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El veto parental

El pastafarismo como opción religiosa

En defensa del Monstruo Espagueti Volador

Marcos Pereda 1/02/2020

<p>Pastafaris sacan en procesión una escultura del Monstruo de Espagueti Volador durante la celebración del solsticio en Fremont, Seattle, en 2013.</p>

Pastafaris sacan en procesión una escultura del Monstruo de Espagueti Volador durante la celebración del solsticio en Fremont, Seattle, en 2013.

Joe Mabel (CC BY-SA 2.0)

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Advertencia: absténganse de continuar con la lectura aquellos que no gocen con la ironía y la reducción al absurdo. Y los de piel fina, ellos también.

“Al principio Dios creó el cielo y la Tierra”. No, espera, no cuadra del todo. Veamos ahora. “El Monstruo Espagueti Volador creó el universo y un montón de planetas, entre ellos la Tierra”. Ummm, puede ser, pero creo que aún no queda claro. Probemos de nuevo.

“En el génesis de los tiempos estaba Bobby Henderson, y Bobby Henderson había estudiado mucho. Era un cerebrín”. Sí, ahora fluye más, continuemos por este camino.

Año 2004. Estados Unidos. George W. Bush es el presidente, Dick Cheney está justo por debajo y la cosa científica en Educación anda regular. Fundamentalmente por presiones de grupos religiosos. Quiero decir… muy, muy religiosos. Seguro que me entienden. Fueron ellos, a través del Kansas State Board of Education, quienes lograron algo contrario a la lógica: que en las escuelas públicas de ese simpático Estado se enseñase el “diseño inteligente” (Creacionismo para los amigos) en igual rango (e idéntico número de horas) que la teoría de la evolución. En clase de ciencias naturales, nada menos. Al fin y al cabo, argumentaban los risueños retrógrados, ambos tienen la misma credibilidad, ¿no?

Una web afirmó que Jesucristo es el hijo del Monstruo Espagueti Volador, y ofreció 250.000 dólares a quien pudiese demostrar lo contrario. La recompensa quedó sin cobrar

A Bobby Henderson no se lo parecía. Ya ven, un excéntrico. Imbuido seguramente por el Maligno (o por alguna entidad más cercana y gastronómica), decidió enviar una carta al Kansas State Board of Education. En ella defendía su fe en una deidad suprema con forma de… en fin, de plato de espaguetis con albóndigas. Ejem. Lo llamó el “Monstruo Espagueti Volador”. Argumentaba que las bases de su hipótesis (creencia… se dice creencia) eran tan irrefutables como las que exhibían los creacionistas y, por lo tanto, esa nueva religión también debía ser enseñada en las escuelas públicas, con igual rango a las materias reseñadas más arriba.

Acaba de nacer el pastafarismo o religión del Monstruo Espagueti Volador. Larga vida. Y chúpate esa, pin parental kanseño (es el topónimo de Kansas, lo juro).

La cosa pronto creció, porque esto de las religiones sabes cuándo empieza pero no hacia dónde va. Ayudó al tema que los de Kansas terminasen retirando el creacionismo de sus aulas para devolverlo a… bueno, los sitios donde se hable de estos asuntos. Atracciones de carretera y similares, supongo. También fue útil alguna que otra campaña de fiabilidad incontrovertible. Una página de internet afirmó que Jesucristo es el hijo del Monstruo Espagueti Volador, y ofreció 250.000 dólares a quien pudiese demostrar lo contrario. Sorprendentemente la recompensa quedó sin cobrar.

La red contribuyó a extender el nuevo credo. Que es (lo aclaramos ahora, no vaya a ser que…) totalmente irónico, basado en la reducción al absurdo y con un toque gamberro muy refrescante. La tetera de Russell, el unicornio rosa invisible, ese ambiente. Para los pastafaris, el Supremo Hacedor del Universo será el Monstruo Espagueti Volador, que es invisible e indetectable (por eso usted, aficionado astrónomo, no puede verlo con su telescopio). Pero estar, está. O esa es mi fe. No me puede llevar la contraria en asuntos de fe, ¿verdad? Porque, en fin… es la fe. Consiste en creer lo que no ves, precisamente. Ah, si es de esos cínicos que piensa que el mundo es tirando a birria sepa que el pastafarismo también tiene explicación a eso: el Monstruo Espagueti Volador se puso tallarines a la obra con la Creación después de beber bastante. No hay consenso sobre si lo hizo de resaca o aún ebrio, pero que estaba perjudicado es seguro… Después se dedicó a sembrar por La Tierra todo tipo de constancias arqueológicas que hicieran parecer mucho más antiguo nuestro mundo, que en realidad tiene solo 5.000 años. De ahí los huesos de dinosaurios. Un enorme fraude, porque esas bestias convivieron con el hombre hasta hace poco tiempo, y si no tenemos constancia ósea de tales reptiles en, por ejemplo, la época de Alejandro Magno es porque en realidad no tienen esqueleto. Al contrario, lograban que sus extremidades se pusieran rígidas fluyendo grandes cantidades de sangre hasta allí. Como… bueno, seguro que se les ocurre alguna comparación adecuada, yo no voy a arriesgarme. En fin, nuestro Monstruo Espagueti Volador es un cachondo mental, como pueden ver. Y existe. Existe ontológicamente, tomando el razonamiento de Anselmo de Canterbury, que fue un señor muy listo de la Edad Media. Veamos… si usted puede imaginar el ser más enorme, más inabarcable de todos… aquel que desafía la lógica humana, el que es tan grande que resulta imposible que Él mismo imagine nada más grande… pues bien, al añadirle un apéndice en forma de tallarín ese ser se convierte en algo aún mayor. Ergo el Monstruo Espagueti Volador existe, en toda su grandeza y omnipotencia. Más o menos. Quod erat demonstrandum.

Cada vez más personas se hicieron pastafaris. Era muy cómodo, la verdad, porque no necesitas apostatar de tu antigua religión. El Monstruo Espagueti Volador es, en ese y otros sentidos, extremadamente flexible. Además tienes treinta días para probar tu nueva fe y, si no te gusta, la abandonas (no te devuelven el dinero porque no pagas nada). Tampoco hay que participar en ceremonias, entregar diezmos o jurar, que es algo muy exigente. Si a eso le sumas la expansión por Internet y el apoyo de muchos grupos de lo que podríamos llamar “ateísmo militante”, no debe extrañarnos el éxito.

Así que, como todo movimiento que se precie, empezó a surgir un credo. Que es el auténtico y verdadero. Todo con las bases antes señaladas, pero aderezando (los aderezos son muy importantes). Los piratas son seres sagrados, por ejemplo. Hay un cielo (tiene volcanes de cerveza y strippers de ambos sexos) y un infierno (que es exactamente igual, pero la cerveza está caliente y sin gas y los strippers van cargados de enfermedades horribles). También llegará el apocalipsis, claro. Para salvar nuestra alma deberíamos seguir los Ocho Condimentos (inicialmente eran diez, pero un par de ellos se cayeron por la borda durante el primer viaje de… bueno, es una historia muy larga). Quizá el más importante sea el segundo, que reza, nunca mejor dicho, así: “Realmente preferiría que no usases mi existencia como un medio para oprimir, subyugar, castigar, eviscerar, y/o… ya sabes, ser malo con otros. Yo no requiero sacrificios y la pureza es para el agua mineral, no para la gente”. Si eso no es una ley natural, yo no estoy escribiendo esto. Por tener tienen incluso oraciones, con un punto de delicioso sacrilegio que no podemos sino reproducir:

Salve Marinara, Llena de Especias

El Monstruo Espagueti Volador está de ti relleno

Sabrosa tú eres entre todas las salsas,

Y bendito es el fruto de tu frasco, tomate

(aunque los tontos creen que son verduras).

El día sagrado de los pastafaris es el viernes. A ser posible visten de pirata esas 24 horas, aunque son laxos. También habría que comer espaguetis con salsa de tomate y albóndigas esa noche, pero no quieren hacer un drama con ello.

CTXT, en su incesante búsqueda de la noticia, se puso en contacto con Javier Casares, representante de la religión en España (en su infinita modestia se niega rango eclesial ninguno, así que respetaremos sus deseos). Él nos explicó algunos extremos importantes del Movimiento y su extensión. Nos habla, por ejemplo, de cuando intentaron inscribir el pastafarismo en el Registro de Entidades Religiosas copiando literalmente la solicitud de otro credo (sí, aceptado en su día) y a ellos se les denegó. “¿Por qué?”, clamaron elevando sus puños hacia el Monstruo Espagueti Volador. También clamaron en el Registro, donde les llegaron a admitir que oye, estaba todo bien, pero es que aquello no era serio. Lo cual era, pásmense, contrario a lo establecido por la Unión Europea, quien declaraba que tal denegación no podía fundamentarse por razones de fondo. Vamos, que no te puedes meter con mi fe, porque vale tanto como la tuya. Si hasta en Países Bajos se ha reconocido a la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador como religión… Así que insistieron y presentaron recurso ante la Audiencia Nacional. Calculan que en breve salga algo, nos dicen.

En Austria y en la República Checa sendos ciudadanos han conseguido aparecer en su documentación de identidad con un colador de pasta en la cabeza

También preguntamos sobre el número de seguidores que tiene el pastafarismo en España. Después de una disculpa (no es posible hacer un listado de fieles a una religión, porque esos son datos personales y están muy protegidos) nos avanzan algunas cifras. Las discusiones doctrinales reúnen por lo general a unos 150 teólogos activos. Lo que pasa es que los pastafaris también son muy de “creyente pero no practicante”. Estimaciones más genéricas, basadas en apoyos concretos a la causa, suben ese número hasta los 12.000. Que no está nada mal, oigan. Ayuda que se pueda compaginar el pastafarismo con otros cultos, el aeróbic o, incluso, la filatelia.

Desengáñense amigos, el movimiento es imparable. En Nueva Zelanda ya se han celebrado bodas oficiales pastafaris (que luego tienen que pasar por el consiguiente registro civil, como todas las demás). Son ceremonias preciosas, muy emotivas, con un pirata consagrando el amor de dos fieles ante el Monstruo Espagueti Volador. Más aún, en Austria y en la República Checa sendos ciudadanos han conseguido aparecer en su documentación de identidad con un colador de pasta en la cabeza. Que si otras religiones pueden taparse el pelo nosotros también deberíamos, ¿no? Al fin y al cabo está en los Ocho Condimentos (o en algún otro lugar, vaya). Es, en el fondo, una reducción al absurdo. Estados laicos con vinculaciones religiosas más allá de las culturales. ¿Para esto hicimos la Ilustración?

Así que recuerden, queridos lectores… coman tallarines el viernes, vistan siempre que puedan como piratas, nunca le den la mano a un ninja y, sobre todo, no adopten pingüinos. Ellos son los Malditos, la raza que no se puede tocar. Todo está en el Canon. Pueden creerme.

O deberían no hacerlo.

Advertencia: absténganse de continuar con la lectura aquellos que no gocen con la ironía y la reducción al absurdo. Y los de piel fina, ellos también.

“Al principio Dios creó el cielo y la Tierra”. No, espera, no cuadra del todo. Veamos ahora. “El Monstruo Espagueti Volador creó el universo y un...

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Marcos Pereda

Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).

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6 comentario(s)

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  1. Godfor Saken

    De la novela “Almas y cuerpos”, de David Lodge (editorial Impedimenta, 2019; traducción de Traducción del inglés de Mariano Peyrou): Antes de seguir avanzando, probablemente convenga explicar la metafísica o la imagen del mundo que se habían formado estos jóvenes a través de su educación católica. Arriba estaba el cielo; abajo estaba el infierno. El juego se llamaba «Salvación», y consistía en llegar al cielo y eludir el infierno. Era como jugar a la oca: el pecado te enviaba directamente al pozo; los sacramentos, las buenas acciones, los actos de automortificación, te permitían avanzar hacia la luz. Todo lo que hacías o pensabas era sometido a una evaluación espiritual. Podía ser bueno, malo o neutro. Solo ganaban el juego aquellos que eliminaban lo malo y conseguían convertir en algo bueno la mayor cantidad de cosas neutras posibles. Por ejemplo, un banal viaje en autobús (algo neutro) podía convertirse en algo bueno si uno iba rezando el rosario en voz baja, palpando tranquilamente las cuentas en el bolsillo mientras el vehículo avanzaba por la carretera. En cambio, decir el rosario abiertamente y en voz alta en una situación así resultaba más problemático. Si se trataba de un testimonio de fe, por mucho que pudiera arrancarles palabras de escarnio a los no creyentes (y siempre que se lidiara con ello mediante la paciencia y el perdón), era algo bueno; de hecho, era un acto heroico y virtuoso. Pero, si se hacía para impresionar a los demás, para llamar la atención sobre la propia virtud, era peor que neutro: era algo malo. El orgullo espiritual te llevaba al pozo de inmediato. El camino hacia el cielo estaba plagado de trampas similares. Por lo general, existía un criterio bastante seguro para orientarse: es probable que aquello que más te disgustaba hacer fuera bueno, y que aquello que te encantaba hacer fuera malo o potencialmente malo; una «oportunidad para el pecado». Había dos clases de pecados: los veniales y los mortales. Los pecados veniales eran pecados menores que solo retrasaban ligeramente tu avance por el tablero. Los pecados mortales eran casillas terribles que podían dejarte sin turno o enviarte a la línea de salida, porque, si morías con la carga de un pecado mortal, ibas directo al infierno. Si, por el contrario, confesabas tus pecados y recibías la absolución por medio del sacramento de la penitencia, avanzabas de oca a oca por la gracia de Dios, aunque siempre llevaras contigo tu sanción: habría un castigo más o menos duro esperándote en el otro mundo. Y es que muy pocos católicos tenían la esperanza de haber alcanzado la meta celestial a la hora de su muerte. Solo los santos gozaban de tan feliz circunstancia, y considerarse un santo constituía una señal inequívoca de no serlo: una de las casillas en que uno podía caer se denominaba «presunción», y resultaba tan fatal como la de la «desesperación». (La verdad es que se trataba de un juego muy ingenioso.) No, la inmensa mayoría de los católicos esperaba pasar primero por el purgatorio, para recibir el castigo que les correspondiera por los pecados, veniales y mortales, que hubieran cometido a lo largo de su vida. Estos pecados ya les habrían sido perdonados, se entiende, por medio del sacramento de la penitencia, pero igualmente tendrían que pagar por ello en el purgatorio. El purgatorio era una especie de campamento de tránsito en el que uno pasaba una temporada antes de encaminarse hacia las puertas del cielo. La mayoría de tus parientes fallecidos probablemente estuvieran allí, y por eso rezabas por ellos (a fin de cuentas, no tendría ningún sentido rezar por un alma que se encontrara en el cielo o en el infierno). Dedicar tus oraciones a los difuntos era como enviar alimentos a los refugiados, y resultaba aún más beneficioso si incluías unas pocas indulgencias en el paquete. Una indulgencia era una especie de cupón espiritual, obtenido gracias a algún ejercicio de devoción, que le garantizaba al portador la supresión de una parte del castigo que merecía por sus pecados. Por ejemplo, una exoneración de cuarenta días por decir cierta plegaria o una de doscientos cuarenta días por realizar determinada peregrinación. Estos «días» no hacían referencia al tiempo que uno habría de pasar en el purgatorio (un error común en la controversia protestante), pues la manera terrenal de medir el tiempo, naturalmente, no podía aplicarse allí, sino que aludían a las penitencias canónicas que prescribía la Iglesia en la Edad Media. En aquella época, los pecadores confesos se veían obligados a llevar a cabo penitencias públicas, como sentarse sobre cenizas, vestidos de arpillera, en el porche de la iglesia parroquial durante un determinado periodo de tiempo, en lugar de las penitencias meramente nominales (recitar plegarias) que se prescribían en la Edad Moderna. Todavía se usaba la escala antigua para medir la exoneración de los castigos temporales por medio de indulgencias. También existía un recurso llamado «indulgencia plenaria», que era una especie de premio gordo, pues invalidaba todos los castigos que merecieran tus pecados anteriores al momento de obtenerla. Podías conseguir una de estas, por ejemplo, yendo a misa y tomando la sagrada comunión el primer viernes de nueve meses consecutivos. En teoría, si recibías una indulgencia plenaria justo antes de morir, ibas directo al cielo, independientemente de los pecados que hubieras cometido. Pero todo esto tenía truco: había que mostrar una «disposición adecuada» para que la indulgencia fuera válida, y eso no casaba de ninguna manera con un espíritu calculador que mirara por el interés propio. De hecho, nunca podías estar totalmente seguro de tener la disposición adecuada, y cabía la posibilidad de que te pasaras la vida acumulando indulgencias sin validez alguna. Resultaba más sensato, por lo tanto, dedicárselas a las almas que ya penaban en el purgatorio, porque, gracias a la generosidad de esta acción, tu disposición adecuada quedaba más o menos demostrada. Por supuesto, en ese caso, dichas indulgencias no te servirían de nada cuando tú llegaras al purgatorio, pero siempre tenías la esperanza de que los que seguían abajo te prestaran el mismo servicio y de que las almas a las que habías ayudado a llegar al cielo intercedieran en tu favor. La Iglesia de Cristo se hallaba dividida en tres grandes secciones: la Iglesia militante (los que están en la Tierra), la Iglesia purgante (los que están en el purgatorio) y la Iglesia triunfante (los que están en el cielo).

    Hace 4 años 2 meses

  2. Fermi

    Andrés: mira en la wiki el "argumento ad ignoratium", lee sobre la tetera de Russell, y luego si eso intenta otra vez lo de conseguir dicha recompensa. https://es.wikipedia.org/wiki/Argumento_ad_ignorantiam (si las horas de religión las hubiésemos pasado estudiando lógica formal, el mundo sería distinto, y probablemente mejor)

    Hace 4 años 2 meses

  3. Pilar L.

    Maravillosos !... Ojalá el #PIN_Pastafa yá cómo opción extraescolar para mi hija, y el nuevo templo del alambique escarchado, y la capilla de adoracion al Risotto con lúpulo... RAMÉN hermanes/as/os

    Hace 4 años 2 meses

  4. Itxaso

    Me apunto ya!!! Además, no tengo religión alguna, ya que mis progenitores así lo decidieron sin consultarme, vaya

    Hace 4 años 2 meses

  5. Andrés

    Pues si me llego a enterar de la recompensa de la web me la quedo, soy arqueólogo y es tan fácil como dar pruebas empírica del no conocimiento de la pasta en el antiguo Israel, tampoco hay evidencia de dicha religión en la época del nacimiento de Jesucristo, y eso que es una época de la que muchas de las religiones existente estaba documentada gracias a los romanos y los numerosos templos construidos por todo el imperio, así que es imposible que un dios surgido en el siglo XX de un alimento chino que no llega a Europa hasta el siglo XIV ( no soy experto en pasta pero creo que es la fecha aproximada de los viajes de marco polo) y teniendo por ultimo en cuenta que el propio creador de la religión pastafali dijo que solo era una religión inventada para poner en evidencia las religiones tradicionales ( y que jamas pretendía en hacerla real) me daría definitivamente el derecho a esos 250 000 euros. Lastima que no me enteré, pero el que me lea si encuentra un concurso igual le invito a usar mis argumentos para conseguir dinero gratis.

    Hace 4 años 2 meses

  6. matriouska

    Me ha encantado el texto... Creo además, que me ha inyectado un 'chute' de utopía en la distópica posrealidad en la que se mueve mi existencia y la de mis congéneres humanos. Gracias.

    Hace 4 años 2 meses

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