Craig Hodges: la estrella de la NBA perseguida por luchar contra el racismo

La estrella del baloncesto, Craig Hodges que denunció la desigualdad social y las injusticias raciales en ese deporte.

Consagrado como una estrella del baloncesto, Craig Hodges denunció la desigualdad social y las injusticias sin saber que eso le costaría su carrera. Desde su polémica carta al presidente H. W. Bush o sus desencuentros con Michael Jordan, el ex jugador de los Bulls, que acaba de publicar el libro ‘Tiro de larga distancia’ (Capitán Swing, 2020), nos habla de sus memorias a ‘El Asombrario’.

A golpe de triple, Craig Hodges (Illinois, Estados Unidos, 1960) alcanzó el mayor de los éxitos: ganar dos anillos con los gloriosos Chicago Bulls de los noventa. Su precisión en la muñeca lo llevó a convertirse en el segundo jugador (tras Larry Bird) en ganar tres concursos de triples consecutivos. Sin embargo, sus logros caerían en el olvido por su otra lucha, la del activismo político: “Cuando tomé la decisión de hablar sobre las injusticias en Estados Unidos, no sabía que me llevaría a acabar con mi carrera”, revela a El Asombrario vía mail.

De niño, en su Chicago natal, su realidad fue definida por la segregación racial. Los negros vivían en barrios pobres cuyas desvencijadas casas contrastaban con las viviendas de estilo victoriano de los blancos. Tan sólo una vía de tren separaba ambos barrios: un muro que discriminaba por raza y color de piel. Un muro que, en la mente despierta del joven Hodges, soñaba con poder derrumbar.

Con ese sueño en mente, lanzaba durante horas a una de esas destartaladas canastas de cuerdas roídas exclusivas para negros, esperando que un día uno de esos magnates cazatalentos de las franquicias le sacase de aquel injusto lugar. “Los chicos de mi barrio hacían deporte con una intensidad que la gente con medios para pagarse la universidad o que no está expuesta al racismo no puede entender. La razón fundamental para que haya tantos deportistas profesionales negros es que nuestras opciones son limitadas. El deporte era como un billete de lotería”, explica.

Sus esfuerzos tempranos en las canchas de su barrio quedaron reflejados en su etapa como profesional. Años más tarde, en los monumentales pabellones de la NBA, sería consagrado como el rey del tiro de tres logrando anotar 21 triples de 25 intentos –de ellos, 19 consecutivos– en una misma serie. Sin embargo, nunca olvidó sus orígenes. Su pasado y la desigualdad de la que fue testigo se le quedaron marcadas. Así como se le quedó marcada la muerte de su mejor amigo de la universidad, que sufrió abusos policiales en su detención y falleció a los pocos días. “Tener un contacto cercano y personal con la brutalidad policial en ese momento de mi vida realmente no me dejaba otra opción que la de luchar. Debes defender la justicia y lo correcto, independientemente de lo incómodo que pueda ser”.

Su aprendizaje y crecimiento como jugador de baloncesto fue en paralelo con la visión crítica que adoptó sobre el mundo, y también sobre su propia profesión. Tal y como cuenta en sus memorias, recogidas en el libro Tiro de larga distancia: Triunfos y luchas de un activista negro en la NBA (Capitán Swing, 2020), Hodges intentó convencer a sus compañeros Michael Jordan y Magic Johnson para boicotear el primer partido de la final de la NBA de 1991 que enfrentaba a los Bulls y a Los Angeles Lakers: tres meses antes de dicha final, Rodney King, un afroamericano, había sido golpeado brutalmente por cuatro policías blancos en Los Ángeles.

De esta forma, según Hodges, “nos solidarizaríamos con la comunidad negra y a su vez denunciaríamos el racismo y la desigualdad económica que existía en la NBA, donde no había general managers negros a pesar de que el 75% de los jugadores de la liga eran afroamericanos”. La respuesta de Jordan fue que estaba «loco»; Johnson, por su parte, dijo: «Eso es demasiado extremo, hombre». «Lo que le está sucediendo a nuestra gente en este país sí que es extremo», replicó Hodges a la estrella de los Lakers.

Los Bulls finalmente ganaron la final y se hicieron con el preciado anillo de campeón, pero Hodges lamentó no haber recibido apoyo para organizar una protesta conjunta: “Me imaginé a estos Bulls haciendo historia fuera de las pistas. Teníamos a un jugador como Michael Jordan cuya popularidad era superior a la del Papa. Si los Chicago Bulls hubieran hablado de manera colectiva en su época dorada, el mundo hubiera escuchado”.

Un año después, tras el juicio por la agresión a Rodney King, los policías fueron declarados inocentes, una decisión que convulsionó a la ciudad de Los Ángeles produciéndose manifestaciones que acabaron con la detención de 12.000 personas, 2.383 heridos y 63 muertos. Tras ser preguntado sobre el veredicto del juicio, Michael Jordan respondió: “I need to know more about it” (Necesito saber más sobre el asunto). En una entrevista a The Guardian, Hodges declaró: “Michael no hablaba de política porque no sabía qué decir, no porque fuese una mala persona».

En los años ochenta, cuando las marcas publicitarias demandaban a estrellas del básquet para protagonizar sus anuncios, muchos jugadores entendieron que sus ganancias económicas podían aumentar considerablemente. Por ello, rehusaban hablar de la deprimente situación de las personas negras en Estados Unidos. Hodges puso todo su empeño para cambiar la opinión de sus colegas; un ejemplo de ello es su intento de persuadir a Scottie Pippen, invitándolo a leer sobre la historia de los esclavos negros y su lucha, pero la respuesta fue clara: “¿Para qué necesito leer? Cobro seis cifras”. Según Hodges, actuaban así porque “tenían miedo de que eso afectase a sus carreras; yo no tuve ese miedo”.

Craig Hodges en su etapa con los Chicago Bulls participa en una competición de tiros de tres puntos en febrero de 1991 en Charlotte, North Carolina, Estados Unidos. (Photo by Andrew D. Bernstein / NBAE via Getty Images).

Con el paso de los años, su papel de activista social adquirió una importante notoriedad. Siguiendo la senda de líderes como Muhammad Ali o Jim Brown, entendió que su estatus de jugador de la NBA debía utilizarlo como altavoz para hacer del mundo un lugar mejor para el pueblo afroamericano. Por eso no dudó en aprovechar su visita a la Casa Blanca, después de ganar el anillo con los Bulls, para hacer entrega de una carta de ocho páginas al presidente George H. W. Bush: “El propósito de esta nota es hablar en nombre de los pobres, los nativos americanos, las personas sin hogar y, muy especialmente, los afroamericanos, que no pueden entrar en este gran edificio y encontrarse con el líder de la nación en la que viven”, rezaba la misiva.

Mientras todos sus compañeros iban de traje, Hodges acudió vestido con un dashiki, un atuendo ancestral africano blanco y amplio, una forma de reivindicar sus orígenes sin ni siquiera abrir la boca. La visita a Washington D.C. era una oportunidad de oro para un joven activista negro dispuesto a mostrarle a Bush padre que detrás de ese triplista había un descendiente de esclavos, hijo del movimiento de liberación negro. Alguien decidido a enfrentar al poder con la realidad de un país, Estados Unidos, que albergaba en sus cárceles más presos negros que Sudáfrica durante el apartheid. Así como los asesinatos masivos a afroamericanos, la creciente violencia en las calles y la pobreza que acuciaba a la población negra.

Aquel día, ante la atenta mirada del presidente, en una de las canastas de los jardines de la Casa Blanca, Hodges demostró su enorme talento anotando nueve triples consecutivos. De esta forma, hacía uso de su rol como deportista de élite para expresar su compromiso político. Una vez ganada su atención, aprovechó para hacerle entrega de la carta. “Gracias, estoy deseando leerla”, exclamó H. W. Bush. Craig nunca recibió respuesta.

La NBA no vio con buenos ojos la valentía de Hodges. Suponía una amenaza siempre que mostraba su firme posicionamiento político. Cuatro semanas después de que Chicago se convirtiera nuevamente en campeón, le comunicaron que no le renovaban, que buscarían a alguien más joven. Tenía 32 años, era el mejor lanzador de triples de la competición y acababa de ganar dos títulos con uno de los mejores planteles de la historia del baloncesto. Pero ningún agente de la NBA le quiso representar, salvo su amigo Crawford Richmond, que llamó a los 29 equipos de la liga. Tras las constantes negativas, le aconsejaron que “si quería seguir jugando, mejor que buscara fuera del país”.

Silenciado y condenado al ostracismo, los máximos dirigentes de la liga ocultaron los verdaderos motivos alegando asuntos exclusivamente deportivos. Pero la realidad era distinta: defender los derechos de las comunidades más maltratadas y excluidas socialmente tiene un precio. El asistente de los Bulls, Jim Cleamons, reveló a Craig: “A los equipos no le gustan los comentarios sobre las obligaciones de los jugadores negros y tienen miedo de ser interpretados como anti-Jordan”. Michael Jordan era un ídolo de masas, una máquina de hacer dinero, un referente deportivo. Antes de despedirse de los Bulls, Hodges lo señaló ante la prensa. Le recriminaba su silencio, incluso le llegó a sugerir que rompiese su contrato con Nike para crear su propia marca deportiva desde la cual ayudar a los más desfavorecidos. Sin duda, eso precipitó su adiós después de diez temporadas en la NBA.

Los éxitos deportivos de Hodges fueron olvidados y muchos lo recuerdan más por sus polémicas que por su labor en las pistas. Ese silencio se prolongó hasta el presente, con el reciente estreno de The last dance, el documental que repasa la extraordinaria carrera de Jordan. Hodges no aparece en el metraje a pesar de haber compartido vestuario con la superestrella en su etapa más antológica: “Mi historia siempre ha sido censurada. The last dance es una muestra más de esa censura”, asevera.

Pero el tiempo parece haber dado la razón a Hodges. Cada pocas semanas, las portadas de los periódicos americanos anuncian escandalosos asesinatos de negros a manos de la policía, el racismo se sigue manifestando de la forma más trágica. La diferencia es que ahora los jugadores de la NBA tienen más libertad. Muestra de ello es el reciente boicot iniciado por Milwaukee Bucks en los playoffs que debía enfrentarles a Orlando Magic. Los equipos decidieron no comparecer en protesta por la acción de los policías que tirotearon el pasado mes de agosto por la espalda al afroamericano Jacob Blake. Una protesta a la que se sumaron jugadores de la talla de Lebron James: “¡Y ustedes se preguntan por qué decimos lo que decimos sobre la policía! Exactamente otro hombre negro al que apuntan. ¡Esta mierda está tan mal y es tan triste! ¡Siento tanta pena por él, su familia y nuestra gente! Queremos justicia”, sentenció el líder de los Lakers.

“Aplaudo a los jugadores de la NBA de hoy por usar sus plataformas para hablar sobre lo que puede ayudar al mundo a convertirse en un lugar mejor para las generaciones futuras. Están más unidos que nunca, y la unión hace la fuerza”, manifiesta Hodges. No obstante, cree que “tienen algo de miedo todavía de hablar con claridad, siguen siendo unos valientes”.

El vídeo de la muerte de Daniel Prude hace unas semanas tras ser ahogado con una bolsa en la cabeza es otro nombre que se suma a una lista de muertes injustas. “Es una triste verdad que estos eventos sucedan con tanta frecuencia. Las personas en posiciones de poder no están dispuestas a admitir que el problema existe, por lo que no están dispuestas a solucionarlo. El diseño del sistema policial está corrompido, debemos exigir una reforma”, señala Hodges.

Preguntado por la problemática racial que sigue patente en la sociedad americana, Hodges piensa que proviene “de la etapa de los esclavos negros”. De la misma manera, no cree que “la presidencia de Trump sea totalmente culpable del racismo en Estados Unidos, porque su racismo y opresión racial existieron mucho antes de que asumiera el cargo”. Sin embargo, opina que “sí ha ayudado a dar voz a aquellos que en el pasado han dudado en dar a conocer sus puntos de vista racistas”.

Craig Hodges tuvo que vender los dos anillos y los títulos de los concursos de triples para poder dar de comer a su familia. Ahora se dedica a entrenar a jóvenes de Chicago que sueñan con algún día poder jugar en la NBA. Su objetivo es inculcarles, a través del deporte, los valores que él defendió. Ese es su legado.

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