Este artículo se publicó hace 17 años.
Superdotados
Son 300.000 escolares en toda España, aunque sólo 2.000 tienen oficialmente reconocida esta condición
"Júpiter, Io, Europa, Ganímedes, Calisto...”, Jordi conocía el nombre de todos los planetas del sistema solar (con sus lunas respectivas) con sólo dos años. A esa edad, este niño barcelonés contaba hasta diez en tres idiomas.
“Lo retenía todo, cualquier cosa que le dijeras”, relata Manuel, su padre. Jordi tiene un cociente intelectual de 140. Tú y yo probablemente no pasemos de 100. Contra lo que pudiera parecer al profano en la materia, el chaval, que hoy tiene ocho años, no lo ha tenido fácil: es
superdotado.
¿Y qué sienten los que llevan sobre los hombros estas mentes geniales? “Pues frustración y tristeza al no ser comprendidos. Baja autoestima al sentirse diferentes de la mayoría. Llegan a pensar que les pasa algo malo, que han perdido la vida. Se enfrentan a secuelas emocionales”.
Alicia Rodríguez relata así las dificultades a las que se enfrenta un grupo social del que se habla poco a pesar de ser bien numeroso. La mujer, también madre de un superdotado, ejerce además de presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST). Su hijo y el resto de socios son gente a la que muchos sueñan parecerse sin sospechar el
tortuoso camino que les toca seguir en una sociedad que va a otra velocidad (mental).
No es un dato muy conocido, pero se calcula que en nuestro ámbito cultural y de desarrollo un 2,2% de la población presenta un cociente intelectual superior a 130. Esto supone que vivimos rodeados de personas con una capacidad cognitiva impresionante; la media de la población ronda el 100 en este índice (edad mental partido por edad cronológica y multiplicado por cien). Con 45 millones de personas censadas en España, los superdotados son casi un millón.
Así, además éstos, “otro 13, 14% de la población muestra altas capacidades” intelectuales, según explica la psicóloga Yolanda Benito, directora del Centro Huerta del Rey de Valladolid, especializado en el estudio de la superdotación. Esto daría otros 5,8 millones de personas con un cociente superior a 110. Así pues, casi siete millones de ciudadanos españoles gozan de una inteligencia superior, pero, ¿cómo viven esta circunstancia?; ¿es realmente una bendición?
Sólo 2.000 alumnos diagnosticados
Muchos de ellos nunca llegarán a plantearse la pregunta porque, aseguran los expertos, sólo una ínfima minoría llega a ser identificado como superdotado donde tendría que serlo, en el colegio. El Ministerio de Educación afirma en su último estudio del fenómeno que 300.000 escolares son superdotados y que sólo 2.000 de ellos tienen confirmada esta condición. “Esto es así a pesar de que tanto la LOCE como la LOE contemplan la detección temprana, pero la realidad es bien distinta”, asegura Benito.
Un niño superdotado en un colegio que no se adapte a su estilo de aprendizaje cuenta con todas las papeletas para fracasar en los estudios. El Ministerio lo confirma: el 70% de estos escolares obtienen “rendimientos bajos” y entre el 35 y el 50% de ellos caen de lleno en el fracaso escolar. Estos chavales abominan de la “enseñanza repetitiva, de los métodos mecánicos y memorísticos que son útiles para otros niños pero hacen daño al superdotado”, asegura Josep de Mirandés, uno de los pocos profesores universitarios especializados en esta materia y presidente de la Asociación de Padres y de Niños Superdotados de Cataluña.
El ‘‘suicidio intelectual’’ de Jordi
Los padres de Jordi recuerdan con angustia cuando el niño, a los seis años, al entrar en Primaria, “cometió un suicidio intelectual”. Jordi perdió entonces “todo interés en las cosas que hasta entonces le habían llamado la atención; no quería ir a la escuela y sufría mucho”. Comenzó entonces una lucha por encontrar remedio a la situación del hijo que todavía hoy continúa. Pero el crío ya asomó como alguien especial nada más nacer. “Seguía los movimientos con los ojos y era muy sensible a los impulsos acústicos”, cuenta Manuel.
Con dos añitos el crío destacaba por su capacidad de comprensión, “tenía un lenguaje muy elaborado y respondía bien a instrucciones muy complejas”. Pero Jordi estaba cojo en otras capacidades muy necesarias para la vida.“Decidimos llevarle a una guardería porque no socializaba con otros niños; en el parque, trataba de resolver los conflictos hablando y los demás le pegaban”, recuerda el padre.
La cosa no mejoró y Jordi “fue perdiendo su capacidad de aprendizaje” hasta el fracaso total en la Primaria. El camino hasta encontrar un buen diagnóstico para su hijo (que realizó el Institut Català de Superdotació) y una escuela con profesores comprensivos “y con, al menos, buena voluntad”, ha sido largo, como dice Manuel, “porque la superdotación todavía no se conoce bien y está estigmatizada”.
El profesor De Mirandés, experto también del Institut, explica en qué consiste el núcleo del problema de los superdotados, la disincronía. “El desarrollo de la capacidad cognitiva no va a la par del del área emocional y la inteligencia social”. De ahí los conflictos internos de estos niños. “La edad emocional suele estar por debajo de la cronológica y la edad mental es muy alta; por eso se ha acuñado el concepto de niños de las tres edades”, señala De Mirandés.
Por eso, una vez detectada la superdotación –“lo antes posible, porque la disincronía se cronificará cuando cristaliza la inteligencia, alrededor de los 16 años”, aconseja el profesor–, hay que conseguir que la escuela del crío asuma su diferencia y se adapte al niño.
Ésto, afirman en el Institut, habrá de hacerse con “una adaptación curricular al niño y enseñando al profesor a organizar un aula con alumnos superdotados”. “No sólo piensan rápido, sino también de otra manera; por eso hay que tener en cuenta su estilo de aprendizaje”, aseguran.
Aprender investigando
El superdotado asimila “por el descubrimiento y la investigación permanente”. Se trata de un “aprendizaje autorregulado”, afirma De Mirandés, de modo que se le planteen “retos para que dé saltos intuitivos y progrese”. Esto, señala, beneficiará a toda la clase “porque va en la dirección de lo que promueve el Proceso de Bolonia y mejora la interacción entre todos los alumnos”.
En Huerta del Rey insisten además en que “se debe facilitar el salto de curso para estos niños y perder este prejuicio que no existe a la inversa con los repetidores”, sostiene Benito. El profesor catalán, en cambio, pone el acento en la integración en el propio curso.
Juan Luis Miranda, psiquiatra del Hospital de Martorell (Barcelona) apunta otra desventaja que sufren los superdotados. Asegura que “a menudo se les diagnostica hiperactividad y otros transtornos erróneamente, porque estas personas son las únicas que muestran síntomas distintos de estas enfermedades”. Miranda señala también que el córtex cerebral de los superdotados se desarrolla de modo distinto al del resto. Allí reside la capacidad de reflexión del ser humano.
Tomás, un informático de 34 años, supera los 180 de cociente. Es lo que los técnicos han denominado tradicionalmente un “genio”. Siempre ha destacado en “matemáticas, física y química”, según contaba el pasado jueves en Madrid. Tomás asegura que sus iguales se sienten “como robots, personas que se van aislando desde el momento en que te empiezan a herir”.
Así, el nirvana del superdotado es “pasar inadvertido, dejar de ser diferente”, afirma Tomás. Justo lo que buscan los padres de estos niños. “Queremos que sean felices, que se integren totalmente, por lo que acabas no dándole importancia al dato del cociente”, suspira Manuel.
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