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Rajoy insta a los socialistas a rebelarse contra su líder

El presidente del PP no se fía de Zapatero pero irá si lo llama para una reunión

MARÍA JESÚS GÜEMES

Descolocado. Así fue como Mariano Rajoy encajó ayer el puñetazo que Zapatero le propinó cuando le retó a presentar una moción de censura. El líder del PP, lejos de devolvérsela instándole a someterse a una cuestión de confianza o pidiendo abiertamente elecciones anticipadas, confesó ante todos que lo haría si tuviera los votos, dejando en evidencia su falta de apoyos parlamentarios.

El dirigente conservador no ocultó su sorpresa, porque es 'la primera vez' que un presidente del Gobierno invita a un jefe de la oposición a dar ese paso. 'Tendrá usted que explicar cuáles son las razones por las que lo hace', señaló.

Rajoy se encontraba ya en el turno de réplica. Por eso, en su alegato final, trató de enmendar la situación llamando a la rebelión en las filas socialistas contra Zapatero por 'responsabilidad ante la nación'. A la salida, los diputados del PSOE reían la 'ocurrencia'. Los del PP comentaban que su jefe había estado 'bastante bien' durante su primera intervención y algunos reconocían que en el último round le habían visto 'más flojo'.

En ambos tiempos, Rajoy esgrimió un tono agresivo. Descartó por completo hablar de pensiones o de la reforma del mercado laboral y prefirió centrarse en resaltar la falta de credibilidad de Zapatero. Dio igual que el jefe del Ejecutivo socialista aceptara su responsabilidad en la crisis, que asumiera las críticas, que reconociera la alta tasa de desempleo y hasta que España vivía 'un momento particularmente difícil'. No hubo concesiones. Ni siquiera cuando anunció que se pondría en marcha un plan de austeridad que el PP tantas veces ha reclamado. Rajoy se negó a estrechar la mano que se le tendía. No quiso hablar de pactos, ni responder en público si aceptaba o no acudir a la comisión impulsada por el Gobierno.

Después, ya en los pasillos, los conservadores trataron de rellenar lagunas. La propuesta de Zapatero fue tachada de 'cortina de humo', 'señuelo', 'algo inventado en el último minuto'. Para los más veteranos, comisión es sinónimo de que no se va a hacer 'absolutamente nada'. Para la dirección del Grupo Popular, de 'complicidad'. Todos insistían en que se trata de una 'crisis de gobierno encubierta', porque al portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, y al ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, se les ha 'excluido de este nuevo experimento'.

La cúpula del PP se afanaba en argumentar su postura. Todo para impedir que entre los ciudadanos se extienda la sensación de que son el partido del no. 'No es una pataleta, tenemos que ser consecuentes con nuestras políticas', razonaban. También insistían en que Zapatero les ha fallado una vez tras otra. Y ponían ejemplos. El último, cuando les prometió llamar a Rajoy a la Moncloa y siguen esperando.

Ese escepticismo contagió por completo a Rajoy. El líder de la oposición ya no se fía del presidente del Gobierno. Para él, siempre actúa igual, yendo al Parlamento a proponer un acercamiento que luego no fructifica. 'Yo le he ofrecido seis veces la posibilidad de ponernos de acuerdo para combatir la crisis', le reprochó desde la tribuna de oradores. Por eso restó importancia a la oferta de diálogo. Dijo que no sabía si el Gobierno le iba o no a llamar, que le importaba poco, pero que si lo hacía acudiría 'como siempre' había hecho su formación.

Rajoy estaba satisfecho con el resultado. Quería que se evidenciara que Zapatero está en 'una situación límite' y, a su juicio, lo había logrado. Su discurso contó con el aplauso de los suyos. Hasta el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que acudió a verlo. 'Ha sido claro y contundente. Todos los españoles podemos sentirnos orgullosos de lo que ha dicho Rajoy', y desde luego todos los miembros del PP, concluyó.

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