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El PSOE encuentra el resorte

Las palabras atribuidas a Elorriaga proporcionan a los socialistas munición para incentivar la movilización

FERNANDO GAREA

El miedo es “la sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario” y provoca siempre una reacción inmediata que puede traducirse en parálisis y aturdimiento o en sobresalto y aceleración.

El miedo nunca deja indiferente, por eso es siempre un arma electoral eficaz, aunque de consecuencias siempre impredecibles. Hillary Clinton lo utiliza estos días a la desesperada para mostrar a Obama como inexperto e insolvente.

Rajoy lo utiliza para que los votantes de la izquierda dejen de ir a votar y Zapatero para que no se queden en casa y vayan a rechazar al PP. El primero busca el efecto paralizante y el segundo el que sobresalta. El candidato del PP repite frases como “Zapatero es un peligro para la economía o para la inimigración” para apelar al miedo de las clases medias y bajas, potenciales electores del PSOE.

Campaña importada de México

Para entender la frase fundamental de su campaña hay que recurrir a su nuevo asesor, Antonio Solá. Él fue el cerebro de la campaña electoral de Felipe Calderón en México, frente al izquierdista Andres López Obrador. El lema con el que ganó el anterior cliente de Solá, con una campaña muy agresiva, era “López Obrador, un peligro para México”.

Es decir, se trataba de meter miedo entre los electores, creando la “sensación de alerta y angustia” de que podían perder lo que tenían. Ahora, Rajoy ha comprado la idea que, según asegura el Financial Times que dice Gabriel Elorriaga , consiste en “sembrar suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y las cuestiones nacionalistas”.

Se busca así activar la reacción paralizante del miedo . En el caso de la inmigración sembrar el miedo tiene la contraindicación de convertirlo en pánico y en conflicto social descontrolado. Y en la economía el miedo supone llamar a la crisis, jugando con el factor sicológico de la economía.

“Cuatro años más de Gobierno de Zapatero es jugar a la ruleta rusa, un peligro para los bolsillos de los ciudadanos y un riesgo serio para las economías familiares”, dijo Rajoy ayer en Zaragoza interpretando este papel. Y Aznar llevó al extremo ayer el mensaje, como los actores encasillados que terminan sobreactuando: “Zapatero seguirá negociando con los terroristas si nadie se lo impide”.

La otra reacción al miedo, la de la sobreexcitación y la movilización. Esta es la que maneja el PSOE en la campaña. Para eso señala al PP como xenófobo y utiliza lemas como el de “no es lo mismo” o el de “si no vas, ellos vuelven”. Es decir, algo así como “aunque no nos quieran lo suficiente, voténnos al menos para que no gobierne de nuevo la derecha”. Si no es por cariño, que sea por miedo.

La base de ese mensaje está en el hecho de que el PSOE perdió las elecciones cuando en los años 90 hubo un electorado de izquierdas molesto por la corrupción y los escándalos. Ahora se trata de no molestar a esos electores e identificar al PP con la derecha eclesiástica en lo social y xenófoba. Le han ayudado en esa estrategia la exclusión de Gallardón, el programa del PP y los mensajes de Rajoy, donde la palabra centro es tabú.

Ausencia de propuestas propias

El PSOE ha encontrado en las palabras atribuidas a Elorriaga la palanca perfecta para lograr la movilización, a falta de un catálogo reconocido de propuestas electorales propias más o menos llamativas. Y lo malo para el PP es que las frases entrecomilladas del Financial Times son coherentes con lo que hace y dice Rajoy.

Los datos de los dos partidos, a una semana de las elecciones, coinciden en augurar una alta participación. Si fuera así, todo parece indicar que la baja abstención beneficiaría al PSOE, pero tampoco esa es una verdad absoluta. En 1996 ganó Aznar con una participación muy alta del 77%; en 2004 el PSOE ganó con un 75,6% y en las últimas municipales el PP fue el más votado con el 63%.

Si, finalmente, la movilización gana a la parálisis, el sucesor de Rajoy tendrá que hacérselo mirar e iniciar otra vez el viaje al centro. Literalmente, tendrá que corregir la estrategia excéntrica, definida por la Real Academia como “fuera del centro o que tiene un centro diferente”, y descentrada, o sea, “que se encuentra fuera del estado o lugar de su asiento y acomodo”.

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