más traducidos y vendidos de las letras catalanas, al referirse al Manifiesto españolista que ha causado indignación en el mundo cultural catalán.

El texto firmado por Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y Félix de Azúa, entre otros, también ha inquietado y causado incomprensión. Nunca los autores catalanes han tenido la sensación de usar una lengua que se impone sobre la castellana. De hecho, algunos de ellos comprueban, desde hace años, con cierta estupefacción como sus libros se venden mejor en el extranjero que en el resto del Estado. Es el caso de Lluís-Anton Baulenas, Jaume Cabré o Albert Sánchez Piñol, autores de éxito que venden más en Alemania o Francia que en España.

El 11 de julio, la Federación Galeusca de escritores gallegos, vascos y catalanes respondió con un texto en el que reivindicaba el derecho recogido en la Constitución para que sus lenguas sean también potenciadas y condenaba la “visión anuladora” que transmite el Manifiesto de la realidad plurilingüe del Estado.

¿Se puede hablar de rechazo por parte del mercado español a los autores catalanes o es que la política trasciende en la literatura mucho más de lo que parece? Para Josep Maria Castellet, veterano crítico literario y ensayista, la situación lingüística está envenenada por la política. “Hay cuestiones que las instituciones no pueden arreglar, la Generalitat o el Institut Ramon Llull hacen lo que pueden o saben”, apunta desde la convicción que la literatura catalana está aún etiquetada como provinciana o regional exceptuando grandes nombres como Josep Pla o Mercè Rodoreda.

En opinión de Castellet no es tanto una falta de consideración de los lectores españoles sino de un “desconocimiento” que iniciativas como el texto de los intelectuales próximos a UPyD no ayuda a romper.

Assumpta Roura, escritora barcelonesa en castellano con más de diez obras publicadas, también se suma a las críticas surgidas de sus compañeros en lengua catalana. “El Manifiesto –afirma– es deplorable y aburrido, un abuso, la lengua es de las personas. Los lingüistas deben poner orden para que todos nos entendamos y en última instancia tiene que estar la política. En una sociedad global en la que más que nunca tenemos miedo a las palabras y nos inventamos eufemismos con normalidad, ningún manifiesto a favor o en contra de una lengua es legítimo”, sostiene. Otros escritores catalanes en castellano, como Eduardo Mendoza o Juan Marsé –que han evitado posicionarse–, ya rechazaron acudir a la Feria del Libro de Fráncfort donde se invitó a la cultura catalana al entender que la ocasión debía ser aprovechada por sus autores para internacionalizarse. Se consiguió y el número de traducciones ha subido.

Muchos escritores que prefieren el anonimato afirman que el mercado español es “difícil”. Algunos evitan hablar de “discriminación” por ser catalanes y lo reducen a un asunto de mercado. La lengua española edita al año una cantidad feroz de libros. Traducir un autor catalán al castellano tiene un coste que, evidentemente, el editor busca justificar con las ventas. Y España tiene uno de los índices de lectura más bajos de Europa. En el fondo, cuestiones políticas al margen, los discriminados son los libros en sí mismos.

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