Este artículo se publicó hace 13 años.
La revuelta de las urnas
El 27 de mayo de 1995, Felipe González se hizo cargo de una histórica derrota de los socialistas, que habían perdido las elecciones municipales ante el Partido Popular por una diferencia del 4,3% o 955.000 votos, así como el gobierno de varias comunidades autónomas.
González apareció solo, sin compañía alguna, en la madrileña sede de Ferraz y dijo: "El PP, en términos generales, ha ganado estas elecciones. Por consiguiente, nosotros, que sabemos ganar y sabemos perder las elecciones, les felicitamos por su éxito".
Pero añadió: "Sabemos ganar con elegancia y perder con temple. Tenemos una base electoral magnífica, generosa, entregada, un partido cohesionado y que funciona...Vamos a seguir luchando, y lo vamos a hacer con la voluntad de ganar las próximas elecciones de 1997".
Atención al detalle: González habló de ganar las "próximas elecciones de 1997". Pero a finales de 1995, Convergencia i Uniò rompió el pacto de legislatura con el PSOE y se negó a votar los presupuestos generales para 1996. González se vio obligado, pues, a disolver las cámaras y convocar esas elecciones generales para el 3 de marzo de 1996.
Ayer, Zapatero compareció junto a varios dirigentes de su partido, algunos de ellos también ministros, uno de ellos vicepresidente tercero, y a una ministra que no es dirigente, pero que ostenta la cartera de Economía y Hacienda y es vicepresidenta: Elena Salgado. El vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba estaba ocupado en las cuestiones de su negociado, la organización del escrutinio, y no acudió al funeral.
Zapatero copió a González en aquello de que los socialistas saben ganar y saben perder y en la felicitación al PP. Pero nada dijo de ganar las próximas elecciones, aunque insinuó y aclaró después que su objetivo es culminar la legislatura para seguir adelante con su política de reformas.
El presidente del Gobierno explica la formidable derrota, que deja los 6.276.087 votos (27,8%) del PSOE obtenidos ayer unos seiscientos mil votos por debajo de los 6.838.607 de mayo de 1995 (30,6%), por la crisis económica y el poco acierto del Gobierno en la explicación de sus medidas de ajuste.
Sin embargo, Zapatero explicó que desea terminar la legislatura para llevar adelante esas reformas que si bien para el Gobierno son requisito indispensable para consolidar la recuperación, unas medidas que los ciudadanos han rechazado de manera inequívoca en las urnas. Ya habían dado un aviso severo el 28 de noviembre de 2010 en las elecciones autonómicas de Catalunya, las primeras elecciones celebradas en lo que podemos llamar la Gran Depresión española.
Y ese aviso se ha generalizado ayer masivamente en todo el país. Ante ese mensaje de las urnas, aunque Zapatero dijo captar el mensaje, prometió ayer seguir haciendo más de lo mismo. Ayer hemos asistido a la revuelta de las urnas, que se suma a la revuelta en la calle.
Hoy se reúne la comisión ejecutiva del PSOE y el próximo sábado lo hará su comité federal. Todo lo que se ha dicho hasta ayer se le podía dar el beneficio de la duda. Los datos del harakiri socialista están ahora a la vista. Normalmente, de estas situaciones se salen a través de una revisión profunda. Y los socialistas tienen los instrumentos para ello. La victoria de Aznar por 955.000 votos en las municipales de 1995 (4,3%) podía vaticinar un tsunami en las elecciones anticipadas de 1996, pero el PP ganó por una diferencia del 1,1% o 290.000 votos. Es hora de que el PSOE reflexiona en profundidad sobre cuál debería ser la salida de su propia crisis.
El PP ha obtenido el mejor resultado de su historia en unas elecciones municipales. Sus 8.465.422 votos (37,54%) superan en unos seiscientos cuarenta y cinco mil los 7.820.392 alcanzados en mayo de 1995. Le ha sacado 2,26 millones de votos de ventaja al PSOE, amén de los varios miles de concejales de diferencia y la conquista y reconquista de comunidades autónomas.
Mariano Rajoy no ha dado anoche pistas sobre sus próximos pasos, aunque es fácil ver que si ya antes de esta colosal victoria el PP pedía de manera más o menos sistemática elecciones anticipadas ahora lo planteará de manera perentoria.
Zapatero ya advirtió ayer que los nuevos gobiernos y ayuntamientos asumen en un momento muy difícil de austeridad. Las agencias de rating estarán al acecho como tiburones oliendo sangre (cifras abultadas de déficit fiscal) y los mercados exigirán tipos de interés más elevados.
En estas condiciones, y dependiendo de la nueva lectura que el aliado parlamentario del Gobierno pueda realizar, completar la legislatura será una carrera de obstáculos. Hay que recodar, finalmente, que las cifras de paro mejorarán algo en el segundo y lo volverán a hacer cuando se conozca el dato de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de 2011, finales de octubre, antes de volver a subir en el cuarto. Noviembre, pues, es el mes a tener en cuenta.
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