Otras miradas

Frente a la soledad no deseada, ¿la comunidad o el mercado?

Javier Barbero

Concejal de Más Madrid. Fue el Concejal de Salud y responsable del Plan Madrid Ciudad de los Cuidados en la etapa municipal anterior.

Lo leímos hace unos días: El Ayuntamiento desmantela un proyecto vecinal para combatir la soledad. Después de dos años de trabajo comunitario en los barrios de Almenara (distrito de Tetuán) y de Trafalgar (Chamberí) el consistorio de Almeida y Villacís decide no dar continuidad a esa experiencia, nacida con el equipo de Ahora Madrid.

Todo empezó hace poco más de tres años. Un estudio realizado por Madrid Salud contaba que más del 9% de las y los mayores de 18 años se habían sentido solos en el último año en nuestra ciudad, es decir, cerca de 240.000 personas habrían experimentado una situación de soledad no deseada, en muchos casos con importantes efectos sobre la salud y el bienestar. Se trata de un problema creciente debido al aumento de las personas que viven solas, al envejecimiento de la población, la medicalización de los malestares, la extensión del individualismo, el declive de las redes de apoyo social y familiar o el aumento de la precariedad y las desigualdades. Múltiples causas para una experiencia de tantísimo sufrimiento. Necesitábamos empezar a articular medidas que nos implicaran a todas y a todos para abordar esta situación; por ello, desde el Plan Madrid Ciudad de los Cuidados trazamos este proyecto piloto para estos dos barrios.

El objetivo del proyecto clausurado no era asistencial, sino comunitario porque aunque, en tanto sentimiento, la soledad es una experiencia subjetiva y personal (por eso tantas veces vivida, desafortunadamente, como vergonzante), su solución apela tanto a la responsabilidad individual como a la dimensión colectiva.

Se trataba, por tanto, de implicar a las asociaciones, de tejer redes, de sensibilizar a las vecinas y vecinos sobre una realidad que puede estar en el piso de abajo, de experimentar maneras diferentes de vincularse en el ocio o en el apoyo mutuo... en definitiva, de potenciar el sentido de arraigo y de comunidad. Cuando esto se consigue, se llega a muchísimas más personas, aunque sea más complicado contabilizar el resultado final. Es la mejor manera de detectar los factores de riesgo o las situaciones ya emergentes de soledad no deseada y, por tanto, de prevenir su aparición o su cronificación.

Quien conoce el trabajo comunitario sabe que estos procesos son lentos y que necesitan ir consolidándose poco a poco. En los barrios mencionados se ha hecho un trabajo intenso con actividades muy variadas y dinamizadoras (con más de 2.300 participantes) y con talleres que formaron a más de 850 asistentes. Y ahora es cuando tocaba ir afianzando la experiencia.

El Ayuntamiento del PP y de C's, sin embargo, traslada a la prensa resultados de atención individual provisionales del primer año, cuando fundamentalmente lo que se estaba haciendo era precisamente ir tejiendo esas redes y facilitando esos aprendizajes.

En cualquier caso, la cuestión es mucho más de fondo. El modelo del Plan Madrid Ciudad de los Cuidados (MCC) y el de Almeida-Villacís son bien distintos en el abordaje de la soledad, tanto a la hora de entender qué es una persona como los enfoques de intervención. Tendrán elementos comunes esos modelos, en ocasiones serán complementarios, pero con acentos bien diferenciales.

1º Un modelo distinto de persona. El neoliberalismo clásico de PP y C's alimenta la omnipotencia de ese yo particular, pretendidamente autosuficiente cuyo modelo es el emprendedor y la responsabilidad, fundamentalmente individual. Desde MCC partimos del reconocimiento de la vulnerabilidad y la interdependencia de todo ser humano, algo no necesariamente negativo, y la responsabilidad de su abordaje es tanto personal como colectiva.

De hecho, llama la atención que el proyecto contra la soledad no deseada del actual equipo municipal se quiere centrar en la soledad de las personas mayores, colectivo al que se le asocia la vulnerabilidad por la condición de la fragilidad añadida a la que apunta la edad avanzada, pero no se reconoce, de facto, por el hecho de la simple pertenencia a la condición humana. Y además el abordaje, presumiblemente, será básicamente desde organizaciones de voluntariado especializado en personas mayores, para la atención - asistencia del caso individual, bien en formato individual, bien en formato grupal.

2º Un modelo distinto de abordaje de las situaciones de necesidad. El neoliberalismo prioriza los aportes individuales, fundamentalmente desde un mercado que hace prestación sectorial. Desde MCC preferimos potenciar las herramientas comunitarias, desde lo cotidiano de nuestras vecinas y vecinos y desde la perspectiva territorial, porque la soledad es un fenómeno relacional que ha de ser resuelto en el contexto en el que se produce. Inicialmente necesitará del apoyo técnico, incluso externo, como lo tenía en los proyectos piloto, para el despertar, la configuración y la consolidación de esas herramientas, pero posteriormente, con el tiempo suficiente, sería la propia organización municipal, desde sus estructuras la que ayude, en todo caso, en una simple dinámica de mantenimiento, a sostener esas prácticas comunitarias de abordaje de la soledad.

El modelo del Ayuntamiento de PP y C's seguirá la lógica habitual. Contratación de empresas de servicios (algunas con el disfraz de ONG), para dar cobertura asistencial en la que los profesionales definirán los objetivos y las actividades, pero sin ninguna pretensión de fortalecer el quehacer de la comunidad para que se vaya haciendo cargo de sostener la realidad de soledad no deseada en sus barrios. De haberlo querido así, hubiera prorrogado los contratos por dos años de los equipos que habían iniciado el trabajo en esos dos barrios. A no ser que el sectarismo de Almeida y Villacís se lo prohíba, por el simple hecho de que fueran iniciativa de la corporación que lideró Manuela Carmena.

Más allá del autocuidado, en el ejercicio del cuidado aparecen niveles progresivos. Donde no llega la familia, tendría que llegar la comunidad, donde no alcanza ésta, le tocarían a las instituciones públicas y, en su carencia o en su ausencia, al mercado. Pero el orden no debería ser el inverso. El ejemplo de la soledad es muy evidente. Sin comunidad familiar y/o sin comunidad territorial, la soledad se cronifica y no te la resuelven ni las instituciones asistenciales ni las empresas de servicios, por muy encantadores que sean sus profesionales. Cuidar, como nos recuerda el sociólogo Joaquín García Roca, significa empoderar a la población en la gestión de sus propios riesgos y devenires, fortalecer su capacidad de influencia sobre el entorno común.

El Plan Madrid Ciudad de los Cuidados, en el que se enmarcaba el abordaje de la soledad no deseada en nuestro Ayuntamiento, se asentaba en esa perspectiva del cuidar, en el desarrollo de una política pública municipal construida sobre una concepción de la comunidad como un derecho. Por ello, en sus criterios de actuación habla de personalización de las intervenciones pero también de perspectiva comunitaria, de barrio y cotidianeidad, de corresponsabilidad y transversalidad.

Desde esta perspectiva conseguimos colocar la cuestión de la soledad en la agenda pública y política. Por eso es tan difícil entender la decisión de Almeida y Villacís, cuando el antídoto de la soledad es precisamente la comunidad. Una de las acepciones de sectarismo es rechazar algo no por lo que se propone sino por quién lo plantea. Y esto suena a sectarismo. Aunque quizás sea porque el antónimo de la vulnerabilidad (y de su reconocimiento) probablemente es la soberbia.

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