Dominio público

Tras el covid-19… ¿Qué sistema judicial vamos a resucitar?

Amparo Díaz Ramos

Abogada especializada en violencia machista

Bandera española en lo alto del edificio del Tribunal Supremo. E.P./Jesús Hellín
Bandera española en lo alto del edificio del Tribunal Supremo. E.P./Jesús Hellín29 noviembre 2019, Justicia, Tribunal Supremo Español, órgano judicial
(Foto de ARCHIVO)
11/29/2019

El corona virus ha puesto en evidencia las miserias y grandezas de nuestro sistema social y económico, y de los colectivos profesionales. Personas a las que prestábamos poca consideración resulta que son esenciales y además asumen en estos momentos una gran y arriesgada responsabilidad en beneficio de la comunidad. Aplaudimos por ejemplo el valor del personal sanitario, de limpieza, de supermercados, de laboratorios, y con ello también reconocemos en parte, no suficientemente, la injusticia que hemos cometido anteriormente con esas mismas personas.

Yo formo parte de un colectivo que en general no merece ahora ningún aplauso, porque como abogada formo parte del sistema judicial, y el núcleo del sistema judicial, los juzgados y entidades colaboradoras, han protagonizado un suicidio irresponsable que ha dejado abandonada de justicia a nuestra sociedad en estos momentos de oscuridad.

En la era de Internet y el teletrabajo no se puede entender la paralización (salvo guardias) de los procedimientos. El daño en nuestra sociedad, a nivel de resolución de conflictos de convivencia y económicos, es inmenso. Y especialmente el daño a los niños y niñas en contextos de explotación sexual, malos tratos o en situación de negligencia, o inmersos en conflictos de sus progenitores. ¿Cómo es posible que en vez de potenciar los juzgados que resuelven los temas de familia y por tanto que deben proteger a los niños y niñas se posponga la intervención judicial al fin del confinamiento? ¿Cómo es posible, por ejemplo, que no se estén tramitando, más allá de las guardias, los procedimientos de violencia de género en la pareja o en otros ámbitos?¿Cómo podemos dejar paralizados los casos de abusos sexuales a menores? ¿Y cómo se puede a la vez estar diciendo que se mantiene el funcionamiento de los juzgados cuando solamente hay guardias y servicios más que mínimos, minúsculos, cuando no sale ni un papel ni se atiende una llamada ni se permite -salvo excepciones puntuales- la presentación de escritos?

Sin duda el temor razonable al contagio y a la difusión de la pandemia ha motivado el abandono de las sedes judiciales, pero debería haberse previsto por un lado un abandono menos radical (¿qué habría pasado si se hubieran vaciado igual los supermercados?) y por otro la continuación telemática de los procedimientos o de buena parte de los mismos. Al no hacerse la ciudadanía ha resultado abandonada por los Tribunales.

Pero también creo que el sistema judicial estaba ya herido, tras haber sido descuidado y empobrecido durante años.

La sobrecarga y falta de medios  especialmente acentuada a raíz de la crisis financiera del 2008 ha ido desmotivando y dificultando cada vez más la labor judicial de indagación, de profundizar en cada caso y buscar la solución correcta. Lleva mucho tiempo el sistema judicial andando en bastantes casos el camino de la "opinión" más que de la investigación y la verdad. Lleva mucho tiempo el sistema judicial no garantizando la profundidad en su actuación. Cada vez nos acercamos más a un sistema judicial superficial, como si lo único que se pudiera hacer es escuchar lo que dice una parte, lo que dice otra parte, la opinión de sus defensas, la opinión de fiscalía, y finalmente aplicar la opinión de quién juzga. Una justicia de opiniones es una justicia inútil y herida. Una justicia que no tiene medios para investigar, acercarse a la verdad y valorar de manera razonada y con conocimientos específicos, lo que corresponde a cada caso, no sirve para resolver conflictos. Y tal vez también por eso en vez de dar un paso adelante en estos momentos, el sistema judicial se ha quedado por completo ciego, sordo, mudo y paralizado. Se ha desposeído de toda percepción y fuerza, se ha suicidado.

Pero el sistema judicial es esencial para nuestra vida. En nuestro día a día y especialmente en las situaciones de crisis social como ésta necesitamos justicia, JUSTICIA con mayúsculas, y hay muchos y muchas profesionales de los Tribunales -no me refiero únicamente a la fiscalía, judicatura y abogacía- que tenemos vocación de servicio social y   queremos llevar a cabo esa labor, que queremos profundizar a la hora de hacer nuestro trabajo y para ello queremos que se renueve y potencie el sistema judicial.

Es necesario reflexionar sobre en qué consiste hacer justicia, el papel imprescindible de cada operador del derecho, y exigir respetuosa pero firmemente a quienes tienen el poder, que el sistema que se ponga en marcha tras esta parada mortal tenga la humildad, igualdad, respeto, compromiso, honestidad, planificación y capacidad necesaria para servir eficazmente a la ciudadanía en cada momento. Algo que actualmente no tenemos.

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