jueves. 28.03.2024

¡Es la pesca, estúpido!

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A finales de 2019, las negociaciones post-brexit parecían que podían llegar a su fin. El problema de la frontera irlandesa, que había sido el principal escollo de la negociación tal y como muestra el documental Brexit a puerta cerrada, concluyó con un principio de resolución. Los más optimistas auguraban un acuerdo entre ambas partes antes de finalizar el periodo establecido para cerrar un concierto.

El pasado 15 de mayo se pudo comprobar que habían aparecido nuevos puntos conflictivos: Reino Unido se negó a aceptar las reglas sobre las aduanas europeas y las normativas laborales, medioambientales y de calidad que marca Bruselas. Michel Barnier, negociador de la UE para el Brexit, consideró que los últimos encuentros habían sido “decepcionantes” debido a la falta de realismo británico. Además de esos problemas, el punto más importante de desencuentro fue en el sector pesquero. Se trata del apartado de la negociación más frágil para ambos lados del Canal de la Mancha, pues afecta directamente a numerosos puestos de trabajo, tanto directos como indirectos.

Los pescadores, desde principios de la década de los setenta, se convirtieron en un sector muy vulnerable y en continua regresión. La sobreexplotación de los recursos marinos, la imposición de la Zona de pesca de 200 millas (1976) y la legislación a favor de la conservación de los mares comunitarios debilitaron todavía más a este colectivo social.

En la actualidad, España y Francia, sobre todo el segundo país, temen que el acuerdo final suponga un descenso de sus capturas en aguas británicas. Bruselas propone que los barcos europeos continúen con acceso a las aguas británicas (200 millas desde sus costas). Pero Reino Unido, al contrario, se niega a aceptar la libre circulación marítima europea en sus aguas y propone un acuerdo similar al de la UE con Noruega, que se basa  en un sistema de “cuotas”. La pérdida de dichas aguas supondría la ruina para una parte importante de los navieros franceses. Por eso, Macron ha realizado varias declaraciones en defensa de sus pescadores.

Con este problema, la pesca ha pasado de ser una gran desconocida a un sector nombrado con frecuencia en los medios de comunicación. Pese a que durante mucho tiempo se ha obviado su relevancia, ha sido una actividad muy importante y conflictiva a lo largo de la construcción europea. Un ejemplo de ello fue la tardanza en la aprobación de la Política Pesquera Comunitaria (PCP). La iniciativa surgió en 1970, siete años después de aprobar la Política Agraria Comunitaria, pero no se ratificó hasta 1983. Además, el acuerdo de la PCP fue forzado por la inminente entrada española en la Comunidad Económica Europea (ahora Unión Europea), pero no por el consenso comunitario. Igual de importante fue el tema de la pesca en la fallida adhesión de Noruega a la CEE (1972).

En la política británica, la pesca tampoco ha pasado desapercibida. Desde la década de los noventa se convirtió en uno de los sectores más favorables a la ruptura con Europa. En diciembre de 1995 se celebró un intenso debate en la Cámara de los Comunes sobre la pesca. Tony Marlow, miembro del Partido Conservador, afirmó “I do not think that anoune in the House finds the Common Fisheries Policy”. Algunos años más tarde, otro político, Austin Mitchell promovió el movimiento Save Britain´s Fish. Desde dicha plataforma, los pescadores se negaron a aceptar la PCP y las cuotas pesqueras atribuidas por Bruselas porque consideraban que les perjudicaban. En este contexto Tony Blair trató de acercarse a Europa, lo que no significaba que estos sectores hubieran cambiado de opinión. En el seno de una parte importante de las comunidades pesqueras se fue generando un discurso euroescéptico. Durante mucho tiempo, a Europa no le preocupó en exceso, pues era un sector con escasa representación mediática y con una aportación al PIB que, a día de hoy, continúa siendo cercana al 0,5%. Frente a estos discursos, apenas hubo (ni hay) argumentaciones proeuropeas sobre la necesidad de ayudas comunitarias para mantener el sector y sobre el hecho de que una gran parte de sus producciones se exportan a la UE. Todo ello ha provocado que, en la actualidad, ese “nacionalismo marítimo”, término utilizado por Christian Lequesne, sea uno de los mayores defensores del brexit.

Como a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la pesca vuelve a ser el talón de Aquiles de las negociaciones europeas. Esta semana se han vuelto a citar los equipos británicos y comunitarios en busca de un acuerdo que, de momento, se antoja difícil.


Sergio Molina García (Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición)

¡Es la pesca, estúpido!