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El recurso al culto de la personalidad

Ni Jiménez ni la dirección del partido, con Zapatero a la cabeza, las tienen todas consigo a la hora de asegurarse la victoria en las primarias

ERNESTO EKAIZER

Quizá terminó siendo, por el asesinato de dos guardias civiles y un intérprete en Afganistán, el peor día para acometer una faena partidista de calado. Pero la idea de lanzar un mensaje de cuya eficacia se presume, tanto por su portavoz como por el contenido brutalmente directo, no podía esperar. Fue así que el ministro del Interior y miembro de la comisión ejecutiva federal del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, entró de lleno el pasado miércoles, el funesto 25 de agosto, en uno de los campos de batalla en los que siempre ha tenido una carta que jugar: Madrid.

Los militantes socialistas saben oficialmente desde ese día, según declaraciones de Rubalcaba a la cadena Ser, que votar en las primarias al secretario general del PSM, Tomás Gómez, es votar por la persona que en lugar de tener en cuenta la recomendación de Zapatero de dejar la candidatura a la ministra Trinidad Jiménez decidió darle la espalda y presentarse contra viento y marea aquilatando como principal activo decirle 'no'.

Rubalcaba optó por una incursión directa en lugar de su habitual estilo florentino. Y la razón no es difícil de atisbar. Ni Jiménez ni la dirección del partido, con Zapatero a la cabeza, las tienen todas consigo a la hora de asegurarse la victoria en las primarias. Convocadas, precisamente, como explicó Rubalcaba, porque Tomás Gómez no quiso dar el 'paso atrás ante la evidencia de los datos, sobre todo siendo tan joven y con toda la vida política por delante'.

Pero incluso cuando ya es un hecho que las primarias están en marcha, el ministro, que exigió 'respetar al secretario general' del PSOE, advirtió que el 'no' a Zapatero 'es un activo relativo hoy, pero que si un día ganara las primarias eso es un pasivo, una rémora tanto para él [Tomás Gómez] como para el partido'. En otros términos, si los militantes quieren a Zapatero y no desean minarle el terreno en las próximas elecciones generales deben votar contra él a favor de Jiménez.

Ayer, un día más tarde, Jaime Lissavetzky, candidato único a la alcaldía de Madrid, recordó que en 1999, cuando él era secretario general del partido en Madrid, no fue candidato a la presidencia de la Comunidad, un argumento para reforzar a Trini, a quien ya le ha dado su apoyo. Lissavetzky, íntimo amigo de Rubalcaba, y con quien contó en el proceso que le llevó a la secretaría general del PSM, quizá si darse cuenta ha puesto el dedo en la llaga y ha evocado una de las primeras maniobras que han servido de levadura al cabreo y a la desmoralización de muchos militantes. Propuesta por Lissavetzky por encargo de Almunia, entonces fue Cristina Almeida la candidata a la presidencia de la Comunidad contra Alberto Ruiz-Gallardón. Un experimento que cosechó un fracaso sonado. El primero de los que le siguieron luego.

Entonces, hubo primarias a nivel nacional, en 1998, entre Joaquín Almunia y Pepe Borrell, pero un año más tarde se impuso en Madrid el criterio de Almunia, basado en encuestas elaboradas al efecto. Una operación como la puesta en marcha con Trini, Gómez, Lissavetzky, y algún otro nombre que no ha salido a la palestra.

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