Este artículo se publicó hace 13 años.
"Prefiero mil veces una caja"
Juan y Alfredo duermen en la calle y se niegan a acudir a los albergues
"Antes que un albergue prefiero mil veces una caja, porque la caja es mía y dentro está quien yo quiera". Juan tiene 51 años y los últimos 12 los ha pasado en la calle. Duerme con su chica en plena Gran Vía madrileña, al lado de la plaza de Callao, escondido entre la multitud de ciudadanos que cada día recorren esta céntrica avenida. La caja y algunas mantas son su único equipaje. Sin moverse de su esquina, esta pareja gana 40 euros al día pidiendo limosna. Están hartos de la calle, pero no quieren oír hablar de albergues. "Son peores que las cárceles", asegura Juan, que durmió varias noches en un albergue y se niega a volver, ni siquiera en invierno. "No puedo dormir con mi pareja, me despiertan a las siete de la mañana y ni siquiera puedo beberme una cerveza", protesta este madrileño, que en su día se ganaba la vida como programador informático.
Juan se queja de la falta de intimidad de los albergues ("en una habitación duermen hasta 30 personas y no ponen ni una cortina") y de las estrictas normas que los rigen: "No te puedes tumbar en el suelo ni dormir a las seis de la tarde, ¿por qué tengo que hacer las cosas a su manera?", protesta.
"Los albergues son peores que las cárceles", afirma Juan
Sin ayudasJuan recibe 350 euros mensuales por su invalidez (va en silla de ruedas) y asegura que con ese dinero y lo que se saca en la calle no pasa hambre. "Es que yo no pido para comer, no me conformo con comer, yo necesito otras cosas porque si no me vuelvo loco", arguye. Parte de su "sueldo" diario se lo gasta, a veces, en "una cerveza, una entrada al cine o un rato de conexión a internet".
No muy lejos de donde está Juan, en una de las callejuelas que conducen a la Plaza Mayor, vive Enrique. Ajeno a los turistas que copan las terrazas de los restaurantes y se hacen fotos debajo de cada arcada, este madrileño de 63 años solo abandona su rincón cuando, a las ocho de la mañana, los servicios de limpieza rocían la calle con agua. "En un albergue me robaron hasta los zapatos", recuerda enfadado este exjefe de servicio de una empresa de reparto de publicidad. Enrique podría recibir una ayuda económica (la renta mínima de inserción) y, de hecho, en su cartera tiene una tarjeta de contacto de un trabajador del Samur Social. "Sólo me falta renovarme el DNI, pero para eso tengo que ir a la comisaría y ya pierdo toda la mañana", arguye.
"Me tendré que hacer una cabaña en un árbol", bromea Alfredo
Otro sin techo, Alfredo, que ayer tenía pensado dormir en la calle Marqués Viudo de Pontejos, tampoco recibe ninguna ayuda. Tiene dos perros y ni siquiera ha intentado entrar en un albergue. A pesar del anuncio de Gallardón, no piensa moverse de la calle: "Si no puedo dormir en las aceras, me tendré que subir a un árbol y hacerme una cabaña", bromea.
Juan critica que el Ayuntamiento quiera "apartar" a los pobres de la calle y reivindica su derecho a "vivir en un sitio donde la gente tenga que llamar a la puerta para entrar". ¿Tiene esperanzas de conseguirlo? "Sí, en el ataúd.
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