viernes. 19.04.2024

En memoria del paradigmático defensor de los derechos humanos

“He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He alimentado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con iguales posibilidades. Es un ideal por el cual vivo y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir”.

Con esa cita comienza el libro Un ideal por el cual vivo, una suerte de historia personal, que no biografía, de cincuenta años en la vida de Madiba. Nelson Rolihlahla Mandela, también conocido como Madiba, nació el 18 de julio de 1918 en la pequeña aldea de Mvezo (Sudáfrica), hijo de Nonqaphi Nosekeni y de Nkosi Mphakanyiswa Gadla Mandela, consejero principal de la tribu thembu, hermano de los otros doce hijos de sus cuatro esposas.

En el año 2009, mediante la resolución 64/13, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió nombrar el día de su nacimiento como el Día Nelson Mandela, un Día Internacional por la paz, la democracia y la libertad. Fue, durante toda su larga vida, un ciudadano universal y un servidor y defensor de las libertades públicas, la paz y los derechos humanos.

La hija de Mandela, Zindzi, recientemente fallecida, el 29 de agosto de 1985 en el campus de la Universidad de Ciudad del Cabo (foto: Gideon Mendel / AFP / Getty Images)

Un hombre que con su acción inspiró y llevó a cabo un verdadero cambio social, una metamorfosis que consiguió tumbar el racista y excluyente sistema político del apartheid sudafricano. Él ha sido uno de mis “navegantes”, una de las personas que ha marcado mi rumbo en este viaje por la vida y que me ha servido como referente al aportar sus valores intangibles a mi construcción como ser humano.

En una carta que publiqué por su 95 cumpleaños, y que como se pueden imaginar él nunca leyó, le declaraba mi respeto y admiración por “haber promovido y enseñado al mundo la paz desde uno de los lugares más excluidos y olvidados de la Tierra, hasta que su labor lo puso en el mapa; por haber sido un gran desobediente civil y un gran ciudadano del mundo, porque con su trabajo nos mostró el ´largo camino hacia la libertad`”.

 

Ya lo he dicho antes y hoy, en el día en que cumpliría 102 años, lo repito “Madiba me enseñó la palabra Ubuntu, esa que deberíamos aprender, asumir y practicar todas y todos para cumplir con los derechos”. Así lo escribí en Nueva Tribuna en 2018, Mandela fue “la personificación de la Ubuntu africana, (…) la humanidad y la fortaleza, la concesión sin rendición, el perdón sin el olvido. Ubuntu es una verdad universal, un modo de vida: el respeto, la comunidad, compartir y confiar”.

Para el filósofo y crítico Todorov, en su artículo de 2014 “El ejemplo de Mandela”, el dirigente sudafricano tenía una personalidad que le situaba en otro nivel entre los mandatarios que en el mundo han sido al poseer “una extraordinaria combinación de sentido político y virtud moral” y cuyo éxito tuvo mucho que ver con su capacidad para reconocer la humanidad de su enemigo “al que trata de comprender y ver como el enemigo se ve a sí mismo”.

Según John Carlin, periodista, corresponsal en Sudáfrica para The Independent de Londres, entre 1989 y 1995, y autor del libro Playing the enemy (El factor humano en su versión en castellano) con el que pretendió “humildemente, reflejar un poco la luz de Mandela”, lo más destacable del líder sudafricano era precisamente su factor humano, lo que le hizo actuar inteligentemente y anteponer los intereses de su país por encima de la rabia que sentía; entendiendo que “no iba a lograr el objetivo de la democracia si iba por el camino de la venganza”.

Mandela ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 22 de junio de 1990 (foto: Don Emmert / AFP / Getty Images)

Su labor en pro de la paz, de los derechos y de la igualdad en Sudáfrica, su “revolución negociada”, es un ejemplo que ilustra y guía las teorías sobre resolución de conflictos que muchos países deberían seguir para superar las diferencias y alcanzar la paz desde el respeto y el reconocimiento del otro.

En dos de sus, en mi opinión, más destacados discursos, con lo difícil que es elegir solamente un par de entre tantos que nos regaló, sus palabras quedaron resonando no sólo por su claridad y contundencia, sino por el simbolismo del momento y el espacio en el que las compartió.

Uno es el que ofreció ante la ONU en septiembre de 1998 y en el que, después de reconocer que sería probablemente la última vez que tuviera el honor de estar en esa asamblea, con toda rotundidad pero con absoluta humildad, afirmó “Si todas estas esperanzas [que a nadie se le niegue la libertad; que a nadie se le convierta en refugiado; que a nadie se le condene a pasar hambre; que a nadie se le prive de su dignidad humana] se pueden traducir en un sueño realizable y no en una pesadilla que atormente las almas de los viejos, entonces tendré paz y tranquilidad, entonces la historia y los miles de millones en todo el mundo proclamarán que valió la pena soñar y esforzarse por dar vida a un sueño realizable”.

Y el otro es con el que abrió el concierto Live 8, “Africa Standing Tall Against Poverty”, en Johannesburgo en julio de 2005, donde aseguró, tras reconocer que no debería estar ahí puesto que ya había anunciado formalmente su retirada de la vida pública, que “mientras la pobreza, la injusticia y la gran desigualdad persistan en nuestro mundo, ninguno de nosotros puede descansar realmente”.

Por primera vez en 2015, las Naciones Unidas concedieron el premio de carácter honorario Nelson Rolihlahla Mandela, consagrado al recuerdo de Madiba y que será entregado cada cinco años a aquella mujer y aquel hombre que hayan trabajado por la comunidad siguiendo el legado del premio Nobel de la Paz. En su primera edición recayó en la doctora Helena Ndume, oftalmóloga de Namibia dedicada a combatir la ceguera en África, y en el ex presidente de Portugal Jorge Fernando Branco Sampaio, luchador contra la dictadura en su país y defensor de presos políticos.

En 2020 el galardón les será otorgado a Marianna V. Vardinoyannis, filántropa griega y defensora mundial de los derechos humanos que lleva más de 30 años luchando por un mundo sin fronteras en la salud y por la protección y el bienestar de niñas y niños, y al doctor Morissanda Kouyaté, médico guineano defensor del fin de la violencia contra las mujeres y las niñas en África, especialmente en contra de la mutilación genital femenina.

Nelson Mandela le entrega la copa de Campeón del Mundo de Rugby al capitán de la selección de Sudáfrica François Pienaar en Johannesburgo el 24 de junio de 1995 (foto: Jean-Pierre Muller / AFP / Getty Images)

Este 18 de julio tendrá lugar la decimoctava conferencia anual Nelson Mandela que contará con la participación y el discurso del secretario general de la ONU António Guterres. El evento será en línea y tendrá por título “Abordar la pandemia de la desigualdad: un nuevo contrato social para una nueva era”.

Todo eso y más produce el navegante Nelson Mandela, un ser humano que nos enseñó que todo “Siempre parece imposible hasta que se hace”; que nuestros viajes por un mundo socialmente injusto podían tener la esperanza de alcanzar finales menos malos de los que por lo general cierran las historias. Mandela, como reza el poema de W.E. Henley, fue el amo de su destino y el capitán de su alma.

En memoria del paradigmático defensor de los derechos humanos