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Rajoy trata de rebajar la tensión que avivó en verano

El líder del PP no quiere polemizar ahora ni con Marruecos ni con el Gobierno socialista sobre la situación en Melilla

MARÍA JESÚS GÜEMES

'No quiero polémicas'. Mariano Rajoy estuvo ayer en Melilla, a pesar de que el Gobierno marroquí había tachado su visita de provocación.

Nada más aterrizar, el líder del PP dio un paseo por el centro. Medio centenar de personas lo recibió con un sonoro aplauso y al grito de '¡presidente, presidente!'. La gente que se lo cruzaba le daba la bienvenida y lo animaba a volver. '¡Mano dura!', le pidió una señora.

El dirigente conservador se mostró aliviado por la falta de incidentes

El jefe de la oposición no se encontró con ninguna sorpresa desagradable. Se hizo fotos, lanzó besos y sonrió aliviado ante la falta de incidentes. Sólo escuchó un reproche. Desde un coche que circulaba le invitaron a marcharse. '¡Vete tú a tu tierra!', le respondió alguien de la comitiva.

Todo fue tranquilo. Tal como tenía previsto, Rajoy no se acercó hasta la frontera, donde a mediodía una treintena de activistas se concentró con pancartas para expresar su malestar por su presencia. Pero él ni se enteró. Lo que hizo fue reunirse con el Consejo de Gobierno y con el presidente de la ciudad autónoma, Juan José Imbroda, del PP.

Rajoy define su visita como algo 'absolutamente normal'

Rajoy explicó que había acudido porque Imbroda le había invitado. 'Esta visita es absolutamente normal', repitió. Recordó que había acudido 'en ocho ocasiones como líder del PP' y que también lo hizo cuando formó parte del Gobierno de José María Aznar. Los suyos se encargaban de destacar que el pasado 18 de junio su jefe de filas también había ido y no había generado tanta expectación.

Imbroda puso el acento en este último dato y, cuando dio paso a Rajoy, le presentó como un 'gran amigo de Melilla'. 'Le hemos dicho que viniera a mantener con nosotros una reunión de trabajo. Primero por su alto cargo. Y, segundo, porque, casi seguro, puede ser el próximo presidente del Gobierno', explicó. El líder del PP se comprometió a que si esto último ocurría volvería a verles.

Además, le dio las gracias a Imbroda diciéndole que para él era 'un gusto, un honor y un orgullo' estar allí. 'Me desplazo con absoluta normalidad por todo el territorio nacional y como es lógico pienso seguir haciéndolo', comentó exponiendo su agenda completa para los próximos días como si se tratara de una prueba.

Zapatero dice que las declaraciones de Rajoy son 'correctas'

Reconoció que había leído la carta que le había mandado el primer ministro marroquí, Abbas El Fassi, en la que le pedía que anulara el viaje porque era 'un ataque manifiesto a la dignidad y al sentimiento nacional'. Rajoy dijo que no compartía sus términos. Pero rechazó ir más allá: 'Lamento que alguien le dé una interpretación negativa'; y afirmó que él había ido con una actitud 'positiva'.

Así, todos sus mensajes fueron lanzados en tono conciliador y con el objetivo de evitar una posible crisis diplomática. 'Marruecos y España tienen mucho que ganar desde el entendimiento y la cooperación. Tenemos que trabajar juntos y debemos cultivar más lo mucho que nos une que lo poco que nos separa', resaltó. Para no calentar los ánimos, Rajoy ni siquiera habló de la 'españolidad' de Melilla, que hoy celebra su 513º aniversario.

En agosto, Aznar atacó a Zapatero en su visita por sorpresa

Por no entrar en debates, Rajoy ni siquiera quiso criticar al Gobierno. Mientras la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se quejaba de que el Ejecutivo socialista no hubiese salido a defender a su presidente con más ahínco, él eludió la cuestión. 'El Gobierno, en fuentes [del Ejecutivo], ha dicho que podía ir donde quisiera. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Pero no voy a entrar en polémicas. Si el Gobierno de España viene más o viene menos es su problema', indicó, zanjando la cuestión.

Sin embargo ayer José Luis Rodríguez Zapatero mostró su 'respeto' por la decisión del líder del PP y consideró que las declaraciones que había hecho eran 'correctas' e iban 'en la buena dirección'.

Las palabras del ministro de Educación, Ángel Gabilondo, no sentaron bien en el cuartel conservador. Este rechazó que el viaje fuera una provocación, pero apuntó que 'otra cosa' es que la visita fuera 'adecuada, pertinente o lo mejor en estos momentos'. Algo que indignó a Cospedal, quien lo tachó de 'absolutamente inconcebible y lamentable'.

Mientras el president José Montilla decía que a él le parecía que sólo había ido a 'crear problemas', la secretaria de política internacional del PSOE, Elena Valenciano, trataba de calmar los ánimos. Para ella este desplazamiento no tenía 'nada que ver' con el de Aznar y esperaba que 'ayudase' a mantener engrasada la relación con Marruecos.

Rajoy cuidó mucho las formas. Hizo una mención a la comunidad hebrea de Melilla y otra a los ciudadanos musulmanes. Incluso llegó a recordar que había terminado el Ramadán.

La imagen quedó muy lejos de la que el PP mostró este verano, cuando aprovechó la crisis bilateral para convertirla en el eje de su oposición. El 17 de agosto, el vicesecretario de comunicación del partido, Esteban González Pons, se acercó hasta allí para denunciar 'el conflicto' con Marruecos y reclamar que España recuperara 'la tierra de nadie' fronteriza.

Un día después, por sorpresa y sin avisar al Ejecutivo, Aznar se plantó en Melilla para atacar al Gobierno, aunque él jamás visitó la ciudad como jefe del Ejecutivo. El PSOE lo acusó de deslealtad. Rajoy lo apoyó y dijo que Zapatero había 'abdicado' de sus responsabilidades.

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