viernes. 29.03.2024

La reconstrucción

La ministra de Economía, Nadia Calviño, en la comisión para la reconstrucción en el Congreso.

Así podríamos describir la estrategia a corto, medio y largo plazo de la cúpula de la CEOE. Sacar todo lo que se pueda con las menores contrapartidas posibles. Ya que no pudo ser, tener a su disposición un Gobierno servil.

Lo de los réditos a obtener lo tienen claro. Todo el pastel, directa o indirectamente, será para ellos. Y sin negociaciones. Ingenuamente el Gobierno de progreso se lo ha dado todo, sin condiciones. Espontáneamente. Por el bien del país, el tejido empresarial y el empleo. Ya veremos si la tarta será realmente para todos porque de momento trabajadores autónomos y PYMES se quejan de que el crédito disponible para ellos escasea, de que la Banca les pospone y les margina. Y esto no ha hecho más que empezar.

De momento, todos han dejado de lado el liberalismo y la aplicación de las duras leyes del mercado y todos se apuntan a la subvención y a competir “dopados”.

También habrá que discutir si este “café para todos” conviene a los intereses del país, que no necesariamente han de coincidir con los de la CEOE. Hemos pasado de la cultura económica del 3% de déficit máximo a la del gasto reactivador sin límite. De la prohibición de las ayudas estatales a la admisión de los estímulos e incluso de las nacionalizaciones (temporales, de momento). Del Estado-árbitro, al intervencionismo estatal (Alemania, Francia, Italia…). Se han roto todos los tópicos y todos los límites. En este abandono del liberalismo descubrimos que no es propiamente una ideología o una teoría económica sino sólo una estrategia al servicio de determinados grupos en determinados momentos.

Sólo resta hablar de la posibilidad de planificación económica. Y ese debate debería estar ya a aquí y mientras no llegue, algo imprescindible falta. Y no sólo porque la experiencia histórica demuestra la eficacia de la economía dirigida. China es un ejemplo, con todos sus problemas e inconvenientes. De la Edad Media a pronto primera potencia industrial mundial en setenta años. Y con el gran inconveniente del analfabetismo generalizado, la incultura, la ausencia de infraestructuras, etc. de que partía. Otro podría ser la España de los Planes de Desarrollo y la industrialización, pese a sus deficiencias. Es importante ese debate también porque estamos hablando de un importe de quinientos cuarenta mil millones de euros, que en su mayor parte habrá que devolver o pagar y  que es menester invertir con sensatez, preordenadamente a unos objetivos. No es una cantidad para “pateárnosla” en vanidades y amigos o malgastarla.

La reconstrucción del país, con todo ese dinero disponible, ha de permitirnos rediseñar o comenzar a ejecutar un proyecto sostenible y racional del país que queremos, como así lo hiciera Alemania al final de la II Guerra Mundial. Y eso significa definir los objetivos colectivos políticos y económicos. Concretar si podemos y queremos.

1.- seguir siendo un país dependiente de los servicios en el marco de un turismo masificado, más del 14% de nuestro PIB, en competencia imposible de costes y precios con países en vías de desarrollo.

2.- seguir dependiendo de la industria del automóvil, más del 10% de nuestro PIB, y a sus continuos chantajes de deslocalización, cuestionada a medio y largo plazo por el cambio climático y el cambio de las formas de consumo que llevan al abandono de la tradicional venta masiva (dos-tres vehículos por familia) y a nuevas formas cooperativas de disfrute del vehículo.

3.- seguir teniendo energías sucias y caras en manos de un monopolio, que es un lastre para la vida de los ciudadanos y de las empresas.

4.- seguir en dependencia de una Banca, que acabamos de rescatar gratuitamente (para ella) y cuyo porvenir se cuestiona a corto, medio y largo plazo por los Fondos de Pensiones y de Inversiones (en su faceta de Banca de Inversión) y por las tecnológicas (en su faceta de Banca comercial).

5.- una estructura de PYMES insolventes desde antes de nacer, permanentemente en situación que debería determinar su liquidación, con un Capital 3.000 euros agotado en los gastos iniciales de constitución.

6.- persistir en el abandono de la Investigación y Ciencia que a medio plazo nos condena a la mediocridad y la dependencia.

Y  lo de las contrapartidas, también lo tienen claro. De entrada no. De entrada nada. Ni subidas de impuestos ni contrarreforma laboral ni compromiso de mantenimiento de empleo.

El recurso permanente de la dirección de la CEOE al abaratamiento de los costes y a las reformas laborales encadenadas, da buena medida de la pobre calidad de la gestión empresarial y de la incompetencia empresarial

1.- De impuestos nada, porque ya les va bien que el coste de la reconstrucción del país sea satisfecho íntegramente por los mismos que corrieron con el coste del rescate pasado de la Entidades financieras. Que los mismos carguen con el coste de aquel rescate, con la deuda actual por aquél desembolso, el nuevo rescate que se nos viene encima y la deuda a futuro, que será cuantiosa. No están por la labor. A contribuir, no. A recibir, sí. El “no-Rescate” de la Banca, que nos costó unos 67.000 millones de euros, ha servido para  que en una década haya ganado 100.000 millones y haya despedido a 88.000 trabajadores. ¿Quién no se apunta al chollo?

2.- De reforma laboral, tampoco. “Estamos muy bien como estamos” (¿Quiénes somos ese  “nosotros”?) “La reforma laboral es útil” (¿Para quién?  ¿Para qué?) “La Reforma laboral es eficaz” (¿Para quién? ¿Para qué?) En la inconcreción está el engaño.

Claro está que en ese “nosotros” no están los trabajadores. Desde luego para ellos no es útil ni eficaz la reforma laboral. Sólo ha traído desempleo, temporalidad, precariedad y pobreza. El estudio de Luis Cárdenas y Paloma Villanueva, de la Universidad Compútense de Madrid, ha revelado que la Reforma de 2012 nada ha tenido que ver con la creación empleo (3 millones y un 9,9 %) que se vincula la tasa de crecimiento del PIB (un 20,7% en el mismo periodo), cosa que ya era sabida. La Reforma Laboral ha facilitado que el número de trabajadores indefinidos se haya reducido a la mitad, disparó la tasa de trabajadores atípicos (temporales y a tiempo parcial), hasta alcanzar la segunda tasa europea más alta de temporalidad (25%, la mismo que en 2009). Incrementó la dualidad, la inestabilidad entre los fijos y la inseguridad entre los temporales.

Tampoco es útil y eficaz para los empresarios a medio y largo plazo. Por muchas razones. Destacadamente porque los trabajadores son también, mayoritariamente los consumidores. Y en un capitalismo de salarios precarios, el consumo se restringe (salvo en casos excepcionales como China, a lo que no podemos acogernos) Porque en un capitalismo de salarios crecientemente depreciados, los trabajadores más jóvenes, más cualificados y con mayor iniciativa se van del país. Ya nos está ocurriendo. Los sanitarios se van a Reino Unido, a Francia, etc., donde doblan o triplican el salario que se les ofrece en España y en condiciones de mayor seguridad laboral. Y como eso sucede en todos los sectores la calidad de nuestra mano de obra se degrada y con ello mengua el valor agregado de lo que producimos, de nuestros bienes y servicios… El circulo virtuoso de la ruina nacional.

El recurso permanente de la dirección de la CEOE al abaratamiento de los costes y a las reformas laborales encadenadas, da buena medida de la pobre calidad de la gestión empresarial y de la incompetencia empresarial.

3.- Y menos aún  de compromiso de mantenimiento de empleo. Ni oír hablar de ello. El propio Gobierno parece haber desistido de condicionar la extensión temporal de los ERTES a cambio de mantener una prohibición temporal de despedir. Mal augurio porque no es difícil averiguar que se ordeñará al Estado por vía de los ERTES y de créditos blandos para luego proceder a despidos masivos. La polémica ya está instalada en Alemania donde, por ejemplo, Lufthansa y Grupo TUI han recibido 9.000 millones y 1.500 millones de euros, respectivamente, en créditos blandos,  anunciando poco después despidos masivos que podrían llegar a los 22.000 en la primera y a 8.000 en la segunda. En este contexto debe entenderse la negativa empresarial a la contrarreforma laboral. El mantenimiento de unos costes extintivos ínfimos. De ahí que quieran posponer la  contrarreforma laboral el tiempo necesario para que esos despidos masivos, que se producirán entre nosotros en cuanto acabe la vigencia de los ERTES se acojan a la actual normativa. Solo se trata de que esos despidos masivos les resulten baratos, muy baratos. Saben que la contrarreforma laboral es inevitable porque lo es la ratificación de la Carta Social Europea revisada. Pero cuanto más tarde mejor.

La alternativa consiste, en definitiva, en si la reconstrucción va a ser una operación de salvamento del país o del dividendo de las grandes Empresas y Entidades financieras. Ya nos lo ha avisado James Galbraith: “Los planes de ayuda a la economía salvan a los accionistas, no los empleos”.

La reconstrucción