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El PSC casi no transfiere votos al PP

No hay giro a la derecha y sí al catalanismo

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

De las autonómicas de 2006 a las de 2008 ha habido cambios importantes. En primer lugar, ha crecido la participación: 3,2% menos de abstención y 136.000 votos más a alguna de las candidaturas, entre los electores residentes. En la izquierda, el PSC pierde 219.000 votos e ICV, 51.000. Entre los nacionalistas, CiU gana 269.000 y las tres listas independentistas (ERC, SI y RI) pierden, en conjunto, 54.000. La suma de lo que pierden socialistas e independentistas coincide casi exactamente con el aumento de votos de CiU.

En el clima actual es posible que algunos votantes socialistas se hayan abstenido, pero dado que la participación ha crecido en general tres puntos, es poco probable que el incremento de las abstenciones socialistas respecto a 2006 sea muy grande. La pérdida del PSC, por tanto, debe explicarse por la transferencia de votos a otras formaciones políticas y el destino obvio de la mayoría de esos votos es CiU. Y lo mismo puede decirse de los votantes de ERC en 2006: sus votos se han repartido entre las tres listas independentistas que han salido de sus escisiones y la lista nacionalista de referencia, CiU.

Es poco probable que el incremento de la abstención en el PSC sea muy grande

Quedan los votos ganados por las listas de derecha: los 70.000 que gana el PP, los 16.000 que aumenta Ciutadans, los 4.000 de la lista de Nebrera, escindida del PP, y los 75.000 de la lista xenófoba de PxC. La mayoría de estos deben llegar de abstencionistas, ya que, en términos relativos, en las elecciones catalanas, el mayor reservorio de votos en la abstención es de la clientela electoral de la derecha anticatalanista.

Una comparación más próxima es la de las elecciones generales de 2008 y la última votación en Catalunya. En las catalanas, siguiendo la pauta habitual, la participación es diez puntos menor, lo que equivale a casi 550.000 electores que en las generales de 2008 optaron por una candidatura ahora se han abstenido o han votado en blanco. También según la pauta, las listas estatales (PSC y PP), conjuntamente, pierden mucho voto y las catalanas (CiU, independentistas e ICV), lo ganan. Pero además han tenido que producirse fuertes flujos de voto, sin los cuales no pueden explicarse los resultados. Los socialistas pierden 1.120.000 votos, más del doble de lo que han crecido las abstenciones; aún admitiendo como es probable que la mayoría de los abstencionistas hayan sido votantes del PSC, quedan otros tantos que han tenido que transferir su voto a otros partidos.

Se puede hablar, más que nunca, de movilización del voto de la derecha

Las intenciones de voto declaradas en el Publiscopio preelectoral, realizado una semana antes de las elecciones, permiten explicar el sentido y las magnitudes de los flujos de voto que se luego se produjeron. De los votantes socialistas de las generales de 2008, un 31,4% tenían intención de votar de nuevo al PSC en las autonómicas, un 20,3% anunciaban su decisión de votar a CiU, un 4,4% pensaba votar a ICV, un 3,7%, a ERC, y sólo un 0,9% al PP; entre el 30 y el 35% de los votantes socialistas de generales eran probables abstencionistas.

A estas intenciones corresponderían unos 530.000 votos al PSC, cifra que, si se añade una mínima proporción de indecisos, viene a coincidir con el resultado que efectivamente ha obtenido ese partido (570.000). Ello indica también que fueron muy pocos los indecisos o electores con intención declarada de abstenerse que se movilizaron: más de medio millón de votos socialistas debieron ir a parar a la abstención (de los 600.000 que declaraban esa intención o estaban indecisos cuando se hizo la encuesta). Otros 340.000 electores socialistas tenían intención de votar a CiU, y probablemente lo hicieron, representando así las tres cuartas partes del crecimiento de voto de la lista nacionalista respecto a las generales.

ICV y las listas soberanistas (ERC, SI y PxC), que obtuvieron en las autonómicas 115.000 votos más que en las generales, debieron atraer también la mayor parte de esos votos del filón electoral socialista, tal como declaraban que era su intención los entrevistados. Al Partido Popular no pudieron ir muchos más de los 15.000 votos socialistas que anunciaban en el Publiscopio la intención de cambiar su voto en ese sentido.

Hay que tener en cuenta que, pese a mejorar en 70.000 votos su resultado respecto a las autonómicas anteriores, al PP dejaron de votarle el 28 de noviembre 226.000 electores que lo habían hecho en las generales de marzo de 2008. Casi toda la ganancia por lo demás, relativamente reducida de los conservadores de unas autonómicas a otras debe haberles llegado de una participación algo mayor de su clientela electoral, que tradicionalmente se abstiene en una proporción muy alta en las elecciones catalanas.

¿Qué se puede concluir del análisis de estos datos? En absoluto que se haya producido un giro a la derecha, porque los principales flujos de voto se han producido entre socialistas y nacionalistas y, si hacemos abstracción de los nacionalistas, los flujos entre izquierda (PSC e ICV) y derecha (PP, C's, UPyD) han sido mínimos.

De lo que sí se puede hablar es de movilización de la derecha. Porque si las listas derechistas han aumentado su cuenta en 165.000 votos es porque su electorado potencial se ha movilizado más que en cualquier otra de las elecciones catalanas anteriores (incluidas las de 2003). El clima actual de exacerbación de la contradicción entre soberanismo catalán y anticatalanismo ha sacado del refugio de la abstención a los votos derechistas.

Lo que ha sucedido el 28 de noviembre tiene, pues, una lectura clara: no es efecto de la polarización izquierda/derecha, sino de otra extrema y de carácter identitario entre catalanismo y anticatalanismo, del que se han beneficiado quienes mejor representaban ambos polos: el nacionalismo de CiU y el anticatalanismo del PP y los grupúsculos catalanes de derechas. Esa polarización electoral es la consecuencia lógica de las tensiones sobre el Estatut y la identidad catalana en las que se ha agotado la legislatura entera. Y el resultado de ese proceso no ha sido el giro de la sociedad catalana a la derecha, sino su giro al catalanismo.

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