Este artículo se publicó hace 13 años.
La sonrisa del antifaz
Detractores y seguidores de Camps se reúnen frente al Palacio de Justicia
"¡Va a girar ya!". La voz suena como una psicofonía desde el fondo de una radio policial. Se produce entonces un revuelo de uniformes azules y todo estalla de repente. El BMW blanco frena a la entrada del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV), se abre la puerta del copiloto y Francisco Camps brinca al exterior entre chispazos fotográficos.
La secuencia es brevísima. Cuesta más leerla que observarla. El cochero es Juan Cotino, president de Les Corts, destacado miembro local del Opus Dei e intimísimo del expresident. "¿Tranquilo?", le preguntan a Camps tras su paso de cometa. "Sí", responde entre los dientes apretados de una larguísima sonrisa de antifaz.
"¿Tranquilo?", le preguntaron a Camps a su llegada. "Sí", respondió
La ceremonia es la de siempre. Camps encaja una a una las manos de los aturdidos policías y guardias civiles y se coloca bajo el portalón del Palacio de Justicia. Arriba, las banderas ondean aburridas y sudadas de polvo. Camps inicia el movimiento de rotación sobre su propio eje. A un lado, al frente y al otro lado, levanta el brazo con una parsimonia de artrítico. A su lado aplauden los exconsellers Alejandro Font de Mora y Trinidad Miró, de los pocos políticos conservadores que ayer rompieron la consigna del vacío a Camps impuesta desde la sede nacional del partido en la madrileña calle de Génova. El expresident agradece el gesto con otro de asentimiento y su figura acaba engullida por las penumbras del TSJCV mientras escala a grandes zancadas la escaleras que conduce a la sala de vistas.
Costa, cabizbajoUn cuarto de hora más tarde, a las 9.35 horas, se sucede el segundo acto. El otro procesado por soborno, Ricardo Costa, llega a pie, cabizbajo, la mirada atenta al suelo como si contara las baldosas o siguiera el curso de una moneda que rodara desde su bolsillo. Mudo, evita las preguntas de los periodistas y también desaparece entre las mandíbulas del Palacio de Justicia.
Unas cien personas lanzaron consignas contra la corrupción frente al tribunal
Mientras tanto, detractores y seguidores han ido ocupando puestos en la explanada del TSJCV. Enfrente, el cómico Xavi Castillo, muy popular por sus hiperbólicas imitaciones de Camps y Rita Baberá, alcaldesa de Valencia, capitanea la tropa de opositores. "La realidad supera ampliamente a la ficción de tan arrolladoramente patética", clama desde el megáfono. Los concentrados, cerca de un centenar, exponen todo su repertorio de consignas: "Te quiero un huevo, quiero un traje nuevo", "Paella y corrupción, de Valencia lo mejor" o "Algo ahí adentro huele a podrido".
Llevan mascarillas sanitarias con la palabra "apesta" o máscaras de Anonymous. Los más sofisticados visten traje con una etiqueta colgante con el lema "pagado", en alusión a los trajes que supuestamente recibieron Francisco Camps y Ricardo Costa de la trama valenciana de la red Gürtel a cambio de suculentos contratos de la Administración autonómica.
Por otro lado, los acólitos de Camps conforman una hueste compacta de señoras mayores. Algunas llevan desde las siete de la mañana emplazadas bajo la fachada del TSJCV. "¡Eso es amor!", asegura María. Y las otras la secundan con un gesto rápido de mentón. "¡Amor a Camps, porque es una injusticia y una venganza lo que le están haciendo!", exclama otra.
Un grupo de señoras mayores acudió a apoyar al expresident
La conversación prende y la llama empieza a pasar de boca en boca. "Conozco a Camps desde pequeño. Era un niño tímido, retraído, incapaz de hacer daño a nadie. ¡Jamás ha recibido ni un castigo en la escuela!", relata Carmen y pasa el testigo de la adulación a Remedios: "Es el mejor. Hasta en la Quinta Avenida de Nueva York lo conocen. Una vez fui a un anticuario y cuando le dije que era de Valencia me dijo que teníamos a un gran presidente".
"Sólo quieren hundirlo", se lamenta Carmen, que presume de conocer a la familia del imputado y de saber que su madre "está deshe-cha". Y tras ajustarse la bufanda con gesto seco de estrangulador, apostilla: "Y ya veremos si su padre sale de esta".
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