martes. 23.04.2024

El planeta de los simios, racismo y xenofobia

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Las palabras racismo y xenofobia se usan a menudo como sinónimos, sin embargo, aunque las dos hacen referencia a formas de intolerancia contrarias al respeto de los derechos humanos, no significan lo mismo. La discriminación cruza ambos conceptos e introduce la persecución hacia individuos distintos y a los que les toca pasar por situaciones disimiles entre sí.

¿Qué es la xenofobia?

La palabra xenofobia proviene del prefijo griego xeno, que hace referencia a algo o alguien de origen extranjero; y el sufijo latino fobia, que indica rechazo o aversión. Así, la xenofobia significa literalmente rechazo al extranjero. En principio, no tendría necesariamente connotaciones raciales o culturales, sino que se basaría en el rechazo a cualquier persona por el mero hecho de no compartir la misma nacionalidad. Según la Organización Internacional de las Migraciones, la xenofobia se emplea para designar actitudes, prejuicios o conductas que rechazan, excluyen y, muchas veces, desprecian a otras personas, basados en la condición de extranjero o extraño a la identidad de la comunidad, de la sociedad o del país.

¿Qué es el racismo?

El racismo, por su parte, es una actitud o ideología donde una raza o grupo étnico se considera superior a otra. Según el diccionario de la Real Academia Española, el racismo es la “exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive”, así como “una ideología o doctrina política basada en el racismo”. 

En este punto de letargo social, Charles Darwin no tuvo nada que ver, somos literalmente el planeta de los simios, una suma de eslabones perdidos que caminan ciegos hacia un precipicio

La diferenciación racial entre los seres humanos tiene su origen en la conquista de América y la posterior esclavización masiva de personas para explotar los recursos del llamado Nuevo Mundo. Otro periodo destacado fue la segregación racial que se vivió en Estados Unidos tras la guerra civil del país y contra la que lucharon figuras históricas como Martin Luther King o Rosa Parks, entre otras. Pero si hay un sistema que ha marcado un antes y un después cuando hablamos de racismo es el régimen nazi. Establecido en Alemania entre 1933 y 1945, tuvo como principales víctimas a las distintas minorías étnicas del continente, especialmente a las personas judías, pero también a personas gitanas, homosexuales o presas de guerra, entre otras. Otros regímenes racistas sobrevivieron hasta los años 90, como el Apartheid sudafricano, un sistema político desigual donde la población negra e india del país era fuertemente discriminada.

Estamos sumidos en un sistema que lleva el odio a su máximo esplendor, que sitúa de un lado y del otro de la báscula al tener y al no tener, una nueva reforma shakesperiana que golpea las costas de la humanidad sin ton ni son. Y cuando no, el deporte es el escenario ideal para la exteriorización de esas demostraciones de supremacía. Bananas arrojadas al campo de juego, los saludos fascistas en las tribunas, el deporte es considerado como uno de los mayores promotores de valores éticos de nuestra sociedad. Cabría pensar que este contraste entre las utopías del deporte y sus realidades queda circunscrito al ámbito de las fábulas. Si bien el deporte aparece ante el gran público como elemento de integración de todas las razas y como punto de encuentro donde no existe la discriminación, esto no es del todo cierto.

monoLos grupos xenófobos se infiltran dentro de las hinchadas ya de por sí violentas de los equipos de fútbol, generando en éstos unos rasgos comunes, como son la intolerancia frente al otro, el diferente, el débil; atacar a un hincha por vestir el color equivocado está próximo a la agresión a un inmigrante por su color de piel; carencia de empatía, incapacidad de entender el sufrimiento ajeno. 

Sea el deporte que fuere, la violencia se va invistiendo de diferentes caretas y formas, se amalgama, se fusiona con el medio ambiente, una historia de lobos y de corderos que parece no llegar a un final alentador. El tema de la segregación racial volvió a instalarse con fuerza luego del asesinato de George Floyd en Estados Unidos. En el deporte, Lewis Hamilton ha llevado la voz más fuerte, rompiendo una tradición de silencio en la Fórmula 1 y extendiendo un camino que hace décadas abrieron figuras como Althea GibsonJackie RobinsonBill RussellWendall Scott y Lee Elder, deportistas que debieron hacerse espacios en ligas para jugadores negros mientras soñaban con algo que parece tan lógico como la igualdad. 

A medida que el hombre como criatura fue evolucionando y adaptándose a su nuevo hábitat, fue también deshumanizándose hasta el punto mismo de abstraerse de su entorno, sobre todo de aquellos que lo conforman, una auténtica Teoría de la Involución. 

En este punto de letargo social, Charles Darwin no tuvo nada que ver, somos literalmente el planeta de los simios, una suma de eslabones perdidos que caminan ciegos hacia un precipicio. 

El planeta de los simios, racismo y xenofobia