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Sálvese quien pueda

Las batallas internas en el seno del PP le pueden pasar más factura que la trama Gürtel

GONZALO LÓPEZ ALBA

Las guerras intestinas desatadas en el PP están dañando más sus opciones de recuperar el poder en 2012 que todo el fango de la trama Gürtel. Si Rajoy hubiera conseguido mantener prietas las filas, seguramente lograría que sus votantes interiorizaran hasta el final la tesis de que todo el entramado de presunta corrupción y financiación irregular que lo tiene contra las cuerdas no es más que una conspiración orquestada, de la misma forma en que contra toda evidencia ese mismo electorado asumió como una verdad irrefutable que el 11-M fue obra de ETA.

La teoría de la conspiración, mantenida a lo largo del primer cuatrienio de Zapatero, fue la que actuó como aglutinante de su electorado e hizo posible que el PP conservara en 2008 más de 10 millones de votos. Sin esa estrategia de tensión permanente, asentada en las ideas de la claudicación frente a ETA y el desmembramiento de España, y aventada sin descanso ni fatiga por el predicador de las ondas y el divo del periodismo con tirantes, es más que probable que la ventaja del PSOE hubiera sido más amplia.

Si el PP no despega ahora, tendrá ya muy complicado hacerlo porque la legislatura emboca su tramo medular, ese en el que se suele decantar la inclinación ciudadana que se plasmará en las próximas elecciones generales. Y la historia de la política está plagada de pruebas de que la división interna es el único pecado que ningún electorado perdona.

La maniobra realizada por Gallardón con Cobo ya se ensayó en el PSOE en 1990

Le ocurrió a UCD en los años ochenta, cuando aquella coalición coyuntural de partidos y familias ideológicas que tan decisiva fue para recuperar la democracia pasó de 168 diputados en 1979 a 11 en 1982. El caso no es homologable por las circunstancias históricas y por elementos que se antojan irrepetibles, como que quien había encolado aquel conglomerado Adolfo Suárez se presentó por otro partido, el CDS. Pero sirve de advertencia porque aunque nada es nunca igual, todo se repite. Las filas se rompen cuando desaparece la autoridad que emana del liderazgo y lo que sigue es el sálvese quien pueda.

Más similitud presenta la situación actual del PP con la crisis del PSOE en los años noventa, aunque los socialistas entonces aún gobernaban y tenían en Felipe González a un líder. La financiación ilegal de Filesa fue sólo la dinamita que sacó a cielo abierto la lucha por el poder que acabó partiendo la organización en dos para llevarla de derrota en derrota hasta la derrota final. Los que ahora ven un desafío inédito en la maniobra de Ruiz-Gallardón contra Esperanza Aguirre ¿y Rajoy? al lanzar un misil periodístico a través de su lugarteniente Manuel Cobo, olvidan o desconocen que en noviembre de 1990 el PSOE comenzó su XXXII Congreso bajo la conmoción de otra portada de periódico.

Joaquín Almunia: 'El guerrismo no tiene ni patrón, ni rumbo ni futuro'. Los felipistas intentaban entonces descabalgar del cargo de vicesecretario general al todavía todopoderoso Alfonso Guerra, pero aún tuvieron que esperar otros cuatro años y Almunia pagó el envite con la cartera de ministro. Como nada es igual aunque todo se repita, en el PP ni siquiera existen dos sectores claramente articulados, sino una diversidad de tribus que, tras haber sido unificadas por Aznar con el procedimiento que Atila aplicó a los hunos, han vuelto a las taifas.

La división es lo único que los votantes no perdonan a su partido de referencia

El mismo Aznar que ahora se ufana de que durante sus ocho años de mandato no hubo corrupción política. Es una forma de escribir la Historia. Las raíces de la Gürtel se hunden en los años de su mandato, a los que se remonta también la trama en la que aparecen implicados miembros del PSC y CiU. Con la corrupción ocurre como con las brujas, que aunque no se vean, habelas hailas. Los gobiernos de Aznar desactivaron, cuando no desmantelaron, los instrumentos del Estado en la lucha contra la corrupción.

Que jueces, policías y fiscales saquen a la luz estos casos debería ser un motivo de tranquilidad ciudadana porque demuestra la eficacia del Estado de derecho para que no queden impunes. Siendo así, resultaría ingenuo ignorar que el efecto inmediato es una crisis de confianza ciudadana en partidos y políticos, que fomenta la abstención y es caldo de cultivo para las opciones antisistema, más cuando se produce en conjunción con la crisis económica y la de la oposición.

De la misma forma en que Rajoy se ha equivocado creyendo que la crisis económica lo llevaría en volandas hasta la Moncloa, se equivocaría el PSOE si lo imitara entusiasmándose en la crisis del PP. El Gobierno ha logrado cuadrar la cuenta parlamentaria para aprobar los Presupuestos con el PNV y Coalición Canaria, pero no el mensaje: ni son de izquierdas, porque no se han pactado con los partidos minoritarios de esa tendencia; ni son de centro, porque el PNV no tiene a diferencia de CiU ese marchamo; ni transmiten la convicción de que responden a una clara orientación económica.

Y la presidencia de la Unión Europea puede ser una buena plataforma para la proyección internacional de Zapatero, pero también el mejor altavoz para toda clase de protestas. En 2002 el año del euro, a Aznar le aguó la fiesta una huelga general que marcó el principio de su ocaso. Así pues, hará falta algo más. El PSOE necesita que la gente entienda lo que está haciendo el Gobierno, por qué y para qué.

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