El desconcierto

Pedro y Pablo, condenados a entenderse

Al igual que en el cristianismo parece difícil separar a Pedro de Pablo, en la presente coyuntura, a la izquierda española le sucede lo mismo. Pedro Sánchez es inseparable de Pablo Iglesias. Lo ha sido en el inmediato pasado, lo es también en el futuro. Están condenados a entenderse tras las urnas del 28 de abril, como ya lo han hecho desde la moción de censura contra Rajoy. Ni siquiera es una elección, una opción entre otras muchas, sino que la testarudez de la realidad lleva al PSOE y a Unidos Podemos a configurar una alianza sino de iure, al menos de facto. Sin Pablo Iglesias, Pedro Sánchez es hoy tan impotente como lo es Pablo Iglesias sin Pedro Sánchez.

Los últimos ocho meses transcurridos lo indican meridianamente. Socialistas y morados han sido dos columnas sobre las que ha descansado la mayoría progresista que ha sostenido el Gobierno de Sánchez. Que también tengan que serlo, después de las elecciones del 28 de abril, es tan cierto como que sin la continuidad de esta pareja política no cabría la posibilidad ni siquiera de un nuevo segundo gobierno progresista. Bien sea desde la Moncloa, lo más probable, bien sea desde la oposición, lo que es posible, se verán obligados a coordinarse para desarrollar la democracia, en caso de victoria, o de defenderla, en caso de derrota. Es una doble necesidad mutua, la del PSOE y Unidos Podemos, la de su colaboración política.

No hay mejor prueba que la actitud desdeñosa de los medios de comunicación con Unidos Podemos. Una y otra vez se le extiende el certificado de defunción; los más piadosos le imparten los óleos de la extremaunción. Así, la reciente decisión de Compromís de presentarse electoralmente por su cuenta es presentada por los medios con un despliegue y una relevancia considerable, que se aminora o desaparece cuando de lo que se trata es de dar la noticia de que los Comunes continúan con Podemos. Por no hablar del apoyo a la reciente escisión habida en Madrid, donde el escindido debería  preocuparse por el respaldo mediático que recibe de los grupos de presión instalados en los consejos de administración, como sugiere Sánchez en su libro Manual de resistencia.

O el muerto, Podemos, goza de buena salud, o no se entiende que se dispare con tanta efusión sobre el cadáver morado. La razón es muy sencilla. Cuanto más desciendan los votos morados, menos escaños, y por lo tanto mayor dificultad para que el PSOE alcance la mayoría absoluta para poder gobernar. Por esa razón, Pablo Iglesias se lleva ahora  las bofetadas que mañana irán certeramente dirigidas contra Pedro Sánchez. Se trata de recrear, cuanto antes sea posible, una nueva correlación de fuerzas parlamentarias netamente desfavorable para un nuevo gobierno progresista. Bien para que pueda ser viable el gobierno de las tres derechas, o bien, que es lo que buscan todos los poderosos, para impulsar un gobierno Rivera-Sánchez, pese a que el líder zigzagueante de Ciudadanos defienda, por activa o por pasiva, gobernar con Vox.

No hay que olvidar, además, que si unos poderosos buscan que Sánchez salga de la Moncloa, otros persiguen incluso que salga de Ferraz. Una de las paradojas políticas más chirriantes de la actualidad es la irritación que el presidente del Gobierno suscita entre algunos de los suyos. Baste señalar que sus más íntimos amigos le traicionaron durante la defenestración y la presentación de la candidatura de Patxi López en las primarias.Tanto es el odio que hasta hoy mismo intentan amputar las manos a Pablo Iglesias para posteriormente cortar las piernas de Pedro Sánchez. Es evidente que el líder socialista podrá continuar en Ferraz si sigue también en la Moncloa y, aún es más obvio que sin la mano de Iglesias lo tiene imposible. Porque, incluso, en un improbable nuevo giro de la veleta del ciudadano Albert Rivera, sería siempre precedido por la segunda y definitiva defenestración de Sánchez.

Quienes captan mejor que nadie el valor del voto de Podemos, tanto de uso como de cambio, es el todopoderoso sindicato de intereses creados que domina la sociedad española. Tras estos últimos ocho meses de gobierno Sánchez, en los que el PSOE y Unidos Podemos elaboraron los Presupuestos, estos potentes sectores necesitan que esta experiencia no se vuelva a repetir. Y buscan sustituirla por una síntesis, tan contra natura como actualmente inviable, basada en aquel proyecto de gobierno Rivera-Sánchez, que Podemos impidió ayer con la misma lúcida clarividencia que ahora apoya el Gobierno progresista. Esa lucha entre estas dos opciones de gobierno, la que Iglesias frustró en 2016 y la que Iglesias sostiene en 2019, es la que refleja fielmente la confrontación de los intereses populares con los intereses de las élites en las urnas del 28 de abril.

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