Otras miradas

Corinna Larsen y lady Suffolk se intercambian papeles de cómplices reales

Conxa Rodríguez

La historia se repite o rima o, quizás, ciertos episodios coinciden por azar dentro de la misma familia. Los Borbones no son una familia cualquiera: reinan en España al compás de quita y pon. Todas las generaciones (menos don Juan y Alfonso XII), en la etapa moderna, han tenido oportunidad de reinar y con ello consolidar la continuidad de la institución y aportar estabilidad al sistema político. Las dos gangas, continuidad y estabilidad, que exhiben otras monarquías que quedan en Europa, difícilmente pueden aplicarse a la española. Juan Carlos no es el primer rey de su familia en marcharse del país por haber burlado sus leyes desde la posición más alta de la jerarquía política. Aunque sí debe ser el primero en intentar arreglar cuentas con Hacienda: la última, cuatro millones de euros más por rentas no declaradas.

El denominador común, desde Fernando VII hasta Juan Carlos, es el haber amasado una fortuna privada desde su posición de jefe de Estado, con asignación para vivir con privilegios. Gracias a la Justicia suiza, los españoles nos enteramos de que el rey acumulaba dinero en los bancos helvéticos como comisionista, intermediario u hombre de favores. En el entramado corrupto se incluye a una amante despechada que ha decidido contarnos lo que no sabíamos del rey, de quien los medios crearon una imagen de hombre campechano. La existencia de una máquina de contar dinero en Zarzuela y maletines a rebosar de billetes viene a ser la argucia que linda la tragedia con la comedia.

Corinna Larsen declaró ante el fiscal Yves Bertossa que Juan Carlos en 2012 le transfirió 65 millones de euros "por gratitud y por amor", y negó que blanqueasen dinero. Si por la cara bonita de Corinna, Juan Carlos se desprendía de 65 millones de euros ¿cuántos millones tiene? ¿aciertan Forbes y The New York Times al calcular unos 2.000? Tengo la impresión de que los españoles nunca lo sabremos, por más transparente que pueda ser el sistema democrático, puesto que abarca otros países, desde los regímenes hereditarios (emiratos, califatos o monarquías) a paraísos fiscales de Europa y el Caribe. Ahora pagará cuatro millones más, ¿por una mentira piadosa?

Los representantes de Corinna (la agencia que acuerda sus entrevistas) insisten en que se apellida zu Sayn-Wittgenstein. Ella se ha convertido en la encarnación de la monarquía personificada en Juan Carlos I cuya legitimidad heredó Felipe VI en otra de las decisiones de la que los españoles eran meros espectadores. Corinna no es la primera mujer protagonista de los escándalos reales. La lista de amantes de Alfonso XIII es alargada como la sombra del ciprés. El triste Alfonso XII murió a tres días de cumplir los 28 años. Con las reinas Isabel II y  María Cristina, la jefatura del Estado y los negocios privados formaron una espesa urdimbre parecida a la actual; lo público liado con lo privado.

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda de Fernando VII y regente entre 1833 y 1840.
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda de Fernando VII y regente entre 1833 y 1840.

La reina María Cristina (la que me quiere gobernar), como Juan Carlos I, se fue al extranjero para no estorbar a su hija. Isabel II no consiguió lavar la cara de la institución. Los escándalos se sucedían. En el siglo XIX las fake news ya existían, aunque en menor abundancia. Los periódicos nacen y mueren con frecuencia. Cada  partido político, aspirante o escisión existe a través de una publicación. Uno de los escándalos sucedió en 1853 con la llegada del barco Lady Suffolk a la bahía de Cochinos en Cuba con 1.200 esclavos para trabajar en las plantaciones. Un intercambio de papeles de cómplices reales; el de Corinna, y una fragata: Lady Suffolk, sin collares; las separan 167 años.

En 1853 Inglaterra se había posicionado como la policía de los mares. Perseguían a quienes secuestraban y comerciaban con humanos en África, China o Filipinas y los trasladaban a otros países como bozales, término desprovisto de cualquier dignidad humana. "Negro recién sacado de su país", así lo describe la RAE y María Moliner. En España la esclavitud se abolió en 1837. Se mantuvo hasta más tarde en las colonias de Puerto Rico o Cuba. El barco Lady Suffolk, capitaneado por Eugenio Viñas, ancló en Cuba el 18 de mayo de 1853, fue denunciado por el cónsul inglés en La Habana que informó a Londres y a España, puesto que había sido fletado por la empresa Zulueta y Cía, con sede en Londres, y propiedad de los Zulueta, de la reina María Cristina y del duque de Riansares, que vivían en París. La reina burlaba las leyes de su país respecto al comercio de esclavos. Gracias a Inglaterra, algunos españoles se enteraron de la ilegalidad; otros no lo supieron; y otros, como la reina Isabel, hicieron la vista gorda hasta 1867. Al año siguiente, ella misma fue forzada a dejar España por fracaso de su reinado.

La denuncia inglesa por tráfico de humanos trajo cola porque el gobernador Valentín Cañedo Miranda tuvo que informar a la Policía cubana. El 20 de junio de 1853 detuvieron a Julián de Zulueta, miembro de la familia española con empresas en Londres, y hombre que hizo  fortuna y carrera política en Cuba. Estuvo detenido 41 días, pero a la salida se supo quién mandaba en la isla. El juicio contra Julián de Zulueta tardó dos años, acabó con la absolución del negrero y la destitución de Valentín Cañedo por denunciar el comercio de esclavos. Este episodio data de 1853. Isabel II fue expulsada en 1868; llegó la monarquía de importación, la Primera República y en 1874 se proclamó la restauración con Alfonso XII en cuya financiación participaron varias familias: la más potente, la Zulueta. Ni Corinna ni Lady Suffolk se enteraron de la restauración ni de la Segunda República.

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