Este artículo se publicó hace 16 años.
Zapatero y Garzón se juran admiración eterna
El presidente pone al juez como ejemplo mundial de la lucha contra el terror
-Baltasar, te respeto, te aprecio, te admiro.
-Yo a ti también, José Luis.
No es textual, claro. No lo dijeron ninguno de los dos abiertamente, ni el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ni el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón. Pero esa declaración de amor mutuo, de respeto trabajado en el tiempo, de sintonía casi total, trasciende en todas y cada una de las palabras que ambos se dirigen en público.
Pasó ayer de nuevo, en la presentación del último libro del magistrado, La línea del horizonte. Una crónica íntima de nuestro tiempo (Debate), en la Casa de América de Madrid. Es la obra que nace del paréntesis que Garzón se tomó como juez. Fue entre 2005 y 2006, cuando ejerció como profesor de la Universidad de Nueva York. De aquel tiempo emergieron las reflexiones sobre cambio climático, inmigración, terrorismo, economía, educación, seguridad, América Latina, Estados Unidos...
Ese primer referente, el contenido del libro, guió a Zapatero en su intervención inicial. Le bañó de elogios, sin hacer más círculos sobre las conclusiones del juez "que más ha luchado contra el terrorismo". Apeló a la "mirada cosmopolita" de Garzón, a su "ponderación serena", a su pelea para que la "impunidad" de los crímenes contra la humanidad no fuesen "una constante", al "aroma kennediano" de sus palabras, a la "parte de amargura" por ese mundo incompleto, todavía injusto, que se está cimentando en el siglo XXI. El presidente le buscó un rótulo: "Baltasar es el jurista de los derechos humanos".
Garzón hizo un doble guiño a Zapatero con Irak ("el presidente tiene aquí las ideas muy claras") y con Guantánamo, "uno de los errores y de las aberraciones más grandes que ha habido" y un "mal ejemplo de cómo se debe luchar contra el terrorismo". El presidente recogió el lance y se refirió a la nueva etapa de relaciones con Washington, que se abrirá sí o sí después de las elecciones presidenciales de noviembre. Se atrevió a emitir su pronóstico. "Guantánamo no debería existir. EEUU es una gran democracia y rectificará. No tengo ninguna duda". Consideró casi lógica la reacción de la Administración norteamericana después del "golpe durísimo" del 11-S, pero defendió las políticas legalistas.
El magistrado recondujo la conversación, el diálogo de amigos, a la arena nacional, la parcela más jugosa. "España, sin hacer leyes exorbitantes, ha combatido el terrorismo de ETA con una eficacia paradigmática. Es un ejemplo en foros internacionales". Zapatero le reconoció el quite: "España tiene uno de los mejores sistemas de respuesta al terrorismo. Sabe cuál es el camino y cuál no".
ETA, acorralada
No todo son luces, no obstante. Es verdad que la amenaza islamista "no es inminente", pero para Garzón falta aún concienciar a la comunidad internacional de la importancia del terrorismo de ETA, al que siguen pintando como "grupo separatista vasco". El presidente le dio la razón, pero destacó la "absolutamente espectacular colaboración con Francia" y "el arrinconamiento social de los violentos". "Creo que éste es el momento histórico en que ETA tiene más rechazo en la comunidad internacional, incluso en aquellos países que en tiempos tuvieron una actitud más receptiva hacia sus fanáticos planteamientos". Su red de apoyos, enfatizó, se ha visto "radicalmente reducida".
La hora pasó fugaz. Entre Guantánamo, ETA, Italia y su inmigración. Con José Bono, Miguel Ángel Moratinos, Trinidad Jiménez, Emilio Botín, Ramón Calderón, Javier Gómez Bermúdez, en primera fila. Detrás, otras doscientas personas. Más que suficientes testigos del ejercicio de admiración mutua del magistrado y el presidente.
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