A los seres valientes que escogen vivir

Ilustración: Juan Medina Manrique
Ilustración: Juan Medina Manrique

Beatriz Caspar (@Casparbea) y Laura Franco (@Lauraa02)

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que las bombas arrasen

y la miseria mate de hambre.

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que las calles se hayan convertido

en fuentes de desdicha y en ríos de sangre.

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que las flores

se hayan convertido en armas

y que las balas se estén llevando

la vida y los sueños de miles de almas.

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que el miedo

te deje sin sosiego y sin aliento

y a no ser que día tras día,

la muerte roce tu alma y tu cuerpo.

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que corra el peligro

de que un grupo de hombres

se entrometan entre tus piernas

y destrocen tu integridad entera.

 

Nadie huye de su tierra

a no ser que tu hijo corra el peligro

de convertirse en un escombro

y en una pizca de polvo.

 

Tenéis que entender

que ninguna persona emprende por capricho

una arriesgada travesía en aguas desconocidas

a no ser que ese mar ofrezca un atisbo de esperanza y de vida.

 

Ninguna persona decide pasar días y noches

atravesando desiertos y montañas

a no ser que el deseo de seguir viviendo

sea más fuerte que dejarse vencer por el viento.

 

Nadie escoge saltar muros y vallas

a no ser que el latido que te empuja a sobrevivir

sea más grande que el dolor que provocan

los alambres, las cuchillas y las concertinas.

 

Nadie escoge un campo de refugiados,

no, nadie escoge vivir en un lugar tan denigrante

a no ser que ese lugar sea el único sitio del mundo

en el que refugiarse de ese dolor tan desgarrador

y abrumador que rodea tu mundo exterior.

 

 

Tenéis que entender

que si la gente huye es porque

ninguna piel aguanta el dolor de una bala,

ningún corazón aguanta el martirio de una guerra

ni tampoco existe ningún alma capaz de soportar

tanta muerte, tanta sangre y tanta miseria.

 

Nadie escoge dejar a atrás

la tierra de su infancia, nadie.

 

 

Nadie escoge abandonar su hogar

y menos aún

si el mundo que te rodea

te excluye, te rechaza y te culpa

por haber tenido que huir de algo

que tú no has escogido vivir; la guerra.

 

Pero debes comprender que

aunque el mundo no te quiera,

el insulto siempre será más dulce

que el dolor delirante de una bala

y el rechazo siempre será más tierno

que vivir con el miedo a convertirte

en un escombro y una pizca de polvo.

 

Nadie decide abandonar su hogar,

nadie decide mendigar,

nadie decide pasar hambre,

nadie decide pasar frío

nadie decide arriesgarse

a ser devorado por el mar.

 

Nadie decide buscar la esperanza en el mar

a no ser que la guerra y la miseria ardan en la tierra.

 

Nadie decide huir de su tierra

a no ser que el instinto por la supervivencia

lata con más fuerza que cualquier dificultad

que uno se pueda encontrar en la tierra.

-A los seres valientes que escogen vivir-