Este artículo se publicó hace 13 años.
Resistencia y desacato
El suspense, la deliberada postergación de cualquier enfrentamiento directo que dé pie a la descalificación, el estímulo consciente de la ansiedad de los medios de comunicación, y la división mal reprimida dentro del PP, todos estos ingredientes van perfilando la candidatura de Francisco Álvarez-Cascos a las autonómicas de Asturias.
Si esto es "historia pasada", como dijo Mariano Rajoy el 12 de enero desde Bruselas, puede ser la acción más viva, presente y devastadora de la "historia pasada" contra un aparato regional del PP que se conozca hasta el momento. Ayer, Esperanza Aguirre denegó de facto el carácter de "historia pasada" y se resistió a apoyar con hechos la candidatura de Isabel Pérez-Espinosa. Esta resistencia se transforma en desacato. Porque Esperanza rechaza hacer campaña a favor de la candidata de María Dolores de Cospedal y de Mariano Rajoy. Considera la presidenta madrileña que Cascos debiera ser el candidato y confía en que hasta la convocatoria de elecciones, el 29 de marzo, todavía puede haber tiempo para "arreglar" el asunto.
La suerte está echada. Y Esperanza es la primera que lo sabe. Anda que no ha hablado con Cascos. En la intimidad, claro
Por supuesto, la suerte está echada. Y Esperanza es la primera que lo sabe. Anda que no ha hablado con Cascos. En la intimidad, claro. Pero será ella, si se cumplen sus propios vaticinios, y los de las encuestas, quien en su día recuerde que ya lo había advertido. El genio y la figura de Cascos garantizan que la batalla de Asturias exceda ampliamente a una elección autonómica para proyectar su silueta sobre el PP nacional.
Pero, además, la próxima proclamación de Francisco Camps como candidato a la Presidencia del País Valencià será otro frente de tormentas. Aunque a diferencia del terremoto que representa Cascos, la candidatura de Camps tendrá repercusiones a nivel nacional. Ruido, mucho ruido, ese que no le gusta a Rajoy.
Cospedal sostiene la mano de Rajoy que ha empujado a Cascos fuera del PP. Pero no es menos cierto que todos aquellos que habían apoyado al ex vicepresidente del Gobierno han mostrado su total falta de autoridad en el partido. Son los tres casos de Esperanza Aguirre, José María Aznar y Rodrigo Rato.
¿Y Rato? ¿Qué podía hacer Rato? ¿Acaso retenía algún recurso para actuar? La verdad es que no. La historia de Álvarez-Cascos es coherente con la del ex vicepresidente económico. Fíjense: Rato anunció en junio de 2007 que abandonaba el puesto de director gerente del Fondo Monetario Internacional y regresó a Madrid en noviembre. Justo a tiempo para ir de número dos del PP al Congreso, después de Rajoy. Pero este no se dio por aludido. A sus ojos, Rato era "historia pasada". Y Rajoy, como dijo en relación a Cascos, ya está en "el futuro".
Pues, precisamente, Rato apostaba al futuro. A saber: ante una eventual derrota de Rajoy en 2008, Rato estaba como número dos bajo las condiciones de alzarse con la batuta. Pero Rajoy ya se sabía la movida. Después de hacer caso omiso de la presencia de Rato en España, aprovechó la propuesta de Alberto Ruiz-Gallardón y de Esperanza Aguirre para ingresar en las listas al Congreso a fin de anular la pretensión de ambos de un plumazo en aquella célebre reunión en Génova.
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