Otras miradas

UE, Mediterráneo y bárbaros del norte

Luis Moreno

Profesor de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

La bandera de la UE en un mitin en Estrasburgo, durante la campaña para las elecciones europeas. REUTERS / Vincent Kessler
La bandera de la UE en un mitin en Estrasburgo, durante la campaña para las elecciones europeas. REUTERS / Vincent Kessler

Recurro al título del ensayo publicado en 1985 por el recientemente malogrado Luis Racionero. En palabras simples, el ensayo del escritor catalán indagaba en la conciliación de dos mentalidades, en buena parte herederas de la fractura producida por la Reforma Protestante, pero con raíces en el mundo antiguo, entre el septentrión y el meridión continental. Racionero incidía normativamente en la posibilidad de una afinidad cultural común y, eventualmente, en un propósito colectivo por construir la Europa unida.

La obra no fue de fácil digestión en la Centroeuropa teutónica. La edición alemana del libro sufrió una mutilación de tres capítulos aduciéndose que las partes eliminadas era "demasiado complicadas y de demasiada altura" para el público masivo alemán. Al final se decidió imprimir una tirada de 3.000 ejemplares, por lo que su impacto en la entonces República Federal Alemana fue escaso.

Parece inevitable pensar que para el marketing editorial alemán, incluir a su país en la categoría de bárbaros del norte, tal y como fueron considerados durante los tiempos de la civilización greco-romana, no sería de su gusto. Para una mentalidad de dominación, tristemente repetida en la historia contemporánea, y reflejada en el último paroxismo de la experiencia nazi, tales epítetos barbáricos casan mal con su irrefrenable vocación de germanizar Europa.

Ahora jaleados por las peticiones de los PIGS mediterráneos (Portugal, Italia, Grecia y España), de mutualizar con Coronabonos las necesidades financieras para confrontar la crisis producida por el COID-19, volvemos a las andadas del "nein. nein, nein...!" alentados por sus corifeos y mamporreros aliados (en particular los Países Bajos y Finlandia). Empero, cabe preguntarse si en una coyuntura como la actual no se toma la decisión de la mutualización europea, ¿cuándo podría acordarse entre los socios europeos algo parecido en un futuro indeterminado?

Naturalmente que se deben respetar (y mucho) los temores de algunos halcones alemanes ante la tesitura de garantizar con sus dineros las necesidades de deuda de los países de la Europa del Sur. Sus desastrosas experiencias inflacionistas durante el período de la República de Weimar, pero sobre todo sus convicciones axiológicas de ahorrar y no gastarse más de lo que no se dispone son muy poderosas.

El efecto perverso es que permanece la tentación de hacer comulgar con las ruedas de molino del ordoliberalismo germano a toda la UE, en especial a los gorrinos sureños. Según el dogma alemán alimentado por algunos economistas supremacistas alemanes, los países PIGS deberían adoptar su diagnóstico haciendo bajar los salarios y procurando mayor competitividad a sus economías. La oculta justificación moral de tales observaciones (es decir, lo que no se confiesa abiertamente) es que los mediterráneos deben de penar por sus pecados dispendiosos (nótese la sinonimia en el credo cristiano entre deuda y pecado, Evangelio de San Mateo 6:12). Conviene recordar que los propios alemanes occidentales no aplicaron el mismo Diktat a sus hermanos de la RDA cuando en 1990 decidieron comprar sus marcos sin valor y reconstruir prácticamente desde cero un país que había cometido el pecado ‘mortal’ del comunismo anticapitalista. El rescate pagado desde 1989 por integrar a la economía de un país de apenas 17 millones de habitantes le costó a la nueva Alemania tres trillones de euros (millones de millones), una cantidad equivalente por aquel entonces a la suma de la deuda pública soberana de los países PIGS (España, Grecia, Italia y Portugal).

Como bien ha señalado mi colega y amigo, economista y sociólogo pionero en nuestro país de los estudios de la economía del bienestar y las políticas sociales, Gregorio Rodríguez-Cabrero, los rectos ortodoxos neoliberales centroeuropeos han constituido el mayor paraíso fiscal del mundo junto con Luxemburgo, donde se acumulan más de la mitad de la inversión ficticia (pura ingeniería para evadir impuestos). Tanto Holanda como Alemania se han dedicado a especular como prestamistas de sus excedentes para luego acogotarnos creando una UE de dos o tres velocidades.

Lo terrible es que están favoreciendo la lenta ruptura interna de la UE. Para el bloque ordoliberal y calvinista, la UE es sólo un mercado y no la Europa Social, por la que algunos clamamos en el desierto de la globalización dominada por el capitalismo WASP anglosajón. Sus declaraciones europeístas son simple retórica.

Se avecinan días de difíciles negociaciones en Bruselas. Quizá como ha sido el caso en los últimos decenios, pueda conseguirse un acuerdo político de última hora que fortalezca la UE y establezca inequívocamente que la solidaridad es un principio fundamental si queremos seguir unidos y mantener nuestros Estados del Bienestar en el Viejo Continente. La alternativa es que trumpistas y putinistas non engullan en una suerte de cepo geoestratégico inescapable. Mejor que ustedes, lo más jóvenes, no lo vean. Sin patriotismo europeo no hay futuro...

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