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El misterio de la baja incidencia de la COVID-19 en África

El misterio de la baja incidencia de la COVID-19 en África
OMS/Shola Lawal

Cuando el azote del coronavirus se hizo más que evidente, una de las primeras miradas se dirigió a África, temiéndonos lo peor. La situación de pobreza y la baja calidad de las condiciones de vida hacían pensar que la COVID-19 se cebaría allí. Sin embargo, el continente africano presenta mucho mejores cifras que Europa. ¿Qué está sucediendo allí?

Sobre el papel, África lo tenía todo para que el coronavirus arrojara cifras realmente aterradoras. Bastaba basarse en otras enfermedades infecciosas que tenemos superadas en Europa, como el sarampión. De las 140.000 muertes anuales que se producen al año en el mundo por esta enfermedad –para la que sí hay vacuna-, casi 53.000 se producen en África.

Las condiciones de vida en muchas de las urbes africanas se presentaban a la comunidad científica como el perfecto caldo de cultivo para la transmisión comunitaria del coronavirus. Con una elevada densidad de población, personas que viven hacinadas, espacio de lavado comunitarios... lo tenía todo.

¿Qué nos dicen las cifras? Que mientras que en África se registran alrededor de 25.000 muertes, en Europa se superan las 262.000. Y ¿con los contagios? En África los casos positivos desde que comenzó la pandemia alcanzan los 1,6 millones de contagios –sólo España superan el millón-, y en Europa pasa de los 8,6 millones. ¿A qué se debe esta desproporción en el segundo continente más poblado del mundo (1.200 millones de personas)? ¿Realmente África se encuentra en mejor situación?

Podría pensarse que se trata de un problema de recursos para el diagnóstico, es decir, ese temor extendido a que los países africanos no estén realizando el número necesario de pruebas diagnósticas. Hace unos días, la OMS advertía de que solo 12 países en la región alcanzaron el umbral clave de 10 pruebas por cada 10.000 personas por semana durante el último mes.

Respaldando esa inquietud, el hecho de que la primera economía africana, esto es, Sudáfrica, sea el país más golpeado por la pandemia. Este país acapara el 58% de los contagios, así como casi el 65% del total de muertes por COVID-19 en África.

Que Sudáfrica encabece este ranking fatal en África, ¿se debe a contar con más recursos para la detección del virus? De hecho, ha comenzado ya a realizar test de antígenos en todos sus puestos fronterizos para aquellas personas que viajen al país sin una prueba PCR negativa reciente. La respuesta a esa pregunta no parece ser afirmativa, dado que si olvidamos el número de contagios y únicamente comparamos la tasas de mortalidad y recuperación se desmonta la teoría:

La tasa de mortalidad en África es del 2,3% y, además, más del 75% de los casos registrados se ha recuperado. Mientras, en Europa la tasa de mortalidad supera el 3% y la de recuperaciones ronda el 43%.

Otra de las teorías que han intentado dar explicación a la baja incidencia de la COVID-19 en África respecto a Europa, por ejemplo, es la edad media de la población. En países como Burkina Faso, la edad media de su población es de 17 años, mientras que en Bélgica es de 41. Dado que el coronavirus es más letal con las personas mayores, ¿podría ser el envejecimiento de la población lo que esté marcando la diferencia?

En un principio esa fue la explicación que más convencía, pero a medida que han pasado los meses y la pandemia se ha propagado ha ido perdiendo peso. La edad no es tan determinante, según han afirmado ya expertos como el profesor Shabir Madhi, unos de los virólogos más reconocidos de Sudáfrica. Por no tener, los países africanos ni siquiera registran picos de contagios y la comunidad científica se encuentra un tanto perdida al respecto.

Así las cosas, los efectos del coronavirus en África parece que tendrán consecuencias muchas más negativas en el aumento de la pobreza que en su letalidad. Al amplio porcentaje de población que ya vivía bajo el umbral de la pobreza y que el coronavirus ha agravado dramáticamente su situación, se incorporan ahora los nuevos pobres, que se contarán por millones.

En una amplia entrevista concedida a New Statesman por Mark Lowcock, secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de la ONU, advierte de cómo la pandemia podría detener décadas de progreso en la reducción de las tasas de pobreza extrema mundial. Los países ricos se olvidan de los pobres, ahora también. Los primeros han gastado el 20% del PIB para proteger a sus habitantes y Lowcock afirma que "si tan solo gastaran el 1% de ese esfuerzo en proteger a los países más vulnerables, entonces no veríamos este gran aumento de la pobreza". El experto concluye que "veremos una reducción en la esperanza de vida y más niños muriendo en la infancia".

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