jueves. 28.03.2024

El mundo que viene

coronavirus 2

“Abolir el futuro” (Gaspar Hernández)

Por Mario Regidor | Hace unas semanas, en pleno confinamiento, publicamos un artículo en el que nos atrevíamos a realizar un ejercicio de anticipación de la realidad y previsión de lo que podría acontecer en el futuro cercano.

Una vez acabado el confinamiento, aunque con la pandemia en ebullición en muchos continentes como América o África, es necesario actualizar dichas previsiones, prestando especial atención al mundo que nos vamos a encontrar cuando todo esto acabe o, al menos, se normalice.

Las normas de distanciamiento van a provocar un auge de las máquinas robotizadas en la realización de los trabajos manuales o en cadena. En este sentido, aparecerán nuevas profesiones que ahora ni imaginamos y que solo podrán ser realizadas por humanos, pero a corto plazo, podrá destruirse empleo y categorías profesionales que caerán en desuso y que, para paliar los aumentos de desempleo en sectores localizados, los poderes públicos deberán aunar esfuerzos para reciclar a dichos trabajadores y aumentar su empleabilidad en nuevos yacimientos de empleo. En este sentido, el fomento de las cooperativas u otras formas de asociación donde el trabajador se empodere formando su propio negocio, pueden ser salidas a tener en cuenta con la consabida ayuda de las administraciones implicadas.

A nivel económico, el proteccionismo parece invadirlo todo. Pero no es una tendencia postpandémica, ni mucho menos. Esta situación venía observándose desde que Donald Trump llegó al poder en Estados Unidos. El “combate” entre China y Estados Unidos parece haber encontrado su apogeo y el caldo de cultivo ideal en un virus que comenzó a expandirse en el país asiático y que éste no pudo (o no quiso) avisar a tiempo a la Organización Mundial de la Salud.

Es lógico pensar que, en un mundo donde los transportes y el turismo se ven amenazados por un enemigo invisible que, teóricamente, se propaga por el aire y que posee un potencial de contagio realmente temible, el comercio se pueda resentir, pero, como estamos viendo, bajo una premisa de seguridad sanitaria se esconden prejuicios ideológicos que priman los intereses nacionales y económicos de diversos países, (la nación-estado), por encima de criterios de libre comercio y redistribución de la riqueza. Si esta situación deja de ser una moda y pasa a ser una nueva fase en la historia económica de la humanidad aventuro dos consecuencias a cada cual más grave: un aumento de los conflictos entre países a cuenta del descenso de esa libertad comercial y una pérdida de importancia de la multilateralidad en las relaciones, lo que es un grave error a la hora de plantear estrategias futuras que puedan paliar o prevenir las consecuencias económicas y sociales de posibles amenazas globales.

En este sentido, el papel de las organizaciones supranacionales como puntos de encuentro de líderes mundiales y articulación de políticas que primen a la sociedad por encima del individuo se nos antoja indispensable para salir del atolladero. El papel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Unión Europea (UE) debe revalorizarse e impulsarse desde aquellos países que pueden asumir un rol protagonista. En el caso europeo, Francia y Alemania, preferentemente. En el caso de la ONU, debería ser Estados Unidos, pero ni está ni se le espera. Esperemos que en las elecciones de noviembre se produzca un cambio en la dirección de la nación que pueda permitir abordar los asuntos mundiales desde una perspectiva multipolar.

El auge de los populismos de uno u otro signo ideológico encuentra un terreno abonado ante la respuesta que dan los poderes públicos a las consecuencias económicas y sociales derivadas de los acontecimientos globales como es el caso de la pandemia actual. No es un fenómeno que nace ahora, pero sí encuentra el caldo de cultivo para fermentar y multiplicarse con proclamas facilonas y liderazgos personales que suelen traspasar fronteras y que encuentra en la identidad nacional el mayor y mejor reclamo para “abrazar” a los ciudadanos que se encuentran huérfanos de apoyo.

Un pilar fundamental en la recuperación económica mundial viene dado por el transporte y el turismo, actividades actualmente bajo mínimos. No cabe duda de que la exposición a agentes invisibles causantes de enfermedades como el actual, ponen en jaque a actividades tan importantes como las reseñadas. Afortunadamente, en el caso de España, la herramienta de los ERTE va a suponer un importante incentivo para que gran parte de los trabajadores empleados en dichos sectores de actividad no vean su relación laboral cortada de forma definitiva, pero no se puede alargar dicha situación de forma indefinida. Es esencial seguir los protocolos sanitarios y, a la vez, permitir una entrada controlada de los turistas en sus destinos. En este aspecto, más allá de cuarentenas que no incentivan en absoluto el turismo, sí hay que apostar por test en origen o en destino que permitan un control eficiente de posibles positivos.

Por último, pero no menos importante, en una crisis de esta magnitud no podemos olvidarnos de la educación como motor de cambio en la sociedad y, sobre todo, de su capacidad de tornar comportamientos individuales egoístas en esfuerzos capitales de solidaridad para los que nos rodean. Es cierto que estas actitudes deben impregnarse en cada uno de los ciudadanos desde la más tierna infancia para que dicha fraternidad siga presidiendo sus actos cuando sean adultos. Puede parecer poco importante, pero la solidaridad y la ayuda mutua deben presidir los actos que todo ser humano y poder público debe procurar para todo el que lo rodea, máxime si tenemos en cuenta que la práctica totalidad de amenazas son de carácter internacional y suelen afectar a colectividades de personas de diferentes países. Es por ello, que a nivel micro y a nivel macro, en función de nuestras capacidades, debemos ser capaces de ayudar. Y para ello, el fomento de valores sociales y éticos desde las edades más tempranas deviene en fundamental para nuestra propia pervivencia como especie.

Sé que lo repito mucho, pero nos va la vida en ello. Cuídense…

El mundo que viene