Otras miradas

Aprender de los errores: por una salida democrática de la crisis

Colectivo La Penúltima

Cédric Durand: "La hegemonía de las finanzas -la forma de riqueza más fetichista- sólo se mantiene gracias al apoyo incondicional de las autoridades públicas. Abandonado a sí mismo, el capital ficticio colapsaría; y además arrastraría consigo en su caída a todas nuestras economías. En realidad, las finanzas son maestras del arte del chantaje. La hegemonía financiera se disfraza con los adornos liberales del mercado, pero captura la vieja soberanía del Estado para exprimir el cuerpo de la sociedad a fin de alimentar a sus propios beneficios"

A raíz de la última reunión del colectivo, decidimos poner en papel algunas reflexiones que, a modo de orientación para el debate, sirvieran para construir un editorial del momento político inherente a la crisis del covid-19 desde múltiples puntos de vista. Por ello, nos proponemos resumir la coyuntura de manera multidimensional abordando campos diferentes y complementarios:

La monarquía se sigue desgastando a marchas forzadas. Los acontecimientos han querido que la crisis delcovid-19 coincidiese con el escándalo de las sociedades off shore que Juan Carlos I poseía en Suiza donde acumulaba beneficios de sus negocios con el régimen saudí. Sin embargo, ese desgaste de la Monarquía esta vez se ha cristalizado en la figura de Felipe VI que, con la renuncia a la herencia, expresa su conocimiento de los "negocios oscuros".

La cacerolada fue una masiva acción de repulsa que desbordó las costuras del movimiento republicano. La aparición del rey en televisión no aportó realmente nada y eso fue interpretado, tanto por la opinión pública como la publicada (a excepción de los medios de régimen) como un "salir del paso" sin hacer ninguna referencia al escándalo de las sociedades off shore.

La contradicción que afrontamos es si la monarquía morirá por acumulación de polvo como un mueble viejo en el pasillo o realmente hay condiciones de impugnación del modelo, protegido por todos y cada uno de los poderes fácticos del Estado, para poner en pie una alternativa democrática, social e institucional. Algo demandado por nuevas generaciones, más jóvenes incluso que las del 15M, en sus anhelos de democratización radical de las instituciones. Pero de una manera que trasciende el eje generacional al criticar moralmente a la corrupción monárquica. La cacerolada por la salud pública de la gente trabajadora reclamando lo robado por el rey emérito es el ariete democrático más transversal ahora mismo contra la institución monárquica.

Además, podemos señalar sin miedo a equivocarnos que hoy la impugnación de la monarquía sopla desde las periferias y contra el centralismo, pero exige indudablemente que "las del centro" (aka Madrid y provincias aledañas) tomen partido en este embate democrático.

Pero no es sólo la crítica profunda a la monarquía se hace presente: el aplauso a la sanidad pública revela algo de la gramática del 15M que permanece vigente en la sociedad, y es que hay consensos por encima del partidismo y la confrontación ideológica. El #AplausoSanitario coincide con lo que en 2011 pudo ser el #GraciasFuncionarios, un vector latente que de esta crisis sale reforzada y que inevitablemente cuestiona la lógica de desmantelamiento de lo público por parte de los gestores más neoliberales de las élites políticas y económicas del Estado español. Tanto es así que el PP se ha visto, en la nefasta gestión de Ayuso, inmerso en una defensa a ultranza de su modelo, negando los recortes en sanidad mientras son incapaces de funcionar de manera autónoma, con iniciativa propia al Ministerio de Sanidad.  El escándalo de las residencias -bajo gestión privada, vendidas a fondos buitre- es de una falta de previsión absolutamente inexplicable. El desgobierno versus la gestión privada de la dependencia de nuestras, y nuestros, mayores.

En ese sentido, las residencias son la punta de lanza de la torpe gestión de corte "aguirrista" en la Comunidad de Madrid, uno de los epicentros del COVID19. Dos modelos. Dos mundos. Alrededor de Madrid sobrevuela la idea de la "cooperación público-privada" que no es más la apropiación de recursos con contrapartidas a entidades financieras o intereses privados. En ese sentido, la inversión del 20% del PIB por parte del gobierno central constituye una piedra de toque central que minimiza la iniciativa que el sector de Díaz Ayuso podría ejercer.

De nuevo, el Estado (colonizado por el mercado, abigarrado por el Estado de las Autonomías, sometido a presiones de Bruselas) ha conseguido intervenir de manera directa en la toma de la sanidad privada y la moratoria de las hipotecas, y en medidas que no enumeramos, pero que reflejan un cierto sesgo progresista. Escribimos estas líneas mientras Huawei rechaza la donación de mascarillas que preparaba ante las acusaciones de Javier Solana (PSOE) de intencionalidad política en esta práctica. Esto, en el marco de la "cooperación público-privada" delinea un interrogante: ¿Haría la misma acusación Solana si la empresa de terminales móviles fuese estadounidense?

Reflexiones geopolíticas a parte, el reflejo de las propuestas de bienestar social para esta crisis por abajo debería traducirse en 3 demandas clave: renta básica de emergencia, suspensión temporal de los alquileres y prohibición de los despidos en grandes, medianas y pequeñas empresas. Parece que hay aliados para ello dentro del corazón de la bestia.

El gobierno Unidas Podemos y PSOE, con la correlación de fuerzas realmente existente, afronta de manera coordinada y centralizada la gestión de la crisis sanitaria, pero es tendencia que el ala liberal (donde asoman Nadia Calviño y María Jesús Montero) del PSOE no permitirán cambios profundos que modifiquen la estructura socioeconómica -ni siquiera de manera temporal- ni pongan nerviosos a los fondos de inversión y grandes especuladores financieros del IBEX 35. De hecho, la ortodoxia del 135, si bien inaplicable ahora mismo puesto que Bruselas ha reventado el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, continúa impregnando la mayoría de las sillas del Consejo de Ministres. Intuimos que la presión social y sindical permitirá modificar alineamientos temporalmente, pero mientras en Europa la Alemania de Merkel no suelte cuerda, Macron (?), Conte, Sánchez y Costa tendrán complicado delinear políticas de progreso de larga duración. ¿Quizá sea el momento de concretar transversalmente un #PlanDeChoqueEuropeo?

Lo que podría ir acompañado de una negociación diferente con el BCE y los prestatarios del norte de Europa. En lugar de pedir que nos compren la deuda ¿Por qué no reclamar una quita de la deuda soberana? Esta cuestión permitiría abrir una oportunidad de financiación del Plan de Choque Social y confrontar con el dictat del BCE en vez de transigir con los "coronabonos" y estar de nuevo a merced de los memorándums de austeridad de los países del norte.

En ese sentido, dentro de las coordenadas político-estratégicas de Unidas Podemos, cabría preguntarse si el posCOVID19 es un momento propicio para desarrollar, de amplia, un "constitucionalismo democrático" alternativo al cierre autoritario que acecha el viejo mundo. Hay margen todavía para recuperar ideas, tan preciadas como abnegadas, como la del proceso constituyente o, mejor dicho, procesos desde cada rincón territorial de este país de países.

Es pronto para saber si el innovador gobierno de coalición saldrá reforzado. Lo que sí parece seguro a todas luces es que la extrema derecha no dejará pasar por alto la ocasión para intentar marcar una agenda xenófoba y prorégimen (el sentido del voto de Vox contra la derogación del despido por enfermedad así lo atesora).

En la burbuja del COVID19 hemos visto surgir grupos de apoyo vecinal, autogestión de los cuidados entre comunidades diversas, solidaridad intergeneracional, pero sin duda la mejor noticia de todo ello sea la inexistencia de la extrema derecha reaccionaria en el campo popular, donde existe necesidad. Tendencia que sostiene algo que en La Penúltima conocemos: donde hay organización política entre las de abajo, la extrema derecha tiene dos opciones, o salir espantada o confrontar dividiendo al penúltimo contra el último. De momento carecen de nociones nacionalsindicalistas, pero eso es algo que no debe despistarnos al movimiento popular de su objetivo: construir un antifascismo amplio y transversal en la práctica para aplastar sin contemplaciones las nuevas formas del monstruo reaccionario.

Corren tiempos de una velocidad asombrosa, cuando paradójicamente la cuarentena estira los días más de lo normal. ¿Quién diría que sólo en Madrid se creasen más de 100 grupos de apoyo mutuo en la primera semana de cuarentena? Si hay una síntesis entre el cuidado colectivo, el apoyo mutuo y la solidaridad entre iguales estos días el pueblo está formulando esa síntesis. Parece evidente que la mayoría de la población quiere volver a la "normalidad" de sus vidas, pero "lo normal" no es estático, sino que se construye. Hagamos que la normalidad que venga tras el estado de alarma sea, por una vez, que nos toca cuidarnos y apoyarnos como colectivo en nuestra interdependencia.

Sin duda está salida democrática no se hará con una retórica y unas prácticas belicistas sino con el cuidado como bandera y la reconstrucción social de las instituciones de cuidado colectivo y social como nuestra sanidad pública.

Más Noticias