Este artículo se publicó hace 17 años.
El PP pierde puestos y sus grandes batallas en la FEMP
El socialista Pedro Castro se proclama presidente de la Federación de Municipios en un plenario convulso
Pedro Castro. Definitivo. Él, el alcalde socialista de Getafe, ya es el nuevo presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Los socialistas han ganado.
La sentencia se dictó ayer, a las 15.15 horas, en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, en el desenlace de la IX Asamblea General. El resultado (59% a favor) no sorprendió a nadie. No podía hacerlo. Ni siquiera al PP, que desde el miércoles, cuando presentó a su presidenciable, Regina Otaola, sostuvo con pinzas la teoría del “todo está por ver” y ayer, viendo el pescado más que vendido, subrayaba su posición de fuerza en la nueva ejecutiva de la FEMP.
Pero la radiografía del poder es prácticamente calcada a la de 2003. Al frente de la ejecutiva, otro socialista: Castro releva al regidor palentino, Heliodoro Gallego, ahora encargado de la Comisión de Haciendas Locales. Y en el siguiente escalón del órgano de gobierno de la FEMP, pareja distribución: 11 puestos para el PSOE, 11 para el PP, 1 para CiU, otro para IU y el último, la silla 25, para el Partido Aragonés.
El cambio con respecto a la ejecutiva saliente ha sido, pues, mínimo: los populares se han hecho con un asiento que antes ocupaba su socio Coalición Canaria, a quien desde ayer mandan al Consejo Federal de la FEMP. Y es en este último órgano, el de máxima dirección entre asambleas, más amplio (61 miembros más los 25 de la ejecutiva), donde el PP retrocede, ya que ocupará, con sus aliados (CC y Partido Andalucista), 25 pupitres, frente a los 36 del PSOE y sus socios. En 2003, la diferencia PSOE-PP era mínima (31 a 30).
La engrasada maquinaria de Ferraz explica los números. Porque a la espaciosa mayoría en la votación final –Castro,15.977 sufragios; Otaola, 11.310– se suma la victoria política. La batalla mediática la ganó Génova.
Zapatero: “Tiempo perdido”
El PP ha sido tumbado en todas sus batallas estrella del fin de semana. Perdió en el pleno su moción para que las corporaciones icen la bandera. Perdió sus propuestas de solución del conflicto del Sáhara y de condena del acoso a la oposición en Cuba. Perdió su idea de modificar los estatutos de la FEMP para sustituir el voto ponderado –fijado 26 años atrás– por el de “un concejal, un voto”.
Perdió, incluso, una moción de última hora, con la que quería condenar la gestión “caótica y desoladora” del Gobierno central en su defensa de los ayuntamientos. Lo reforzó fuera, en el hall del palacio, una combativa Rita Barberá, hasta ayer número dos de la FEMP: "El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero ha supuesto un periodo perdido para el municipalismo”. “No ha aprobado ni una ley que mejore la situación de los gobiernos locales”. Pero lo que planteaba Barberá era una enmienda de totalidad a la FEMP. “Su modelo está absolutamente agotado; pervierte la voluntad de los municipios”.
PSOE e IU son partidarios de reflexionar. Pensar cómo mejorar la democracia interna de la FEMP. Con tiempo. “Podríamos buscar un sistema corrector. Siempre con consenso y unanimidad”, subrayaba tras el congreso la vicepresidenta segunda, Rosa Aguilar. “Lo importante es que ahora abordamos una nueva etapa en el municipalismo, para conquistar más espacios esenciales y lograr recursos que sufraguen las nuevas competencias”.
Pacto global necesario
Dardo en la diana. Las necesidades de los ayuntamientos. El punto de unión de todos los partidos, como rezaba la Declaración de Vitoria de 2004. Lo gritaron Castro y Otaola en su presentación como candidatos ante el plenario. Las corporaciones precisan un pacto con el Gobierno central y las autonomías. “Necesitamos medios para no ser los parientes pobres de la Transición”, clamó el socialista. “Hay que poner en hora los ayuntamientos. Los grandes, los medianos y los pequeños”, recalcó la popular.
Pitos dentro y fuera
La regidora de Lizartza (ya vicepresidenta primera de la FEMP) buscó un espacio propio: la libertad. Flameó como símbolo del PP: “¿Cómo no defender aquí la ley y la libertad por encima de la imposición de los terroristas, aunque no siempre sea fácil ni cómodo?”.Para entonces, la tensión ensuciaba el congreso. Pitadas y aplausos se sucedían en las bancadas popular y socialista. Calentaron, calentaron. Hasta reventar en confusos insultos cruzados (“fascistas”, dijeron oír en el PSOE desde el PP).
Los pitos también sonaban fuera del palacio: cien personas silbaban contra Castro. “Especulador, dictador”, le llamaban. 1.800 familias se quedarán en la calle porque el alcalde les expropia para “favorecer a sus amigos”. El regidor lo niega: la enajenación estaba prevista desde antes de que las cooperativas Getafe Capital del Sur y Cuna de la Aviación Civil vendieran los terrenos a los afectados. “Y hay sentencias que nos dan la razón”. Al PSOE también le cayó su pequeño martirio.
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